CULTURA
La intrínguilis lingüística
Guillermo Flores Serrano guillermocchn@yahoo.ca
La libertad para hablar y la RAE
D
esde que decidí estudiar una carrera relacionada con la lengua pareciera que a se me transfiguró el rostro en lago así, más o menos, como un diccionario. Cuando les respondía a la gente, principalmente familiares, que la carrera que cursaba era Lengua y Literatura Hispánicas1 me veían con un poco de asombro, pues no es algo que se entienda a la primera como “Derecho”, “Ingeniería petroquímica” o “Medicina”. Muchos me decían que si era “Letras”, al responderle que sí su cara no cambiaba mucho. En fin, a los que ignoraban de qué va mi carrera les explicaba que en ella se estudia la literatura escrita en español, principalmente, y la lengua española a profundidad. Ante la última aseveración (como cuando el estudiante de medicina comenta la licenciatura que cursa), las personas que conmigo charlaban formulaban preguntas del tipo “¿verdad que no se dice “viniste” sino “veniste” porque el verbo es “venir” y no “vinir”?”, yo les respondía que no, que es el primero porque el lexema con el significado de pasado en el verbo “venir” es “vin-“ y que por eso es “vine, vino, vinimos” etcétera. Pareciera que la respuesta no les satisfacía, pues me miraban con recelo, desconfianza, entonces lo dejaba por la paz. Cuando estudié lingüística me pasaba casi igual, sólo que la pregunta central era “¿y cuántos idiomas hablas?”, como esa pregunta venía después de la explicación acerca de qué se trata esa disciplina, pues también lo dejaba por la paz, obvio. El punto al que quiero llegar es que la gente, de manera inconsciente busca regular su habla mediante los recursos que están a su alcance. La consciencia lingüística los obliga, de cierto modo, a encontrar una manera adecuada de hablar, se autorregulan y autocorrigen con la finalidad de presentarse ante el otro como un hablante conocedor de la lengua. Esto, repito, es inconsciente, aunque hay personas que, de manera deliberada sí tratan de perfeccionar su hablar para que sea lo más “correcta” posible. Todo lo anterior me servirá para exponer que los seres humanos somos, hasta cierto punto, libres para hablar. Podemos decir lo que queramos como queramos, la competencia lingüística y pragmática nos permitirán
interpretar lo que el otro quiere decirnos, aunque, como siempre, hay un “pero”. Para ilustrar eso utilizaré lo que muchos activistas por la igualdad han tomado como bandera, el llamado “lenguaje inclusivo”. Los usuarios de tan peculiar manera de hablar, los que realmente lo siguen “a pie juntillas”, afirman2 que ellos pueden hacer con la lengua lo que quieran, que son libres de hacerlo y que ni la RAE3 (institución machista, misógina, colonialista y retrógrada) ni nadie les va a decir cómo hablar. Su aseveración, hasta cierto punto, es aceptable en tanto que ellos son los que perfilan su manera de hablar pues son “libres” de hacerlo. Sin embargo, su libertad se coarta 2. Hablo desde mi experiencia con un grupo de aproximadamente 40 personas entre los que se encuentran feministas, activistas LGBT+ y abogados defensores de derechos humanos. 3. Real Academia Española
1. Aclaro que ése es el título cuando uno egresa de la FES Acatlán, si egresa de la Facultad de Filosofía y Letras, el título es Lengua y Literaturas (así en plural, como si estudiaran literatura en euskera o aragonés) Hispánicas.
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Una mujer en la ventana, Caspar David Friedrich, 1822.