Geopolítica del conflicto y de la cooperación en el Mediterráneo
para escapar de ese país y, sin embargo, llegan a Italia a través de Libia. Entonces hay que encontrar la manera de detener esta situación sin que la gente se ahogue, sin que los devuelvan a Libia. Eso solo se puede hacer si tenemos socios en la región, no Libia, socios entre los países de origen para decirles que podemos traer a la gente a Europa con un procedimiento de asilo muy rápido y, aquellos que no tengan derecho a asilo, pueden volver a su país de origen o a un tercer país que sea seguro. Tengo una idea específica para España: es una propuesta que he debatido con varias personas, un modelo que se puede exportar de Europa oriental. Ahí tenemos una gran frontera con un país que tiene 40 millones de personas, un PIB per cápita menor al de Marruecos y que está en guerra: se trata de Ucrania. Hace dos años se quitó el requisito para los visados en la Unión Europea, es decir, que los ucranianos pueden venir a Europa libres de visado. El resultado es que no hace falta erigir un muro en la frontera. Ucrania tuvo que aceptar dos cosas a cambio: en primer lugar, mejorar sus derechos humanos, mejorar su cooperación en materia de seguridad con nuestra policía para luchar contra la delincuencia organizada y, en segunda instancia, volver a aceptar a todos los ucranianos en situación ilegal en Europa y a otros que a través de Ucrania hubiesen llegado a Europa. El resultado es que hay muy pocas personas a las que haya que devolver a Ucrania, porque hay muy pocas que vienen ilegalmente. El número de solicitantes de asilo se ha reducido a la mitad, hay dos millones que viajaron con libertad y luego volvieron, y los que se quedaron en Europa lo hicieron en una situación de legalidad, sobre todo en Polonia. Hay medio millón de ucranianos que obtuvieron un permiso de trabajo el año pasado, o sea, que no es necesario levantar un muro. Esta propuesta la podría hacer España a la Unión Europea, ofreciendo algo similar a Marruecos y a Túnez, decirles que si colaboran con nosotros se convierten en nuestros socios para poder gestionar la inmigración y si vuelven a acoger a aquellas personas que parten de Túnez o de Marruecos tratándolas de manera humanitaria, con lo cual nos garantizamos que se cumple con las condiciones del tercer Estado seguro y se acepta a sus ciudadanos que vienen aquí de manera irregular. Con ello estos flujos van a reducirse; a cambio, les ofrecemos una política sin visado y les ayudamos a reubicar a los refugiados a través de ACNUR desde los países de los que tienen que escapar. De este modo tenemos una respuesta y podemos contrarrestar a Salvini y tenemos un incentivo para invertir en nuestras relaciones con Marruecos o Túnez. Esto es algo que España no puede hacer por sí sola. La Unión Europea no lo va a hacer ahora mismo pero, si se crea una coalición de Estados miembros interesados en esta iniciativa porque tienen este problema de migración y también porque quieren mantener una Europa liberal, si contamos con Alemania, Países Bajos, Francia, España, Grecia, Bélgica, en los próximos diez años podríamos tener una política totalmente distinta en el Mediterráneo. Porque no se trata únicamente de hacer cosas bonitas, se trata de mantener nuestros intereses, nuestros valores, y ofrecer a nuestros socios algo que sea atractivo. O sea, que hay que convertir a Marruecos y a Túnez en historias
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