capítulo_2
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La herencia colonial
Así, la dominación colonial no ofreció posibilidades políticas ni económicas al desarrollo nacional. Económicas, por las relaciones sociales de naturaleza colonial entre los estamentos sociales, y políticas por la fragmentación corporativa en que se encontraban dichos estamentos, así como por las múltiples facciones oligárquicas resultantes de dicha fragmentación. Por otro lado, la precaria administración de la Metrópoli, resultado de las tensiones entre la administración española y la colonial, asociada a la preservación de los derechos corporativos, devino en una falta de universalización del Estado, impidiendo el desarrollo de valores y símbolos comunes a su población. ●●● La ausencia de la aristocracia en la dirección políticomilitar de la Independencia por su permanente ambivalencia y errático comportamiento frente a los españoles, determinó que fuera desplazada por los jefes militares y que como grupo dirigente no figurara en la nueva escena republicana. Además, la destrucción de haciendas, obrajes, minas y el reclutamiento forzado de la mano de obra servil y esclava en forma indistinta por “patriotas” y “realistas” se sumó a ese desplazamiento político de la aristocracia, determinando la quiebra de sus bases económicas de poder. Asimismo, la guerra de la Independencia provocó el exilio en masa de los comerciantes peninsulares, de muchas familias aristócratas, de los funcionarios coloniales y de muchos signatarios eclesiásticos. La aristocracia limeña, como afirmara Riva-Agüero: “... se deshizo lentamente en la larga anarquía que siguió y desapareció como clase social. Su indolencia, su peruana blandura, no le permitieron conservar importancia y poder, constituyendo una oligarquía republicana conservadora como en el antiguo Chile. Mereció su caída, pues se arruinó por carencia de prestigio, energía y habilidad” (1965: 436). En resumen, al romperse los lazos con la metrópoli, la aristocracia criolla no pudo, como algunos lo hubiesen querido, servir de equipo de reemplazo y de estabilidad. Destruida la cabeza patrimonial metropolitana y la aristocracia colonial, que daban orden y concierto a la organización de la sociedad y la política, el “cuerpo” social se fragmentó, descoyuntándose en parcelas gobernadas por grupos señoriales que ostentaban una importante autonomía como para decidir la suerte de sus respectivas jurisdicciones. La permanente tensión patrimonial entre la
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metrópoli y los grupos oligárquicos, al romperse el pacto colonial, se resolvió con la “feudalización política”. A partir de entonces la dirección política del país cayó en manos de los jefes militares de la campaña de la Independencia. Pero éstos, al no tener el suficiente poder económico para constituirse en un nuevo centro hegemónico de poder, tuvieron que valerse de alianzas transitorias con diferentes oligarquías regionales y con distintos políticos, capaces de expresar ideológicamente los intereses de estas alianzas. Es así como a partir de la Independencia, el Perú sufrió una fragmentación política que originó una profunda inestabilidad que, con diferentes interludios, duró hasta fines del siglo XIX. Con la eliminación del estrato colonial dominante y la desarticulación de las masas populares se produjo un vacío de poder, que ni los jefes militares ni las facciones oligárquicas pudieron llenar, por su incapacidad de integrarse políticamente y, en consecuencia, tampoco pudo integrar a la población dominada, restando así posibilidades para la constitución real de un Estado y una Nación. A estos indicadores de la inestabilidad política y de la ausencia de hegemonía de una clase, cabe agregar los numerosos brotes insurreccionales y guerras civiles que durante el siglo XIX afectaron todos los gobiernos, para así tener una idea de las dificultades de la sociedad peruana para integrarse social y políticamente. De ahí que los problemas de orden y unidad nacional merezcan especial consideración en el desarrollo histórico del país. El Perú atravesó a partir de entonces, y hasta fines de siglo, un proceso aparentemente paradójico: el establecimiento de una “situación” oligárquica, sin conformar una fracción hegemónica. De lo contrario: ¿Cómo explicar la permanente inestabilidad política que a partir de la Independencia persistiera a lo largo de todo el siglo? Si en vez de esta hipótesis se planteara que la situación oligárquica estuvo dirigida por una facción hegemónica, ¿en qué consistía el carácter políticamente dominante de dicha facción, que no podía mantenerse en el poder y debía dejar su sitio a un nuevo caudillo y su corte de allegados, cada nueve meses como promedio? Asimismo, ¿cómo explicar que en ese período se promulgaran ocho constituciones diferentes? Si, por el contrario, se cuestionara la existencia misma de un régimen oligárquico neo-colonial, el carácter censitario del voto, la concentración de la propiedad, el mantenimiento de la esclavitud hasta mediados de siglo y el tributo indígena y su condición colonial bastarían para eliminar cualquier duda al respecto. 47
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CARETAS 2002