público por los batistianos exiliados y depositados en bancos estadounidenses.204 El Gobierno Revolucionario trató de contrarrestar los ataques de los medios de difusión norteamericanos invitando a visitar la Isla a periodistas extranjeros (Operación Verdad) y televisando el 22 de enero el juicio, realizado en el flamante coliseo de la Ciudad Deportiva de La Habana, de uno de los más connotados criminales de guerra del régimen depuesto, el mayor Jesús Sosa Blanco. Estos procesos se proponían impedir una oleada incontrolada de ira popular como la que había ocurrido en agosto de 1933 a la caída de la dictadura de Gerardo Machado, tal como ha advertido el mexicano Jorge Castañeda: “Ni se trató de un baño de sangre, ni se exterminó a un número significativo de personas inocentes. Después de los excesos de Batista, y en vista de la exacerbación de las pasiones en Cuba en esos meses invernales, más bien resulta sorprendente que el número de muertes y de abusos haya permanecido tan pequeño.”205 Incorporación de Fidel Castro al Gobierno Revolucionario Miró Cardona sólo permaneció unas pocas semanas en su cargo de primer ministro, pues sus constantes desavenencias con el presidente Urrutia, a quien pretendía sustituir, crearon la primera crisis gubernamental. En su lugar fue nombrado, el 16 de febrero, Fidel Castro -que hasta entonces se había negado a aceptar puestos en el gobierno, tal como había orientado a los comandantes del Ejército Rebelde que tenían mando de tropas-, presionado por los ministros que procedían del M26-7 insatisfechos con la pobre gestión gubernamental. Como ha evaluado el historiador santiaguero Reinaldo Suárez: “La atención se concentró en lo urgente: atacar la herencia de corrupción y crímenes de la dictadura, pero el gobierno descuidó avanzar en la materialización de los derroteros derivados de los enunciados programáticos de la Revolución.” 206 El ingreso de Fidel Castro al gabinete -verdadero factótum de la Revolución-, con poderes equivalentes a un jefe de gobierno, fue posible Consúltese Andrés Zaldívar Diéguez y Pedro Etcheverry Vázquez: La conspiración trujillista. Una fascinante historia, Santo Domingo, Archivo General de la Nación, 2016, p. 175-176. 205 Jorge G. Castañeda: La vida en rojo. Una biografía del Che Guevara, México, Alfaguara, 1997, p. 187. 206 Véase Reinando Suárez Suárez: “El Gobierno Provisional Revolucionario”, en Memorias de la Revolución II, loc. cit., p. 39. Fidel Castro había discrepado públicamente de Urrutia el 6 de febrero de 1959 por su decisión de clausurar los casinos de juego, lo que estuvo a punto de provocar la renuncia del mandatario, así como a fines de ese propio mes debió intervenir para que accediera a dar salvoconductos a batistianos asilados en la embajada de Chile. Ibid, pp. 41 y 42. 204
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