Luces y Sombras Inéditas: Cuentos Cortos

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LUCES Y SOMBRAS INÉDITAS: CUENTOS CORTOS. 2022.

LOZANO SOTO, ADRIANA DINORA: Corrector y Editor de Contenidos / Diseñador Gráfico. MARQUINA, VIOLETA: Redactor de Prólogo MORENO, MELANIE: Diseñador Gráfico. VILLEGAS ALARIO, FRANCISCO JOSÉ: Editor de Colofón.

CARACAS, VENEZUELA.

GUERRERO MASS, EVELYN DESIREÉ: Revisor

Este libro es una actividad del Taller de Escritura Creativa de la EBA-UCV.

800 Literatura

Lozano, Adriana; Villegas, Francisco; Moreno, Melanie; Marquina, Violeta Luces y Sombras Inéditas: Cuentos Cortos / Adriana Lozano; Francisco Villegas; Melanie Moreno; Violeta Marquina. – 1 ed. – Caracas : Grupo Ípsilon, 2022. 81 pp. Luces y Sombras Inéditas es una recopilación de cuentos cortos inspirados por varios autores, que refleja temas sobre la atmósfera clara y opuesta de sucesos reales y ficticios de lo cotidiano. Incluye índices. 1. CUENTOS CORTOS; I. Lozano, Adriana; II. Villegas, Francisco; III. Moreno, Melanie; IV. Marquina, Violeta; V. Título

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Contenido Prólogo ................................................................................................................................................ 4 Triste Melodía – Adonis Parra ............................................................................................................ 5 Axyen – Jhosibel Herrera .................................................................................................................... 8 ¿Te conozco? – Nayverlin Gómez .................................................................................................... 10 Un secreto jamás hablado – Franny Rojas ........................................................................................ 13 Retrato – Carla García ....................................................................................................................... 16 Tobías y Sara – Violeta Marquina..................................................................................................... 18 El Secreto – Ana Primera .................................................................................................................. 21 La chica perfecta – Nathalia Saavedra .............................................................................................. 24 Ruleta Rusa – Melanie Moreno ......................................................................................................... 26 Sonidos de libertad – Angel Cornieles .............................................................................................. 28 Te recordaré siempre, Amor – Oriana Vargas .................................................................................. 31 Buscando al chico de la libreta de poemas – David Torrealba.......................................................... 34 Le Voisin – Yandrik Millán .............................................................................................................. 37 Mentira Imperdonable - Yoander Gutiérrez ...................................................................................... 40 La caminata de Marco – Natalie García ............................................................................................ 43 El sacrificio – Ana Noria................................................................................................................... 46 Catarsis – Félix Lugo ........................................................................................................................ 48 Partenaire – Adriana Lozano ............................................................................................................. 50 Desafíos de la Homosexualidad – Mayerlin Mora ............................................................................ 53 ¡Odeim no existe! – Zidney Alzauro ................................................................................................. 56 Mi Destino – Carolina Pineda ........................................................................................................... 59 Y tampoco podré – Audrey Guerrero… ............................................................................................ 62 ¿Qué harás al volver? – Amanda La Cruz......................................................................................... 64 La culpa – Francisco Villegas ........................................................................................................... 67 ¿Y si te quedas un ratito más? – Kimberly Ramírez ......................................................................... 71 El inicio y el fin – Bárbara Arteaga................................................................................................... 74 Justicia de Bajo Mundo – Juan Orozco ............................................................................................. 77 Recursos Retóricos ............................................................................................................................ 81

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Prólogo El presente libro es el fruto de la experiencia vivida en el Taller de Escritura Creativa, impartido por la profesora Evelyn Guerrero en la Universidad Central de Venezuela a los alumnos de Bibliotecología y Archivología. Esta nueva experiencia ha sido enriquecedora en todos los temas desarrollados, debido a que nos dejan reflexiones que se pueden asociar a nuestra vida cotidiana. Ejemplo de ello, es el cuento corto relacionado a Sara y Tobías, historia representativa de los antiguos textos bíblicos, la cual trata de la familia y la pureza en el amor conyugal, siendo Tobías el esposo que logra romper la maldición de Sara. Como ven, la lección aprendida tal y como el cuento referido, va acompañada de la capacidad que tenemos para imaginar, plantear las historias que se eligieron como tema principal para redactar con particularidad y hacer más atractivo el cuento, de modo que lo puedan comprender los lectores, sin importar su etnia, edad o credo debido a su fácil interpretación. En estos cuentos cortos, los estudiantes tuvimos la agilidad de desarrollar diferentes tipos de historias, con las cuales buscamos incentivar la lectura y, a su vez, revivir historias pasadas narradas en leyendas de diversos acontecimientos de la vida diaria. Es grato para mi haber formado parte de los cuentos que se encuentran en este Libro Electrónico. Gracias a su escritura amena, didactica y creativa, me tomo el atrevimiento de recomendar la lectura de todas las historias recopiladas en Luces y Sombras Inéditas: Cuentos Cortos., e invitamos al estudiantado a ser partícipe de este taller de Escritura Creativa donde obtendrás nuevos conocimientos, desarrollarás las herramientas necesarias para empezar a escribir y redactar los textos y, lo más importante, se abrirá para tí un mundo de aventuras.

