Rafael Guillén Hernández
El día en que el Papa bendijo al taco mexicano
A
finales de 1978, pasada la Na-
se levantó a hablar por teléfono en la caja
vidad, preparábamos la fiesta
del restaurante. Al finalizar su llamada, le
de fin de año, cuando el 28
comentó a mi padre que tenía una impor-
de diciembre sonó el teléfono de nuestra
tante misión en Europa, y que con mucho
casa de Libra y pidieron con urgencia que
gusto lo invitaba a ir con él.
mi papá tomara la llamada. Él, en un par
Sin embargo, por las necesidades del
de minutos de conversación, cambió su
restaurante, don Rafa no pudo aceptar la
rostro de la preocupación a la alegría; de
invitación, pero le dijo en plan bromista:
la responsabilidad al compromiso. Apenas
-Yo no puedo, pero llévate a mis hijos.
colgó el teléfono, nos dijo con asombro y
Y el padre le respondió:
gran entusiasmo:
-Adelante, que preparen su pasaporte,
-El Taquito servirá, dentro de un mes, la comida al Papa. Me lo acaba de decir el señor abad, Guillermo Schulenburg. Este insólito hecho se había comenzado a gestar desde septiembre, cuando durante
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sus papeles y en unas 2 semanas más estarán volando al otro lado del mundo. Sorprendido, le preguntó si era en serio tal invitación y el padre sólo lo miró a los ojos. Inmediatamente le reviró:
una comida de monseñor Schulenburg en
-Rafael, ¿cuándo te he dicho algún cuento
El Taquito, le pidió al padre Del Águila
que no fuera cierto? Anda, apresura a tus hijos
-uno de sus más cercanos colaboradores-,
y deja de hacer preguntas.
que debía dirigirse al Vaticano, a llevar un
Ya con más calma y debido a mi corta
pequeño encargo. Él aceptó de inmediato y
edad, se decidió que fuera Marcos a tan