LUJO Y COMODIDAD EN LA VIVIENDA PALACIAL LIMEÑA DE LA ÉPOCA BORBÓNICA Sandro Patrucco Historiador Pontificia Universidad Católica del Perú Es indudable la enorme importancia que la edificación doméstica tuvo en la construcción del status señorial limeño, así como del orgullo colectivo por la gloria de la ciudad que encuentra espacio de expresión en los escritos criollos. La decadencia de muchas de las casonas limeñas es el fruto de una mezcla de violentos sismos, de falta de conservación, de transformaciones decimonónicas, de prejuicio y de demoliciones de los mejores ejemplos durante el siglo pasado y no debemos confundirlo con desinterés de los limeños dieciochescos por sus residencias. Pero nada de esto es ejemplo de las conductas del siglo XVIII y debemos evitar confusiones. Parte importante de la conciencia señorial se expresaba en la erección de fábricas suntuosas como la de el Palacio de Torre Tagle, que no sólo presentaba diseño exquisito, escudos heráldicos y proporciones fuera de lo común y materiales lujosos, por lo que supuso la cúspide de este proceso, pero de ningún modo un caso aislado. En la lectura de los testamentos podría decirse que se respira un orgullo especial cuando el testador declara la casa principal de la calle de tal como su morada y propiedad, y no se escatima gastos en la reedificación cuando la casa del mayorazgo se ve estropeada. No es casual que el mayorazgo se funde sobre una propiedad que se considera esencial para mantener el nombre y el prestigio del apellido, y así la residencia muchas veces queda asociada al título Casa Velarde, Casa Concha, etcetera.
Exposición de 1938, Convento de San Francisco.
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El ímpetu constructivo se puede medir también económicamente, según; Rizo Patrón se gastaron enormes fortunas en la construcción de algunas casas limeñas, así la mansión de los Querejazu fue avaluada en 80,000 pesos, en la casa de los condes de Monteblanco se gastó 63,024 pesos, la de los condes de Montemar se edificó a un costo de 73,342 pesos, y la Quinta de Presa montó un gasto de 110,029 pesos¹. Hay que tener en cuenta que en esa época un esclavo valía alrededor de 800 pesos o una calesa costaba 1200 pesos y una hacienda mediana entre 50,000 y 80,000 pesos. Otras casas tuvieron valores menos importantes como la del
marqués consorte de San Juan Nepomuceno, Arredondo y Pelegrín en la esquina Mascarón y Santa Teresa avaluada en 59,740 pesos, o la vizcondesa de San Donás quien tenía una casa frente al Tribunal de la Aduana apreciada en tan sólo 15,000 pesos. Pero es importante señalar que al importante costo de los inmuebles se añadía el gasto mueble que llenaba estas edificaciones. El salón o sala como habitación primaria para la recepción trataba de estar lo mejor arreglada posible, con cuadros, cortinajes, adornos y la mayor cantidad posible de asientos que completaban la decoración. Al mencionar el decorado de estas habitaciones debemos dejar en claro que presentaban muchos objetos de plata tanto para adorno como por su utilidad. El viajero Lafond (1822) señala que “… habia casas en las que todos los utensilios de menaje, lavadores, jarras, vajillas y candeleros eran de plata maciza. Los muebles estaban cubiertos de pequeños objetos de filigrana, imitando pavos reales y otros animales…”². El satírico Simón Ayanque -Terralla y Landa- describía estos salones “verás cuadros esmaltados/hacia la testera puestos/ cojinillos, canapés/estrado y petate bueno; /Las cortinas imperiales/ un telar de mucho precio /…/ verás también taburetes/ a la última moda hechos/ sus mesas de pies de burro/ tres faroles a lo menos/…/ verás un armario grande/ de muchos juguetes lleno/ de China, de cristal de roca/ vidrios grandes y pequeños…”³ . El conde de Casa Dávalos tenía en su sala, 24 sillas de caoba y terciopelo y 20 taburetes de estrado de caoba y terciopelo, una poltrona, 6 mesas grandes y pequeñas, una chinas otras de caoba torneada otra con tablero de piedra, un espejo con marco dorado, tres papeleras con espejo barnizado de china, un guardarropa, un canapé de terciopelo, un escaparate pequeño, un dosel de terciopelo carmesí con galón de oro y una araña de plata con peso de 80 marcos. La cuadra o cuadra de estrado era la habitación que generalmente se ubicaba a continuación y en paralelo a la sala, a la que se unía. Presentaba un estrado lo que daba el nombre a la pieza, Frezier señala que “sólo el estrado está cubierto de alfombras y de almohadones de terciopelo para que se sienten las mujeres. Las sillas para los hombres están tapizadas en cuero estampado en medio relieve”⁴. En los inventarios de estas habitaciones suelen mencionarse mesitas de plata, arañas de cristal, arañas grandes de plata con sus cadenas de lo mismo, tapicería de terciopelo carmesí, cómodas papeleras, cómodas inglesas, tocadores dorados, espejos, mesas embutidas de concha de perla, escribanías grandes embutidas en concha de perla con sus mesas de lo mismo, mesas y cajitas de concha de perla con
1.Rizo Patrón, 2001: 68 / 2. Nuñez, 1973, 103/ 3. Simón Ayanque, 1854(1792): 143/ 4. Frezier, 1982: 225