La Roqueta
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Por Andrés Rivera
U
na de mis tradiciones favoritas con cada nuevo inicio de año y llegado el periodo vacacional, es remojarme en el agua de la playa Palmitas, en la isla La Roqueta. Una experiencia revitalizante y maravillosa en sí misma que también implica una espléndida travesía que expone otras bondades del puerto de Acapulco. En pasadas ediciones de la revista Nigromante, visitamos lugares de esta ciudad de carácter histórico y cultural como el Fuerte de San Diego y la Zona Arqueológica de Palma Sola. El día de hoy abordaremos una locación natural recreativa, pero igualmente emblemática para los acapulqueños: la isla La Roqueta.
Ubicada en la zona de aquel Acapulco Tradicional, se debe tomar un viaje en barco para llegar a ella, partiendo de la playa Caleta. Las embarcaciones utilizadas son llamadas “fondo de cristal” pues en el centro tienen una sección de vidrio transparente que le permite a los tripulantes observar la flora y fauna oceánica. A lo largo del recorrido también se visitan a la distancia algunas casas de famosos ubicadas en la bahía, como la casa de Luis Miguel, Cantinflas o Juan Gabriel. Como última parada antes de llegar se tiene a la Virgen de los Mares, que es una estatua de bronce representativa de la Virgen de Guadalupe y que está sumergida cerca del islote La Yerbabuena, a la que todos los hombres de mar que navegan en el puerto se encomiendan día con día.
Una vez desembarcado existen varias alternativas ya que la isla es vasta: una es quedarse en la playa principal que está a unos metros del muelle, cerca de ella existe un restaurante donde se pueden ordenar toda clase de mariscos y otros platillos típicos; la otra es optar por el senderismo, hay muchas veredas que seguir y todas conducen a destinos valiosos, por ejemplo el faro de La Roqueta. Es el punto más alto del lugar y desde él se puede apreciar una