CAPITULO–4
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Discurso quinto: leyes fundamentales, que convienen al Perú
tes proporciones para emigrar, de que carecían infinitos que vimos en esos arenales, hambrientos y casi desnudos, huyendo de la servidumbre. Comparada la conducta de esos aristócratas, con la de cien y cien notables por su virtud, por sus talentos, por su decisión a nuestra causa, con justicia llamados a los primeros empleos de la República. Contra los mayorazgos No deben haber títulos, no deben haber mayorazgos, primogenituras, fideicomisos, patronatos de legos, y demás fundaciones que tuvieron por objeto principal establecer la desigualdad de los hombres. El discurso que dejó escrito Mirabeau sobre esta materia, y que fue leído con aplauso después de su muerte, me haría sólo remitirme a él, si estos libros se hallasen al alcance de todos los peruanos a quienes trato de instruir. Yo usaré de muchos de sus pensamientos y añadiré algunos míos. La moral, la religión, la política abogan por la causa que defiendo. ¿Pero puede haber alguna ley, que no tenga estrecha relación con la moral, la religión, y la política? Estos son los elementos que componen el gran todo de la felicidad humana. En los códigos antiguos, defectuosos muchas veces, se fijaron en distancia, en los modernos se compenetran de tal manera que constituyen un solo ser. La política exige en las monarquías las primogenituras. Este fue el error de Mirabeau, querer que se mantuviese Luis Capeto en el trono; y querer al mismo tiempo destruir los mayorazgos. Corte y nobleza debe haber, donde hay un Monarca. El que
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CARETAS 2002
ama y protege esas rentas perpetuas, cabala por el mando, para sí o para otro. El que quiere distinciones no quiere república: el que pretende que los derechos del hombre al nacer no sean iguales, ni continúen siéndolo, es un tirano, sin ministro de la tiranía: es un enemigo de Dios, de sus semejantes, de la paz de las familias, y de la tranquilidad pública. Qué desenlace tan hermoso podían tener estas ideas, si no estuviese firmemente convencido, que los discursos de enseñanza general que deben circular, no han de ser difusos, porque no serán leídos. Yo haría ver, que todos los casuistas, los teólogos, los jurisconsultos que defendieron la permanencia de los vínculos, pecaron contra la ley santa de la naturaleza. Los hijos todos tienen igual derecho a los bienes de su padre, o ninguno de ellos lo tiene. Es por esto que Solón no consintió que testasen los que dejaban sucesión legítima. Preferencia al uno, y no preferencia por el mérito y la virtud, sino por nacimiento anterior, es una barbarie, una injusticia. Conclusión Ya por lo presente me parece que todos quedan convencidos, que jamás debemos pensar en constituir un reino; que si no queremos rey, no debemos sostener la nobleza hereditaria, los títulos, los mayorazgos, los privilegios, las distinciones, que se llamaron de familia. Demócratas nacionales, nuestras bases, son la religión y la moral, el verdadero honor, el amor permanente a la patria.