Viole.

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Imágenes: Gerd Altmann | Pixabay

Triste Melodía E

n su última pieza músical se escuchaba la melodía trágica de su muerte. Llena de tonadas en

las que plasmaba lo que sucedería aún sin saberlo, aún sin creer fielmente en esas cuestiones. Sin embargo, sus canciones anteriores podían lograr alimentar la felicidad y tristeza de su corazón, e incluso las del mío y de su público. Pero, de alguna manera, en su última obra se podía sentir que su momento llegaba e, inconscientemente, él lo sabía. Por supuesto, yo lo sabía con anterioridad, porque yo era el encargado de guiar su alma hacia el sendero de su nueva vida. 20 de agosto de 2010, fue la fecha en la que partió conmigo. El lugar del accidente era un desastre, lo que se supone sería su gran día de felicidad terminó en una gran fatalidad. Todo por la inconsciencia de personas que dicen tener humanidad. La irreflexión e imprudencia le cerraron los ojos a una gran persona, a un gran artista. Cegaron un gran futuro. La inconsciencia humana no tiene límites, y puedo comprobarlo prácticamente todos los días. Cuando encontré a Khalan se veía confundido y perdido, pero aún así calmado. Las personas piensan en las deidades como seres indescriptibles físicamente, y aunque podemos serlo, nuestra apariencia es un espejo del mundo humano. Mis 76 kilos y 182 centímetros que cada día visten botines elegantes y un traje rojo con una lycoris radiata en el bolsillo, siempre sorprende a los que alguna vez fue algo terrenal, las almas humanas.

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—Khalan Shinawatra, ha llegado tu momento de partir —dije de manera calmada. Mi cara morena, ojos oscuros y cabello largo se reflejaban en los ojos de aquel hombre, esperando una respuesta que no llegó. Después de un largo silencio le indiqué que me siguiera y comencé a caminar. —Realmente estoy muerto —dijo en voz baja. Al poco tiempo, escuché la voz de Khalan con seguridad—. Me gustaría tocar una vez más, por favor —pidió rápidamente como si nada más importara. Aunque suelo ser algo frío e indiferente, me considero un ser justo y paciente. Por supuesto, debía dejar que lo hiciera, era lo más responsable para darle tranquilidad a su alma y que así pudiera recorrer esta nueva etapa en paz. Lo guié para que pudiera tocar por última vez. Su melodía era triste, incluso más que la última que tocó antes de morir. Cada dedo de su mano tocaba delicadamente las teclas del piano, como si fueran los pétalos de una flor de vidrio. Algo que he apreciado siempre, es el poder de expresión que tienen los humanos mediante el arte. —¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —le pregunté con curiosidad cuando terminó aquella maravillosa pieza. Mi mirada, siempre cargada de pesadez y tristeza, ahora denota interés, tratando de comprender y apreciar más lo que es el ser humano. Haciéndole justicia a mi nombre, Niran, cuyo significado es ―aquel que es eterno‖, tengo miles de años entre los humanos, y aún así siempre me llega a sorprender la diversidad y los cambios que da la humanidad en sus diferentes contextos. Y Khalan no es la excepción, es un magnífico ejemplo. —Viví una buena vida, pero quisiera haber hecho mucho más. Quisiera quedarme, pero sé que no me voy con penas —respondió con serenidad. Antes de empezar su camino a la nueva vida, Khalan, con una sonrisa en su cara, dijo—: Confirmar al fin la existencia de algo es… reconfortante. Khalan falleció el 20 de agosto de 2010 en la ciudad de los dioses, Bangkok, cuando a la salida de su primer gran concierto fue atropellado por un grupo de jóvenes conduciendo en estado de ebriedad. Demostrando que mayormente la destrucción de los humanos son ellos mismos. Antes de partir, me aseguré de dejar marcado a los que le dieron este final a Khalan. En una próxima vida, las personas que cometen malas acciones no deben causar estragos en la vida de otros. ―¿Cómo pueden ser su propio enemigo?‖ pensé, mientras dejaba a aquel joven cruzar hacia su nueva existencia. Haciéndole honor a su nombre, Kahlan partió valientemente en su camino a la reencarnación. Aún escucho esa triste melodía en mi corazón., aunque ahora ya no solo alimenta mi 6


tristeza, sino que calienta mi corazón. Puedo decir con certeza y propiedad, que su sueño y grandeza trascenderán la muerte.

