El Caballo del Páramo Se dice que en la gran planicie del Páramo del Cajas hay un espíritu salvaje corriendo sin parar. Las voces cuentan que nunca fue domado. Es imposible verlo y escucharlo a menos que, se lo sienta con el alma. Para llegar a ese lugar se debe atravesar varios retos. Uno de ellos es caminar a la luz de la Luna porque se cree que entre sus destellos hay jatun sami (bendiciones) que curan el alma. Después, una áspera pendiente que, la Pachamama (madre tierra o hábitat) nos impone para apreciar la vida que nos rodea. Al conquistar la pendiente hay un pequeño lago cuyas aguas, según algunas personas, hacen que la jatun tarpuy (gran siembra) sea próspera todo el año y llene de vitalidad el cuerpo cuando se baña en ella porque esas aguas fortalecen y bendicen la vida. Durante esta travesía los ancestros miran nuestros pasos para mostrarnos el ñan (camino) de la pureza y, una vez limpios de todo mal solo queda abrir bien los ojos para que la neblina del páramo se desvanezca. Entonces, desde lo más profundo de las montañas el gran espíritu relinchará para llevarse el alma dejando al cuerpo descansar. Una vez montado en su lomo, el espíritu te llevará hasta el shunku (corazón) de la madre naturaleza para decirte si eres digno de volver a la vida porque no harás ningún mal. Caso contrario, tu alma vagará toda la eternidad entre la espesa neblina. Si el alma regresa al cuerpo esa persona será protectora de la vida y de todos los seres que no pueden defenderse. Aquel espíritu que corre sin parar fue un alma tan pura que tomó la forma de caballo y decidió cuidar tan hermoso lugar galopando. Para realizar este viaje hacia lo eterno, se debe tener valentía y empezar el camino durante la noche porque bajo los rayos del sol el demonio se oculta. Los obstáculos en la pendiente son las faltas cometidas durante la vida y serán perdonados una vez superados. Y las aguas de aquel lago son lágrimas de Luna por ver tanta violencia en la Tierra, 54