fundieron en el nuevo periódico Granma -que desde 1967, y durante dos décadas, quedó bajo la dirección del capitán del Ejército Rebelde Jorge Enrique Mendoza- los diarios Revolución y Hoy, mientras El Mundo, dirigido por el anciano periodista Luis Gómez Wangüemert, desaparecía poco después, el 4 de abril de 1969, a consecuencia de un incendio accidental de su edificio. En forma paralela, cobraba gran impulso el cine, la literatura, las ciencias sociales e incluso las artes plásticas -por ejemplo, se inauguró en La Habana el vanguardista Salón de Mayo, (junio de 1967)-, difundiéndose diversas corrientes marxistas, incluidas las dominantes entonces en Europa occidental (Althusser). Del 4 al 12 de enero de 1968, se celebró en La Habana un congreso internacional de cultura con más de quinientos delegados titulado “Reunión de intelectuales de todo el mundo sobre problemas de Asia, África y América Latina”, dirigido a debatir sobre el papel de este sector en las luchas de liberación contra el imperialismo norteamericano. Según McCaughan, en esta coyuntura: “La literatura y las artes florecieron. Nuevas corrientes de pensamiento progresista de todo el mundo influyeron sobre la cultura académica, quizá de modo más notable en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, y se vieron reflejadas en revistas heterodoxas como Pensamiento Crítico.”330 Contradicciones con China y la URSS Las sustanciales transformaciones internas que se producción en forma acelerada en la segunda mitad de los sesenta en la mayor de las Antillas, para llevar adelante un socialismo diferente al existente en los países socialistas y en la URSS, estaban en consonancia con un paulatino distanciamiento de la política exterior china y soviética. Todavía en enero de 1965, el periódico Revolución publicaba en primera plana, con igual destaque y uno al lado del otro, los saludos de la República Popular China y la Unión Soviética al nuevo aniversario del triunfo de la Revolución Cubana.331 Las relaciones con el gran país asiático comenzaron a deteriorarse a fines de 1965, cuando el Gobierno Revolucionario prohibió la difusión en la Isla de la propaganda y materiales de las agencias de prensa chinas, acusadas de subvertir los valores ideológicos de la Revolución Cubana, a lo que Beijing ripostó con represalias en las cantidades de arroz que cambiaba a Cuba por azúcar. En el discurso de Fidel Castro, el 2 de enero de 1966 en la Plaza de la Revolución, después del desfile militar y en presencia de los delegados Edward J. McCaughan: Reinventando la Revolución. La renovación del discurso de la izquierda en Cuba y México, México, Siglo XXI Editores, 1999, p. 49. 331 Vease Fornés-Bonavia Dolz, op. cit., p. 234. 330
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