AdonNight

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Imagen | Freepik

Axyen P

ara el año 3.485 la humanidad ya había conseguido la fusión perfecta entre humanos e

inteligencia artificial, la inmersión en entornos virtuales ya era posible y muchas personas decidían vivir allí más que en el mundo real. Aún así, a veces la vida se sentía algo solitaria en ambos sitios. Axyen es considerado por muchos el país más moderno y avanzado del planeta, con unos 500 millones de habitantes aproximadamente, es el único país que cuenta con una ciudad real clonada virtualmente a la perfección. Esta ciudad es Cromax, donde vivo. Siempre hace buen clima, principalmente soleado y muy raras veces se nubla o llueve. Es una ciudad muy ajetreada, por el día las personas suelen ir a trabajar o estudiar, hacer compras o ir a pasear, y por las noches la vida nocturna es increíble, los cybercafes y los restaurantes son el centro de atención. Me llamo Laynna Flyan y Axyen ha sido mi hogar desde siempre. Nací aquí y he vivido aquí con mis padres durante los 23 años que tengo. Soy estudiante de Ingeniería en Cyberseguridad en la Universidad de Cromax; me gustan mucho los videojuegos, el cine, las historietas de ciencia ficción, los animales y cocinar. Mis características físicas se resumen en medir 1.65 metros, pesar 60 kg, tener tez blanca y cabello castaño. Me considero una persona solitaria e introvertida, mi vida social se limita al Internet y a los entornos virtuales que frecuento, ya sea a través de los videojuegos o el propio de Cromax, y sé que no soy la única. A lo largo de mi vida he hecho muchos cyberamigos, unos quedaron en el pasado

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por distintos motivos, aún así, los recuerdo con mucho cariño; y otros permanecen, ese es el caso de Max Kryger. —Ya han pasado 3 años desde que nos conocimos en el juego Zaycrax —dijo Max—, es momento de conocernos en persona. —¿Cómo sé que no eres un demente qué quiere robar mis órganos? —le respondí en un tono burlesco. —No lo iba a hacer pero ya me diste una idea —respondió Max mientras se reía. —¿Te parece que nos encontremos el próximo viernes en el cybercafe Mily a las 6:00 de la tarde? —sugerí. —Perfecto, ahí estaré — contestó. Ya habían pasado 3 días de esa conversación y a las 8:00 p.m. del jueves recibí una llamada de Max. —¿Estás lista para mañana? —me preguntó. —Creo que sí, ¿y tú? —contesté— Estoy nerviosa, solo he conocido a 2 personas por Internet. —Entonces será pan comido para ti —dijo en tono burlesco—, yo estoy relajado. En un abrir y cerrar de ojos ya había llegado el viernes. Me desperté a las 9:30 a.m. y no quise comer mucho ese día por los nervios que tenía. Se hicieron las 4:00 de la tarde, y procedí a arreglarme. Me puse un blue jeans, unas botas negras, una blusa roja con flores, me maquillé y me dejé el cabello al natural, consideré que se veía mejor así y finalmente, salí al encuentro. Max llegó primero, estaba sentado en una de las mesas del local, nos reconocimos al instante porque habíamos hecho videollamada muchas veces. —¡Hola, eres igualito a tu personaje en Cromax Virtual! —le dije con alegría. —Entonces debo ser un galán —me contestó—. Estoy feliz de que nos hayamos conocido en persona. —Yo también, no siempre tengo la oportunidad de conocer en la vida real a mis cyberamigos —respondí de vuelta. Ese día comprendí que el mundo virtual es solo un medio para hacer del mundo real un lugar mejor y a través de él podemos conocer a personas maravillosas.

Kjallef.

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Imagen: Falkenpost | Pixabay

¿Te conozco? L

a duda empezó aquel día, igual que todos los demás. Mis 1.76 metros de altura estaban

completamente cubiertos debido a que soy muy friolento. Eran pasadas las 12 del mediodía, y como tenía el mal hábito de desvelarme por las noches, la anterior no fue la excepción. Me había puesto a probar un nuevo videojuego que Jasón me regaló a modo de celebración por mi nuevo proyecto en el trabajo. Como programador independiente, la mayoría del tiempo me tocaban proyectos no muy grandes y desde que nos establecimos en este pequeño pueblo, aún menos, pero este nuevo proyecto era bastante importante y emocionante. Al salir de la habitación, Jasón seguía allí. Estaba colocándose su blazer de camino a la puerta. —Hoy pude verte antes de volver al trabajo, Tyler —dijo él mientras se acercaba a mí para darme un beso—. Nos vemos más tarde, te dejé algo para desayunar en el microondas. —Está bien, gracias, amor —contesté en un bostezo mientras me despedía sacudiendo la mano—. Avísame si hoy mostrarás casas hasta tarde, quiero ir al cine. Me senté en el sofá de la sala luego de buscar el desayuno y mi fiel taza de café, y encendí el televisor para ver las noticias. Lo primero que apareció en la pantalla fue un reportero informando el descubrimiento del cadáver de una mujer a altas horas de la madrugada en los

