Matilde, la casa está sola… Juan Murillo Dencker1 Porque esta calle está llena de encantos para los que han nacido en ella y aquí viven. Matilde.Casazola
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atilde está sola en la casa detrás de una puerta centenaria y angosta. Transcurrido un zaguán el universo poético se configura entre el mueble tapizado de tiempo, el óleo antiguo de la Virgen y el Niño, el cómodo sillón inglés, los pequeños adornos –símiles del recuerdo– dispuestos al azar de los acontecimientos, y su voz afable, cálida y sensual invita al peregrino a quedarse. Un hogar donde hierven las aguas que infunden las hierbas aromáticas se convierte en un coqueto salón de té, y una tarta dulce hace la tertulia –aún– más dulce. Las paredes vestidas con rostros de poetas –trazados a carboncillos y acuarelas– contemplan el calendario eterno de los días que no volverán. Un jardín-patio habitado de árboles cuyas ramas serpentinas son el descanso de las aves en busca de agua fresca, y aunque los gatos vigilantes están al acecho, allá está el espacio donde los sueños salen a pasear, y luego a volar en el cielo abierto. Al fondo unos cuartos donde se guardan los trastos y los malos recuerdos. Ya te conozco, huésped de mis nocturnas soledades: siglos atrás te dieron el nombre de Ángel.”2
De nuevo la voz en suave murmullo inunda el aire de palabras musicantes, que Ella3, a tu alma acaricia / como los virtuosos pianistas a su teclado / Antes de abismarme en completa melodía, / gradualmente te ha hipnotizado.4 Matilde canta, conversa, y cuando sueña, no cesa la poesía. En diáfana letra in-flama el poema. Su sombra se hace larga detrás de la incandescente lámpara, mientras contempla, la llama devela la intimidad del misterio y el lenguaje es 1 2 3 4
Fotógrafo y crítico literario boliviano. El espejo del ángel, Matilde Casazola. Poesía completa, Ed. Gente Común, 2011, pág. 57 En el original es “Él” y las cursivas son mías. “El maestro”, Emily Dickinson. Traducción libre de Juan Murillo Dencker.
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