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TESTIMONIOS
Testimonio y memoria agradecida Soy José Luis Bruno. Hace un tiempo el padre Ariel Cattaneo me pidió una colaboración para el libro que está escribiendo. Y la verdad, me llenó de alegría. Quiero dar gracias a Dios por mis padres que me iniciaron en la fe, especialmente mi madre Angélica, la griega, que me enseñó los primeros pasos en la vida cristiana, el colegio Boneo donde estudié, pero en especial, mi amada comunidad parroquial de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro; allí encontré no solamente formación y enseñanzas, encontré personas, rostros, contención, experiencias únicas e inolvidables que están grabadas a fuego en mi corazón, y que pese a mi pecado jamás se borran u olvidan… no quiero olvidarme de tantos hermanos y sacerdotes redentoristas que dejaron huella en mí: padre Pablo del Río, padre Eduardo Bottegal, padre Carlos Wiszniowski, padre Victorino Bisi, padre Miky Pollano, hermano Hermenegildo, Hermano Sebastián, Hermano Rafael, Hermano Luis, padre Luis Desimone, padre Alfredo Rodríguez, por decir algunos… pero indudablemente considero y siento “maestro misionero” a mi querido hermano y amigo, el padre Esteban Cullen. De él aprendí lo que significa ser misionero y misionero redentorista, no solamente lo aprendí, sino también lo experimenté. Escudriñando en mi interior, la primera misión a la cual Esteban nos convocó, fue en Villa Gobernador Gálvez, en marzo de 1988. Éramos un lindo grupo de hermanos de la comunidad parroquial, y estas experiencias al menos yo, las continué durante veinte años, hasta 2010 aproximadamente en barrios periféricos y populares, particularmente de Villa Gobernador Gálvez (VGG). Generalmente las misiones eran en los meses de enero/febrero, pero también fuimos muchas veces en Semana Santa y Pascua.