“El Taquito”: una historia que contar
El Taquito también vale una misa Alberto Carbot
E
l Taquito es más que un lugar
Debo confesar que me movía una mezcla
donde se puede dar rienda suelta
de curiosidad y veneración; una inquietud por
al hedonismo culinario. En él, en
cobijarme entre esos muros que han sido tes-
medio de los exquisitos aromas y sabores de
tigos de encuentros irrepetibles entre los más
la buena cocina mexicana, al calor de un buen
ilustres personajes del Todo México en casi 90
trago, pueden comentarse los sucesos del día
años de existencia.
o deshilvanarse recuerdos de un México que desafortunadamente ya no es igual. La primera vez que acudí a este singular santuario de la buena mesa, fue en 1983, en compañía de mi entrañable amigo, el también periodista Carlos A. Medina. Me había propuesto conocer este legenda-
En esa ocasión, llegamos justo cuando se realizaba el festejo del 60 aniversario y el maestro Jacobo Zabludovsky develaría la placa alusiva. El lugar estaba a reventar, de tal modo que no pudimos sino probar unos cuantos bocadillos y acaso beber un par de tequilas.
rio espacio donde por igual han comido presi-
Pero volví a ese lugar de las calles del Car-
dentes, personajes de la nobleza, empresarios,
men, tan pronto como me fue posible. Y enton-
grandes toreros, íconos de la cultura y las artes,
ces sí disfruté a plenitud, tanto de su atmósfera
jerarcas de la Iglesia, políticos, deportistas, pe-
como de sus apetitosas viandas.
riodistas e idolatradas leyendas del espectáculo.
También me di oportunidad para recorrer
Por encima de todo, me atraía conocer el
sus salones y observar durante varios minu-
lugar que -durante su visita a México en febrero
tos las innumerables fotografías que, para la
de 1962-, había hecho las delicias de la bellísima
posteridad, cuelgan de sus paredes; un tesoro
Marilyn Monroe.
invaluable que se ha incrementado al paso de
Rafael Guillén y Alberto Carbot
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