Miguel Mateo, al que lamentablemente los venezolanos no pudimos ver en su intensidad como torero, fue un superdotado. Antes de Manuel Benítez, precursor del tremendismo. Sus piernas valían oro de ley. Cuando entrenaba lo hacía corriendo de espaldas, distancias larguísimas. Un portento como banderillero, creador de suertes. Inspirado, en situaciones difíciles le daba gran variedad a la lidia. Su facha exótica le lucía, cuando a otros los minimizaba con su poderío. Casi siempre vestía paños de alpaca negra, o azul marino, y cuentan se los hacía a la medida en La Vía del Corso en Roma. Costosas camisas de seda cruda, desabrochadas en el pecho, que tiraba a la basura cuando ya arruinadas por lo percudido no le valían. Calzaba zapatos de tenis sin calcetines. El pelo zaino y revuelto excesivamente untado por el uso de pesados aceites. Fumador empedernido y jugador compulsivo. Le conocí un día en Algeciras cuando en compañía de Antonio José Galán viajábamos de Málaga a Sevilla y nos detuvimos en Algeciras. Era una tarde en que las cuerdas de Galán y de Miguelín se enfrentarían en el reñidero. Gallos criados por el padre de Antonio José, contra la cuerda de Miguelín. Galleros, Galán padre y Miguelín, de fama internacional. El padre de Galán, natural de Bujalance, Córdoba, exportó gallos de España a Venezuela, que llegaron a ser famosos en las galleras de Caracas y de Oriente. Eran aquellos pollos españoles de mucho temperamento y seguridad en certeros ataques. Antonio Ordóñez era uno de los nombres base para las corridas valencianas, pero el rondeño se cayó de los carteles donde le anunciaron para la venta del abono junto a Manolo Martínez, Ángel Teruel, Curro Vázquez, Efraín Girón y Joselito Torres quien ha sido un torero importante en la fiesta de los toros en Venezuela. Joselito Torres, su figura breve y graciosa de niño precoz, descubierta en un festival taurino que organizó en Caracas el poeta y editor Miguel Otero Silva en homenaje al semanario humorístico El Morrocoy Azul, periódico que creó y dirigió reuniendo como colaboradores a varios intelectuales que hicieron oposición política con ácido sentido del humor. El festejo se organizó en 1948, en plena efervescencia taurina. La afición estaba muy animada con los éxitos de Luis Sánchez Olivares “El Diamante Negro”, en plazas españolas. Joselito fue de los pocos toreros venezolanos de aquella época que no se formó en la escuela de los toros criollos. Su apoderado Emilio Cebrián le cuidó mucho, tanto que apenas Joselito Torres destacó en Caracas con novillos de Guayabita –la única ganadería brava que teníamos en Venezuela– le llevó a Colombia 51