Palabra de nube: entre flores y piedras Irma Pineda UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL, CIUDAD IXTEPEC FORO PERMANENTE PARA CUESTIONES INDÍGENAS (ONU)
C
uando en 1935 un grupo de jóvenes binnizá o zapotecas decidieron crear la Academia de la Lengua Zapoteca, lo hicieron con un gran sueño: la trascendencia de nuestro idioma. Estos personajes originarios de la región del Istmo de Oaxaca, quienes a principios del siglo XX migraron a la ciudad de México para estudiar, fueron presa de tal nostalgia, que no les bastaron las cartas dictadas en un “español bronco” a algún escribano de la época. Estos jóvenes soñaban con comunicarse con el pueblo entero, saber de los acontecimientos locales e informarles lo que ellos iban descubriendo en su tránsito por los libros y las escuelas. Necesitaban hacerlo también en el idioma que mejor conocían: el diidxazá. Estas ansias de seguir hablando su lengua en la ciudad los llevaron a crear en 1923 la Sociedad de Estudiantes Juchitecos; al año siguiente fundaron la Revista La Raza, que para 1928 cambia su nombre a El Zapoteco y finalmente en 1935 queda como Neza, vocablo que significa “el camino, lo correcto”1. Fue precisamente en estas publicaciones donde los jóvenes binnizá se dieron cuenta de la importancia de contar con una forma de escritura estándar que les permitiese escribir, leer y comprenderse de manera adecuada. Entonces se dieron a la tarea de crear la citada academia que marcó, entre sus propósitos, “el estudio del sonido zapoteco, de sus palabras, de su adaptación a signos escritos *…+ para que esta lengua viva y hermosa *…+ pueda escribirse mejor” (Matus; 33, 1935). 1
En las publicaciones originales de esta revista, la palabra NEZA aparece escrita como NESHA, ya que aún no convenían la forma de escritura. 81