MI VIDA ENTRE CANTOS
Grau, todos recuerdan que Abelardo Gamarra, “El Tunante”, decidió suprimir el nombre de chilena y adoptar el de marinera, usual hasta hoy. Pero musical y estróficamente no hay diferencias entre la zamacueca y la marinera. Es cuestión puramente de nombres. Cuando doña Rosa Mercedes Ayarza compuso la “Concheperla” sobre un tema musical ya existente, que estilizó y armonizó de manera personal, no creó la primera marinera de la historia, sino que presentó por primera vez una obra que llevase ese nombre. José Durand (Mensajes N° 15. Lima, Southern Perú Copper Corporation, 1971).
EL CANTE Y BAILE LIMEÑO DE LA RESBALOSA Siguiendo la tonalidad mayor o menor en que se cantaron la o las jaranas, cuando se llama a tumbar comienza la resbalosa, que consta de pies o estrofas de número variable, cuyos versos pueden ser irregulares y de rima libre. Cada resbalosa tiene su propia melodía. Siempre en compás de seis octavos pero más vivaz y sincopada que la marinera, tras la jacarandosa resbalosa siguen las alegrísimas fugas, idénticas rítmicamente pero más breves. Obligatoriamente dichas fugas tienen que ir precedidas de la “llamada”, conformada por los dos primeros versos de una primera de jarana o por dos de una segunda, a los que se agrega la palabra “caramba”. En 1952 –año en que llegué a Lima– como hasta hoy, las resbalosas que se difundían por radio y discos aparte de tener la progresión de acordes acentuados del malambo argentino en la introducción, también tenían ritmo de “chacarera”. Así la tocaban Avilés, Ormeño y De la Cuba. Esa era la resbalosa que conocía el público. Si bien, como he mencionado, cada resbalosa tiene su propia línea melódica y permite libertad en los versos, no es libre –como sostienen los improvisados– ni en el canto ni en el baile. Repito: debe cantarse en el mismo modo –mayor o menor– que la marinera. El cantor que la saca determina cuál va a interpretarse, y el que contesta debe cantar la segunda parte de la resbalosa que le han puesto. Por lo tanto las dos parejas de cantores tienen que ser conocedoras de resbalosas para poder contestar la segunda parte de las mismas, pues –repito– cada resbalosa, a diferencia de la marinera, tiene su propia música. Cuando empieza el canto de la resbalosa se inicia el paseo igual que en la marinera, y al terminarlo, como es permitido dar dos vueltas, estas se realizan para luego dirigirse al centro resbalando, sin levantar los pies del suelo, con las rodillas algo flexionadas y casi juntas, alternando el resbalado con pasos de marinera. Después del canto de la resbalosa propiamente dicha, por unos pocos compases quedan solos los instrumentos. Es allí, en ese preciso momento, cuando se realiza el primer cambio de terreno de la pareja.
171