CULTURA
La supina necedad del bicornio
José Alberto Hernández Luna jhernalu@gmail.com
Escritura y libertad
E
Entrance to an inn in the praeste garden at Hillested, Martinus Rørby, 1844.
n uno de sus ensayos, el teórico de la literatura, Paul de Man, plantea que el ser humano más que crear el lenguaje es uno de sus resultados: sus intereses, su manera de pensar, su idea de sí, todo queda retratado, voluntaria o involuntariamente, en las palabras (Vélez, 2016). Lo anterior no quita que en un primer momento hayamos tenido la posibilidad de influir en la creación de las palabras, pero ya después sólo nos acomodamos al orden preestablecido, pues “los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje” (Wittgenstein). Lo anterior parece ir en la línea de Gaston Bachelard, quien descubre que la lengua materna puede condicionar nuestros sueños o la creación poética. Recupera un ejemplo de Simone de Beauvoir, quien descubre que en francés la mayoría de las nociones abstractas que implican finitud o reposo están en femenino: verdad, libertad, cultura, sabiduría, fuente…; mientras que lo que se mueve se articula en masculino: destino o devenir, tiempo, río, arroyo, etc., lo cual lleva a esta autora a dudar de la supuesta arbitrariedad en la construcción de las palabras. Pero en general, en Pulso Académico
todos los lenguajes, aparecen ciertas parejas como si la conciencia se organizara de forma dialéctica en opuestos, siguiendo quizá la dualidad sexual (Bachelard, 1997). No es lo mismo decir trabajo que hueva; esfuerzo que resignación, etc. Estas diferencias, por otro lado, le evitan monotonía al lenguaje y le dan una mayor variedad rítmica. La lengua materna es el medio de comunicación que usamos diariamente; avanza como el río, cumple su función y desaparece. La intención de los poetas (dígase cantantes, escritores y hasta políticos) es ordenar palabras de forma que permanezcan un poco más en la conciencia de quienes las escuchen; pero más que sonidos, ordenan conceptos (Fernández, 2015). Por esto es tan importante una noción como la Forma, en literatura y en las artes en general (incluso para ciertas cosas de la vida diaria decimos: “existen formas”). Existen Hay, también, composiciones que pasan a ser el referente con el cual medimos todas las demás creaciones y su elevación misma, dirán después los detractores, no es natural, sino que se apoya en cuestiones de poder, como lo señala Beauvoir. 81