La isla de los recuerdos A Dan no le importaba el tiempo, el clima, ni mucho menos lo que pasaba a su alrededor. Su vida giraba en torno a sus intereses y necesidades. No era para menos, Dan vivía solo en un isla alejada en alguna parte del mundo, en el que algo mágico y extraño sucedía una vez al día, durante cinco minutos. Una pequeña puerta de color verde aparecía entre los árboles y permanecía ahí hasta que alguien la encuentre si Dan no la encontraba en una hora esta desaparecía de la isla. Al principio, no generó interés alguno, pero conforme pasaban los días, la curiosidad de Dan despertaba cada vez más. Una tarde, mientras Dan iba en busca de los alimentos para preparar su cena, la puerta apareció ante sus ojos. -¡Otra vez tú! – exclamó Dan al ver la puerta delante de sí. -Mmm… No eres más que un simple pedazo de madera. Alé- jate de mí… Dan siguió su camino sin preocuparse por el pedazo de madera de color verde que periódicamente aparecía frente a sus ojos. Ya en la comodidad de su cabaña y mientras disfrutaba de un poco de los frutos que había recolectado para su cena, la puerta volvió a aparecer. -¡No te cansas eh! No creo que seas tan importante dijo Dan, después de voltear la mirada. Pero la curiosidad sobrepasó el desinterés de Dan e hizo que se aproxime a ella. Con cautela y con los ojos bien abiertos, Dan analizaba cada detalle de este pedazo de madera pequeño de color verde. Después de observar durante mucho tiempo, decidió abrirla. Dan nunca imaginó que detrás de ese pequeño pedazo de made- ra iba a encontrar algo tan alucinante como aquello que vio. Después de cinco minutos dentro de la puerta, Dan no tuvo palabras para expresar lo que había visto. Consternado y fuera de sí, volvió a su cabaña. Con la mirada perdida, Dan se sentó en un rincón en el que permaneció por horas hasta el amanecer. Para entonces, la puerta había desaparecido. 74