Pasión y Glorias Estepa 2018
Don Manuel Lassaletta Muñoz Seca. Un párroco muy querido por los estepeños, y una figura esencial en nuestra Semana Santa La Semana Santa de Estepa no sería igual a la que conocemos hoy, porque no estaría completa si en el destino de esta ciudad por los primeros años de la década de los cincuenta del pasado siglo, no se hubiera cruzado don Manuel. Quien en un principio parecía ser un sacerdote más, con el paso del tiempo y tras ganarse el cariño de la gente, resultó ser aquél hombre excepcional, sencillo y humilde, con un sentido del humor extraordinario que le confería su “puntito” de travesura, caritativo y cariñoso con todo el mundo. Con unas ideas muy peculiares y claras respecto a la forma de entender y vivir la esencialidad de la vida cristiana, y el ejercicio de su ministerio sacerdotal como un válido instrumento religioso y social, favorecedor en la ayuda y el servicio a todos; pero especialmente, a los más débiles de la sociedad. Ese “cura del pueblo”, llano y tan querido, era don Manuel Lassaletta Muñoz Seca. Un sacerdote jerezano, inteligente, bromista, de vida austera y sobrias costumbres, de gran corazón y solidaridad con los más necesitados, y amigo de los trabajadores. Sus progenitores pertenecían a distinguidas familias de la sociedad de Jerez de la Frontera y del Puerto de Santa María. Su padre, don Pedro Luís Lassaletta Crussoe, fue alcalde de Jerez en 1915 durante la monarquía de Alfonso XIII, y más tarde, ejerció como abogado trabajando para la empresa jerezana Bodegas Domecq. Su madre, doña Concepción Muñoz Seca, (quinta de diez hermanos) nació en el Puerto de Santa María después que su hermano el célebre comediógrafo don Pedro Muñoz Seca; prolífico escritor y genial autor de teatro, que murió fusilado el 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama. Era por tanto, tío de don Manuel Lassaletta, a quien le adornaba idéntico humor y el “gran salero” que tenía su tío; ambos eran dos personas desenfadadas, con muy buenos “golpes” de genialidad.
Sus superiores debieron estimar que el fruto aún no estaba “maduro” para la obediencia en aquéllos rígidos años, y debió ser éste el motivo por el que mandaron al joven jerezano a impartir esas clases; a lo que él en desacuerdo les responde: “no he entrado en el Seminario para ser maestro”. Y abandona la Orden jesuítica e ingresa con posterioridad al año 1945 en el Seminario de Sevilla, siendo ordenado sacerdote diocesano cuatro años después, el dos de abril de 1949, con el fin de comenzar a ejercer cuanto antes su anhelada labor parroquial.
De su tío Pedro, autor entre otras muchas de la divertida obra “La Venganza de don Mendo”, se cuenta que dijo esta frase al serle requisadas sus pertenencias tras su detención en Madrid: “Podéis quitarme el reloj, la cartera o las llaves y hasta la vida. Pero hay una cosa que no podéis quitarme: el miedo que tengo”. Y meses después, antes de ser fusilado, comentó: “Sois tan hábiles que me habéis quitado hasta el miedo”. Don Manuel nació en Jerez de la Frontera, el día treinta y uno de diciembre de 1912. Inició sus estudios eclesiásticos en la Compañía de Jesús, (jesuitas) y en ese período de pertenencia a la Orden de San Ignacio de Loyola, escribió y publicó en Madrid el pequeño devocionario “El niño amante de la Virgen”, de lectura especialmente indicada para niños y jóvenes. En esos años adquiere una sólida formación, y cuando creía que iba a ser ordenado sacerdote, lo enviaron a seguir enseñando en un colegio. A los jóvenes jesuitas los mandaban a misiones de enseñanza y eran denominados dentro de la Orden como “Maestrillos”. 12
En 1949 –con 37 años–, y recién ordenado, es enviado al que debió ser su primer destino, en el que se ocupaba de las parroquias de dos localidades: Santa Olalla del Cala (Huelva), donde residía, y El Real de la Jara (Sevilla); dos pueblecitos en los que permaneció más de un año, dejando en tan poco tiempo una profunda huella y un cariñoso recuerdo entre sus habitantes. Allá en Santa Olalla del Cala, junto con don Carlos Ros López; su gran amigo, colaborador en todo y “Maestro Nacional” del pueblo, emprendieron una loable labor social dando clases nocturnas en la escuela de don Carlos, enseñando gratis a leer y escribir a gente mayor analfabeta de la postguerra; alumbrándose muchas veces con las velas que don Manuel llevaba de la iglesia, pues la luz eléctrica de entonces se apagaba con bastante frecuencia. El escritor, periodista y sacerdote jubilado, don Carlos Ros Carballar, hijo de aquél Maestro Nacional de Santa Olalla, atendiendo amablemente mi solicitud –gesto que le agradezco considerablemente–, me ha facilitado valiosa información; datos y recuerdos que tiene de don Manuel Lassaletta en los años de su niñez, cuando vivía en aquél pueblo onubense y contaba con ocho o nueve años de edad. Él, me refiere que la vivienda de don Ma-