LETRAS
El arte de comer pan en Mexico Por Sergio Colín
La Concha A los 17 años se es muy joven. Al igual que el año, los fríos de invierno habían acabado y la hermosa primavera florecía en cada rincón. Al igual que las flores abrían, un nuevo amor comenzaría para mí. La fui a conocer en una cena, me miró como si fuera algo especial, no sabía de qué hablarle y lo único que se me ocurrió fue compartirle de mi postre. Una pequeña concha que aceptó con una sonrisa en sus labios. Jamás una mujer tan hermosa se había fijado en mí. Sus cabellos rubios y sus ojos tan negros… ¡Quedé cautivado!. En aquellas cálidas noches después de cenar, salíamos a caminar por la madrugada. El pensar que se quedaría por siempre fue una com-
binación de juventud, cobardía, ingenuidad. No fue sino hasta el último día antes de su partida, que me armé de valor para confesarle mis sentimientos. Ella solo me contestó con una tristeza en el corazón -y desilusión en sus ojos- “ya es demasiado tarde mi pequeño”. Y así nomás, se fue para nunca volver. Mis manos las esperaron muchos años. Nunca volví a probar la dulzura de sus labios y nunca volví a comer otra concha para no recordar a mi primer amor.