LOS SOLEADOS DÍAS DE LA DICHA Nací bordeando el verano bajo el cielo nublado de Lima el 28 de noviembre de 1938. Mi padre fue chalaco y mi madre arequipeña, mis abuelos paternos ancashinos y los maternos arequipeños. Como mi padre era vocal de la Corte Superior de Ica, desde los dos meses de edad crecí en esa ciudad, donde fui inmensamente feliz. Es por eso que el principio y casi la totalidad de mis primeros recuerdos están bajo el sol ardiente del desierto que llevo fijado en mí, con sus arenas, médanos, dunas, huarangos y espinos, y con sus casonas de perfumados huertos de pacaes, dátiles, mangos, uvas, cerezos y ciruelos. Así era mi Ica en la que viví con mi amada familia constituida por mis hermanos Alfredo y Felipe, menores que yo, y mis padres Alfredo Maguiña Suero y Alicia Málaga Bedregal que habían construido con amor y ternura un oasis para nosotros. Mis primeras letras me las enseñó mi padre, quien previa parada a comprar tejas donde las señoritas García me llevaba por las mañanas y las tardes al colegio de Domitila, María, Mercedes y Clementina Arbulú, donde cursé hasta el sexto de primaria con compañeras, amigas inolvidables. Nuestra promoción estaba conformada por alumnas de diferentísimas edades y procedencia social, y escasos varones. Nos sentábamos apretadamente de a cinco en carpetas que eran para tres personas, con una excepción: la de un niño a quien su padre, un rico hacendado, le había comprado una individual. El colegio era una casa más o menos grande, con un patio bastante regular en donde jugábamos a la hora del recreo. El resto del tiempo lo empleábamos en estudiar bajo la calificada dirección de las señoritas Arbulú y de otras destacadas maestras. Desde esa época escolar guardo conmigo apellidos iqueños de enorme significado para mí: Uculmana, Anchante, Euribe, Uchuya, Tipacti, Matute, Huasasquiche, Pecho, Junchaya, Escate, Aquije, Tipiani, Tataje, Chacaltana, Anicama, Mayurí, Pachas, Huallanca, Mayaute, Quijandría, Aparcana, Casavilca, Muñante, Chacaliaza, Moquillaza, Morón; apellidos entrañables que corresponden a rostros prietos, a gente sana, a gente buena, con la que además de amistad aprendí el sabor del tamarindo, de los mangos “chochojos”1, de los helados Gloria, del turrón de tabla, de la melcocha, de las paciencias, de los
1 En Ica hay mangos llamados “chochojos” –que son pequeños y arrugados–, mangos cuaresmeros también chiquitos, de chupar, de comer, de trementina, de alcanfor, etc.
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