XI JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA «CIUDAD DE BOGOTÁ»
María Paz Guerrero [Bogotá, 1982] La vieja sentada en la mesa sus manos aruñan la comida su boca chupa el hueso solitario cuando engulle sus músculos tiemblan. Absorta en su trabajo avanza como caracol Parpadea Todo su tiempo contenido en ese despojo
Descarga su peso sobre las horas como si el atardecer torbellino, como si la vista desde el piso octavo lo acercara a Marina 79 años se desploma contra el césped se parte los dientes. En al ascensor Marina le agradece a Dios y tapa su boca mueca
Desde el piso octavo busca historias: Antes, la sangre de Marina era el ciclo solar de su cuerpo. Ahora la mano temblorosa arranca un diente y esta nueva sangre le recuerda cómo la carne –no solo el iris, ni el tiempo– también se parte
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No sabías quién era y aún así buscaste en las grietas del aire su gesto suspendido. Indagaste con la tenacidad muda del animal encontraste su risa repetida en la retina de los niños el silencio cóncavo en el corredor la ausencia nítida que revela la cicatriz en el ojo Me levanto y la boca es una mancha me estiro, reptil pinto las uñas de mis pies Salgo al parque el aire juega como niño infla mi pecho cansado me sube a la copa de la acacia me da vueltas Delicada, frágil destruí la noche El perro se acuesta en la orilla resopla sin asidero Ella consume la fragilidad del animal esa tenaz consistencia del pulmón marchito ella fuma –silenciosa, con la cautela que mata el tiempo– fuma para acompañar el resuello Es su único apego ese perro dañado