Consolidado su
segundo régimen y establecida la alianza con los apristas, Prado tuvo el tiempo suficiente como para disfrutar de una vida mundana. Por ello, Caretas lo calificó en reiteradas oportunidades de “frívolo” y “fastuoso”. Aquí se le observa, acompañado por algunos de sus colaboradores, paseando por el hipódromo con su característica elegancia. Aunque no con el apasionamiento ni la asiduidad de Leguía, Prado era un reconocido turfman.
[ ii ] el seGUNdo GoBierNo de maNUel prado Y UGartecHe (1956-1962). la diseNsiÓN del apra Y la coNsolidaciÓN de ap.- El flamante presidente asumió el mando el 28 de julio de 1956, fecha coincidente con el establecimiento residencial del ex presidente Odría en Washington. A lo largo de su gestión (1956-1962), el régimen pradista fue políticamente permeable al activismo partidario. Tanto el APRA, su aliado, como el Partido Comunista, volvieron a la legalidad; este último empezó a incursionar activamente en los estratos estudiantiles, obreros y campesinos. Las otras agrupaciones políticas desarrollaron proficua labor en sus respectivos sectores de influencia. En este contexto, ocurrió la disensión aprista, cuyo origen –repetimos– estuvo en la fase preelectoral, y que provocó que muchos dirigentes permanecieran, en señal de rechazo, en el exilio o abandonaran sus filas para siempre. Además, a consecuencia de ello, el APRA empezó a perder hegemonía en las universidades y en los sindicatos. El rompimiento sobrevino, pues, casi como un hecho natural. ¿Cómo sucedió la ruptura? En la IV Convención Nacional del Partido Aprista, celebrada en Lima en la segunda semana de octubre de 1959, una veintena de disconformes y jóvenes dirigentes nacionales presentaron un extenso documento (20 páginas) criticando severamente a la cúpula aprista, a la cual acusaban de “haberse aliado con la oligarquía” (convivencia APRA-MDP). Señalaban que dicha alianza era “una traición flagrante a los postulados del APRA”. La moción, que generó ásperos debates y una discusión de un día entero había sido elaborada –señala Rojas Samanez– por Luis de la Puente Uceda, Luis Olivera y Ezequiel Ramírez Novoa, entre otros. 140
PERÍODO 3
[ CAPÍTULO 1 ]
Entre los firmantes figuraban Gonzalo Fernández Gasco, Manuel Pita Díaz, Alberto Ruiz Febres, Walter Palacios Vinces y otros, adhiriéndose después Carlos Malpica, diputado por Cajamarca. La mayoría de los firmantes del histórico documento procedían del norte del país y desempeñaban importantes cargos en los niveles estudiantiles, juveniles y profesionales del aprismo. La moción no prosperó. Lo que aparentemente constituía una ligera disidencia dentro del APRA, al final tomó dimensiones espectaculares y, por supuesto, nefastas para su posterior accionar. La posición del “grupo de los 23” determinó, inicialmente, la formación de un “Comité de defensa de los principios de la democracia interna del partido”, que después se llamaría “Comité Aprista Rebelde”, luego “APRA Rebelde” y, finalmente, en 1962, Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), varios de cuyos principales líderes, influidos por la Cuba revolucionaria, llevarían a cabo las guerrillas en el Perú. Frente a la conducta equivocada y entreguista –observa Chang Rodríguez–, la explicación oficial de la dirigencia aprista tendía a justificar la “convivencia” con argumentación sofisticada para las masas, tratando de hacer entender que se trataba de una táctica, semejante a la desarrollada años atrás con el Frente Democrático Nacional, que garantizaría el triunfo del APRA en las venideras elecciones de 1962. En su discurso del 14 de junio de 1956, Ramiro Prialé señaló la primera “ventaja” que la “convivencia” aportaba a su partido: trocar ciudadanos disminuidos (semiciudadanos) en ciudadanos plenos. Un año más tarde, desde su alto cargo de secretario general, argumentaría “La convivencia es el esfuerzo que todos hemos realizado para crear este clima nuevo en el Perú; donde podemos reunirnos sin pelear y sin odiarnos, en el país donde es posible