JULIO SALGADO (1944)
Pasaje De allí lo que quedaba Buscaban sus vihuelas los efímeros. Tengo los piquillines. Los huertos de poleo donde duermo. El celo en movimiento. Lo que se ve me digo. Corrió la imagen de su hechura. Espejo contra espejo. Volaban las montañas. Caían las ovejas desterradas. Las tijeras. Caían los esquiladores y las casas. De ahí el devoto de la sortija y el veneno. El mágico secreto donde se baña el mangangá comiendo de la flor en el tatuaje de la flor. Todo por un anochecer
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