Poesía, el arma de los sentidos Hablar de poesía es hablar de expresión sensorial, de la puesta en escena de lo real, de lo observado, de lo vivido, usando un lenguaje que tiene armas recursivas y potentes como las figuras retoricas (por ejemplo). El estado de ánimo de quien escribe influye de manera directa al momento de expresar lo recolectado por varios de sus sentidos, en especial por el sentido de la vista, he allí la importancia de la imagen en la poesía. Para el poeta peruano José Watanabe, escribir poesía es algo así como un acto reflexivo, en el que las accio- nes rápidas del ojo (como artefacto recolector de datos de lo que llamamos realidad), se plasman en los escritos que van cargados de retratos, como en el texto Animal de Invierno: “Nuevamente veré en las faldas del macizo vetas minerales como nervios petrificados, tal vez en tiempos re- motos fueron recorridos por escalofríos de criatura viva. Hoy, después de millones de años, la montaña está fuera del tiempo, y no sabe cómo es nuestra vida ni cómo acaba. Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro en su perfecta indiferencia y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia” (Watanabe, 2012). Entonces, ¿es verdaderamente importante hacer poesía en un tiempo en el que la belleza de las palabras es opacada por la violencia y lo banal?, por su puesto, al igual que Wata- nabe, podemos hacer el uso potente de nuestros sentidos, y darles la importancia que realmente merecen, muchas veces solo vemos las cosas por la superficie, sin adentrarnos y dar- nos cuenta que, de allí es de donde salen los mejores escritos, lo mismo pasa con los aromas, los sabores y los sonidos, dejamos que las experiencias sensoriales sean básicas, y no vamos más allá con la escritura y exposición de lo que consideramos parte de la realidad. La importancia de escribir poesía, radica en la originalidad y creatividad que se expresa al momento de transmitir las palabras que no buscan encajar ni ajustarse a la cotidianidad, es un tipo de protesta que rompe el vínculo o se divorcia del clásico uso de “las palabras bonitas” que agradan a la socie89