Los obscuros
La fruta estaba hecha para que la gustáramos, para olerla y gozar su lozanía; pero nosotros no podíamos comprarla. El sol estaba hecho para amar nuestra piel, estremecer la vida de todo nuestro cuerpo; pero a nuestra guarida el sol no entraba. El pan de cada día, en fin, estaba hecho para hablarnos todas las mañanas de campos fecundados; pero sólo comíamos con mendrugos duros y agrios. También había música y otras cosas dulces, pero habitaban en el aire alto y nosotros sólo captábamos sus ecos. Nos debatíamos en la cueva obscura, en el cuartucho húmedo donde la única verdad es la Miseria. Entonces, no aprendimos el himno de alabanza, y la sonrisa en nuestros labios era una flor enferma.
60 | elansia 1