Toc-Toc Fernanda Sarmiento
Detesto la oscuridad. No soporto el momento cuando la luna reemplaza al sol. Cada día de mi existencia voy a dormir con la esperanza de que ya no esté.Tal parece falso el mito de: «si deseas algo lo bastante fuerte se hará realidad». Ningún tipo de rezo ha servido; siempre presente. Silencio y calma ingredientes perfectos para que irrumpa. No puedo ser feliz. Es imposible y, no es que no quiera, ¿quién podría desear ser infeliz? Necesitarías serios problemas para aspirar a una vida de dolor. Mis facultades mentales son casi perfectas. Me dedico a estudiar la mente. Ella fue mi motivación, ¿motivación? ese no es el término, ¿motor?, tampoco, lo dejaremos en «impulso».
¿Pecados? Ninguno grave. ¿Ganas de hacer cosas ilícitas? No faltan. ¿Valores? Inculcados por mi madre hasta la medula ósea. ¿Me estoy volviendo loco? Anoche creí haber tenido un sueño; mi difunto perro volvía, de principio pensé que era producto de mi imaginación, pero un lengüeteo en mi oreja me despertó. En mi cama estaban los desechos del animal, sin embargo, en la casa no había rastro de él. ¿Será que cumple su propósito y terminaré suicidándome como ella lo quiere? ¿Y mis valores habrán de irse al carajo? Toc-Toc. Una serpiente de hielo recorre mi espalda. Son dos toquidos.
Dossier| Las Voces del Puerto IV
Maldita sea, ya anochece. ¿Cuándo se irá esta presencia? ¿Qué quiere de mí? Si soy feliz, ella esta. Si hechos desafortunados acontecen parece extinguirse: el día que murió mi perro apenas e hizo acto de presencia. Cuando concluyó la vida de mi madre, no la sentí en un mes. Llegué a creer que mi mamá era bruja y se había llevado con ella todos sus «demonios», pero al momento de decidir salir, después de treinta días de luto, esa misma noche, ella apareció. Nunca le temí a los monstruos del armario. Mi mayor miedo fueron las niñas rubias de dos trenzas.
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