Mi vida entre cantos

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ALICIA MAGUIÑA

Como amiga cercanísima de ellos me interesé, y por medio de la señora Lucila Belaunde de Cruchaga –que era la primera dama de la Nación–, conseguí la silla de ruedas que requería Goyo, a quien con autorización de Bartola, para que tuviera atención especializada, interné en el Asilo de Ancianos de la avenida Brasil, al que lamentablemente poco tiempo después tuvo que ingresar también la emblemática artista, que cada 24 de junio triunfara con su pareja Julio Peña y su conjunto La Flor de Malambo35 en la memorable Pampa de Amancaes. Años más tarde, el 3 de junio de 1967, salió también en hombros, pero para dirigirse a su destino final.

EL BAILE DE LA MARINERA LIMEÑA, UNA PROPUESTA Llevando cada uno un pañuelo en la mano derecha, hombre y mujer se colocan frente a frente, a una distancia de más o menos dos metros uno del otro, sin bailar. Recién cuando empieza el canto inician el paseo con garbo, cada uno por su derecha, avanzando hasta encontrarse. Hacen el “saludo” opcional que no es venia, y que Bartola y su pareja no hacían, y prosiguen en direcciones opuestas, hasta volver al sitio donde comenzaron, para allí, sobre su eje, dar una vuelta a la derecha, y al estar nuevamente frente a frente ir al encuentro del otro, con pasos menudos y ligados –sin arrastrar los pies–, “pisando la jarana”, sin saltar ni cojear. El pañuelo, que mueven con cadencia y agitan con prudencia por momentos, es portador del mensaje que cada uno de ellos quiera darle. El hombre galante se rinde ante su pareja, no la acosa: “la hace lucir”. La mujer acompaña la danza con el movimiento de la falda, coquetea y esquiva sin apresuramientos ni exageraciones. Parece que se queda pero se va, allí está la gracia, allí está el coqueteo, no en entornar los ojos ni en poses. Cuando amarra el canto de la primera cuarteta cambian terrenos por la derecha36 y dan la vuelta siempre sobre sí mismos para quedar otra vez frente a frente, sin tocarse ni rozarse. Vuelven hacia el centro bailando, dándose otra vez el encuentro. La mujer insinúa con los pasos, pero no se muestra abiertamente. La moderación hace la elegancia, que consiste en no caer en excesos37. Preferible es que le falte a que le sobre. Recordar que una cosa es ser aparatosa y procaz, y otra elegante. Al amarrar el canto de esta segunda de jarana o “contestación” cambian otra vez de terreno y dan una vuelta sobre sí, quedando frente a frente. En el remate terminan al centro con el suave y menudo escobillado o cepillado, dan una vuelta y finaliza cada uno donde comenzó. Allí termina la marinera. Recalco: cuando los cantores amarran el verso –en ese amarre literario musical–, allí lo hacen también los bailarines intercambiando terrenos.

35 El conjunto La Flor de Malambo estaba integrado por los primos de Bartola, Augusto y Elías Ascuez, el gran cantor Jesús Pacheco, el muy buen compositor y guitarrista Alejandro Sáez y el cajoneador Norberto Mendieta. 36 Los Peña y Bartola, además de hacerlo por la derecha, algunas veces también pasaban por la izquierda. (Alicia Maguiña). 37 “Ahora no hay más que movimiento de traste. No se ve juego de pies” (Augusto Ascuez, Caretas, 1972). Bartola tejía con los pies. “Actualmente los que presumen de saberla bailar, dan rienda suelta a lo sobreactuado quitándole el aplomo y la sobriedad que es la elegancia que la caracteriza”. (Alicia Maguiña).

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