partir de ello se instauró una nueva fase de la clandestinidad para el partido: la etapa de las “catacumbas”. Sobre el mencionado y execrable asesinato político mucho se dijo entonces, pero poco se hizo de manera rauda y efectiva. En cambio, innumerables fueron las conjeturas e incontables las elucubraciones que se levantaron en torno al hecho final; sospechas y recelos de los que no escapó el propio mandatario. En efecto, para juzgar al homicida se designó una corte marcial lo que contravenía a la ley; pero, justo es decirlo, Benavides no presionó, a los jueces para imponer la pena de muerte, motivo ostensible para que el delincuente no sea juzgado por un tribunal civil, como correspondía, pues en el código común no existía ese castigo. El autor del atentado fue sentenciado a la pena de internamiento con un mínimo de 25 años. Esta actitud de Benavides (¿pacto o condescendencia con el APRA?) lo malquistó con un poderoso sector de la ciudadanía. El teniente Cesar Pando Egúsquiza, que después llegó a ser general de brigada, formó parte de la mencionada Corte Marcial y fue quién salvó la vida al acusado, pues la sentencia de muerte debía ser dada por unanimidad. Cuenta el mismo Pando que, no obstante los múltiples sueltos anónimos que recibió, amenazándolo en caso que diera un voto contrario al fusilamiento, jamás fue presionado por el presidente Benavides en ningún sentido.
[ iV ] EL frusTrAdo ProCEso ELECTorAL dE 1936 y LA PrÓrrogA dEL goBiErNo dE BENAVidEs.Infortunadamente, la violencia política no se alejó del escenario nacional. La administración de Benavides en los meses siguientes tuvo que recurrir muchas veces a la represión para intentar reducir la virulencia e iniciar el tan anhelado consenso entre las diferentes fuerzas políticas, objetivo que consiguió a medias. Para ello, contaba con un instrumento “legal”: La Ley de Emergencia Nacional, heredada de Sánchez Cerro y confeccionada a base de leyes similares a las vigentes en países totalitarios. De este modo (y más tarde también) la coacción se agudizó. A fin de perfeccionar los métodos represivos –señala Villanueva–, Benavides contrató una misión de policía Italiana, fascista. Se creó el Batallón de Asalto, unidad motorizada, especializada en la disolución de manifestaciones populares, en la custodia de personajes políticos e implementada con esas específicas intenciones. Por otro lado el tenaz gobernante contrató al general Alemán Guillermo von Faupel y a un nutrido plantel del Ejército de Hitler para instruir al Ejército peruano. Sustituía así a las antiguas misiones francesas que, desde el siglo XIX, con Piérola se habían encargado de dicha tarea. Al general Faupel se le llegó a nombrar inspector general del Ejército con mando efectivo sobre las tropas (hecho que provocó cierto
Durante la segunda
administración de Benavides (19331939), en el Perú, como en otros países de la región, el culto a Benito Mussolini y a sus ideas fascistas se propagó de manera asombrosa a diversos sectores de la colectividad. La fotografía muestra una reunión fascista de esos días en el Circolo Sportivo Italiano, con una gigantesca imagen del líder italiano .
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PERÍODO 1
[ CAPÍTULO 1 ]