EL LEGADO POÉTICO DE RAÚL GÓMEZ JATTIN
RAÚL GÓMEZ JATTIN:
la consciencia de la locura n ENZIA VERDUCHI Señores habitantes Tranquilos que sólo a mí suelo hacer daño Raúl Gómez Jattin, «Conjuro»
En La vida fácil, Alda Merini declara: «A quien me pregunta cómo acabé en un manicomio, ahora puedo darle una respuesta: había encontrado a un hombre que comprendía mi necesidad de vivir». Y ese hombre fue el narrador Giorgio Manganelli, su primer marido, quien la recluyó y la visitó durante catorce años en el psiquiátrico, tiempo en el que permaneció en un total silencio literario. Posteriormente, su enfermedad mental fue tema toral y fuente constante de inspiración de sus versos. Ya recuperada, escribía con lucidez y, como señala MaDino Campana
ría Corti, «a pesar de que los fantasmas que recitan y protagonizan en el teatro de su mente provienen, a menudo, de los lugares frecuentados durante la locura». A los 33 años de edad, Dino Campana fue internado en el manicomio de Castel Pulci, en la provincia de Florencia. A los 34 años Alda Merini fue recluida por primera vez en el psiquiátrico Paolo Pini de Milán. A los 35 años, Raúl Gómez Jattin publicó su primer libro Poemas (1980). Y los últimos 36 años de su vida Friedrich Hörderlin vivió su insania a orillas del río Neckar, en Tubinga. A diferencia de Merini, quien en su clarividencia volvía sobre sus propios pasos por los pasillos y recovecos de un pasado oscuro y doloroso, Gómez Jattin, según Carlos Monsiváis, «revisó a diario la bitácora de su autodestrucción». Así, desde sus primeros poemas, observamos el despunte y el registro de su esquizofrenia: Pero la Ira tiembla en sus entrañas Ira de ceguera y soberbia Ira de sentirse poco Ira de desleírse como una fruta podrida Ira torpe del que padece una locura que no es de su medida. («Ira infame»)
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