ALICIA MAGUIÑA
DE LA ZAMACUECA A LA MARINERA José Durand Flórez Los orígenes de la vieja zamacueca colonial resultan hasta hoy misteriosos, y quienes afirman haberlos resuelto, parecen ignorar las dificultades existentes. Los testimonios más antiguos que hemos visto se remontan al siglo XVIII y se hallan en la Biblioteca Nacional de Madrid. Esa deliciosa danza peruana resulta así contemporánea del fandango antiguo, por entonces de moda en España y América. La música y el baile fueron adquiriendo, en proceso todavía mal conocido, las complicadas características y la animada gracia con que llegó a nuestros días. Ya sabemos que se trata de un canto y danza de competencia, sometido a severas reglas cuyo conocimiento exige paciente iniciación (las cursivas son de la autora). Convertida en marinera, a la cual es idéntica salvo en el nombre, se convirtió en nuestro baile nacional. Aclarar plenamente su historia es tarea ardua e incierta. Las querellas sobre su índole negra o hispánica no suelen ir acompañadas de documentación segura. Y no cabe reemplazar el análisis musicológico, ni las pruebas históricas, con afirmaciones tan rotundas cuanto carentes de solidez.
Origen mixto Los viejos estudios del folklorista argentino Carlos Vega y los del peruano Fernando Romero, entre otros, aportan noticias y observaciones útiles pero no definitivas. El estilo melódico y su empleo de la tonalidad presentan a la zamacueca, sin sombra de duda, como parte de la música hispana. El uso armónico de instrumentos como la guitarra y el arpa resulta evidentemente europeo. Asimismo la forma métrica aparece dentro del más típico modo popular y tradicional español de versificación: así el cuarteto octosilábico (consonante o asonante) como las dos estrofas de seguidillas en la forma más usual de estas (heptasílabos y pentasílabos). Y apuntemos que la combinación de coplas octosilábicas y seguidillas se encuentra en danzas españolas actuales, por ejemplo en las alegrías. El simple enunciado de estas noticias basta para eliminar cualquier disputa sobre la fuerte base hispánica de la zamacueca o marinera, pero ello no excluye la presencia de un influjo importantísimo: el negro africano, bien visible en el repiqueteo rítmico del cajón o en ciertos movimientos eróticos de la danza, por solo citar dos aspectos; a los cuales debe añadirse el nombre mismo, derivado de zamba.
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