ALICIA MAGUIÑA
EL ENCANTO DE JAUJA Sin dejar la marinera limeña, el vals, el triste, el tondero ni el festejo, alterné mis frecuentes visitas a Piura y Huancayo con las realizadas a Jauja, en donde al mes siguiente de mi premiación el 20 de enero de 1974, en carnavales, en el barrio de La Libertad bajo fuerte lluvia, presencié por primera vez un colorido cortamonte que llenó mis sentidos. El bombo de la banda de músicos que sentí dentro de mí marcaba el estilo jaujino de elegantísimas y airosas parejas, que prácticamente se deslizaban al ritmo de mulizas y waynos alrededor de un árbol de la región tratando de tumbarlo, lo que esa vez no alcancé a ver pues arreciaba el aguacero y debía encontrar movilidad para regresar a Huancayo en donde estaba hospedada. Cuando casi corría escabulléndome de la lluvia, una dama del lugar que respondía al nombre de Adriana Rivera Castellanos, me invitó gentilmente a subir a su auto para llevarme al paradero. Esta distinguida persona era hija nada menos que de “La China Lucía”, la mujer que con más elegancia y prestancia había vestido la tradicional “postura” jaujina, esa ropa finísima que posteriormente, por mérito propio, heredé. Me quedé impactada con lo visto y oído desde el alma y sentí la imperiosa necesidad de hurgar en esa tradición, en “la costumbre”, lo que me llevó a participar porque me nacía hacerlo. Si bien la muliza con fuga de wayno, tocada por banda, es la protagonista del cortamonte de la sierra central, con guitarras u orquesta típica del centro, lo es para momentos tan especiales y emotivos como aquellos que me tocó vivir en Jauja una noche al pie de la laguna de Paca cuando bajo el cielo estrellado, ante la ventana de la habitación del albergue en donde estaba alojada, Alejandro “Bolita” Castro, Haydeé Cáceres, Nico Martínez y Amadeo Abregú, integrantes del conjunto Los Xauxas, me dieron una inolvidable serenata con esas sentidas canciones de versos poéticos y melodía melancólica que desde 1966 incorporé a mi repertorio: las entrañables mulizas. Cabe precisar aquí que en la sierra y parte de la costa se celebra el carnaval con la “yunsa”, mientras que en Jauja y sus barrios –donde la fiesta que se inicia el jueves de comadres es alegrísima y puede durar más de un mes– con el cortamonte. Yo me he dado el gusto de bailar repetidas veces en el cortamonte del barrio de Huarancayo, en dos oportunidades en el de La Libertad y en otras en Iquicha, barrio del pueblo de Huamalí68. Para el cortamonte de Huarancayo que es el clásico, el genuino, la primera vez –9 de febrero de 1978– estuve a las siete de la mañana con quipe69 y sombrero para la “traída”, en casa de la madrina señora Rupe Pantoja, para entre solo damas compartir el variado y sustancioso desayuno, que además de patasca, queso, jamones, bollos del lugar y delicados dulces jaujinos preparados por la inolvidable señora Trigidia Rosales, también tuvo como alimento para el sentimiento a la orquesta típica del
68 Huamalí: Pueblo en la margen izquierda del río Mantaro, a unos minutos de la ciudad de Jauja. 69 Quipe: Atado que se forma con una manta a rayas llamada ushcata, que se lleva a la espalda y se anuda adelante al cuello o al pecho.
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