Yo tengo como un ángel que me dice aquí o allí, más cerca todavía, habla, calla, resiste, estira el brazo, toca despacio todo lo que es tuyo. Héctor Viel Temperley
Desde adentro La escritura de Fabián Guerrero es, sin dudas, un lugar en que convergen las emociones y la experiencia. El saberse incompleto es el aliciente que lo lleva a mediar sus afectos a través de la palabra en búsqueda de un remedio. “Que la palabra dolor en latín signifique poema es una cosa curiosa” señala el poeta al referirse a su propia creación y no es una acotación que se pueda pasar por alto. Pues como señalan algunos autores nuestras mediaciones internas tienen el potencial de desestabilizar el lenguaje del consenso en el que gobierna la racionalidad instrumental. Gilles Deleuze y Felix Guattari (1996) señalan que: “el cuerpo sin órganos es un cuerpo afectivo, intensivo, anarquista, que tan solo comporta polos, zonas, umbrales y gradientes, una poderosa vitalidad no orgánica lo atraviesa” (p. 207). El oficio del cuerpo trasciende lo físico y resquebraja nuestra mirada que solo se enfoca en lo material como lo único válido para la vida moderna. En el caso del poemario “Como la vida” de Fabián Guerrero, su disposición da cuenta de lo esencial y de madurez poética, pues separar la paja del trigo no es un trabajo amateur. El género poético que utiliza Guerrero es el haiku, que en la sumatoria de todo el texto se asemeja a un diario de larga data en el que el autor señala temas que han atravesado su vida como el amor, la muerte, la soledad, la ausencia y no podía faltar la escritura misma. Por ejemplo, se menciona a una hoja de papel en blanco como una infinitud de posibilidades, como una especie de vaso vacío a ser llenado por sus inagotables afectos. 113