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alrededores del pueblo. ―Que extraño y espeluznante, ¿cómo pueden ocurrir estas cosas en Lost Springs? Un pueblo pequeño y que apenas está surgiendo‖, pensé. Hace unos 3 o 4 años solo una persona vivía en estas tierras de Wyoming, pero luego de haber abierto un nuevo parque de diversiones de gran popularidad en las cercanías, los inmuebles crecieron y con ellos los habitantes y locales. Es por eso que Jasón y yo acabamos aquí. Al ser él un agente inmobiliario vio la zona como un área de oportunidades, así que luego de casarnos empacamos todas nuestras cosas y nos fuimos a buscar una vida mejor. Apagué el televisor, obligándome a olvidar el tema y empezar a trabajar. En la casa en la que vivíamos instalamos una pequeña oficina para realizar nuestras ocupaciones más cómodamente. Al entrar en ella, ví el escritorio de Jasón con los documentos bastante desordenados, así que fui a ordenarlos. Mientras lo hacía, noté que las casas que había estado mostrando en la semana se encontraban en la misma zona en la que hallaron el cadáver de esta madrugada… Me recorrió un escalofrío por la espalda. Un temor irracional hizo que me alistara y fuera a buscar a Jasón, sólo para asegurarme que estaba bien incluso si lo había visto esta mañana antes de salir. Llamé a su secretaria para saber en qué casa se encontraba. No lo quise molestar, sé que estaba ocupado hablando con los posibles compradores. Al llegar a la casa, sólo vi el auto de Jasón. La casa estaba bastante apartada, por lo que no me extrañó que se hubiera ofrecido él a llevar a los compradores hasta la propiedad. Cuando me acerqué, escuché la voz de mi esposo, y pude verlo por una de las ventanas. Estaba al teléfono. —No quise hacerlo, pero no me dejó muchas opciones… —dijo él, y añadió molesto:— ¡Me amenazó con ir a la policía! —hizo una pausa— No pensé que la encontrarían tan rápido, no me queda de otra que salir de aquí —dijo él luego de haber escuchado la respuesta de la otra persona al teléfono. Escuchar eso me heló la sangre… ¿Jasón tuvo algo que ver con el cadáver de esa mujer? El miedo me hizo salir de ahí e irme rápidamente a nuestra casa. Me senté en nuestra sala de estar con la idea aún dándome vueltas en la cabeza. ―Esto es una locura, ya deja de pensar en ello. Conoces a Jasón, él jamás haría algo así. Aunque pueda parecer muy serio y a veces frío, sabes que en su interior es una persona tranquila que no cede a los impulsos del momento‖. Esa noche Jasón no fue a la casa, solo me envió un mensaje diciendo que necesitaba resolver una urgencia del trabajo y que quizás por eso tuviese que viajar un par de días. No hablamos mucho durante el tiempo que estuvo fuera. No fue hasta el día que llegó que logramos conversar. 11


—Perdón por no haber estado muy presente estos días —dijo—, se me presentó un problema en la oficina. —¿Qué fue lo que pasó? —pregunté mirándolo fijamente. —Acepté la venta de una casa que mi compañero ya tenía vendida, solo faltaban unos cuantos documentos para finalizar la compra —contestó, y añadió:—. La mujer a la que planeaba venderle la casa enloqueció y me amenazó con ir a la policía. Ella tenía llaves de la casa pues se las había pedido a mi secretaria, así que me tocó cambiar las cerraduras y buscar la ayuda de algunos abogados porque ese mismo día nos puso una denuncia. —No puedo creerlo, me parece una locura —dije yo— ¿Viste lo del cadáver que encontraron por esa zona? —¿Qué cadáver? —respondió él.

LaNay.

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Imagen Libre de Derechos

Un secreto jamás hablado C

ésar era un hombre solitario que vivía con su gato, con una vida bastante patética y

aburrida, si preguntan mi opinión. La monotonía de su vida era asfixiante, se basaba en él todos los días yendo de donde trabajaba a su casa y viceversa. Aunque para ir al trabajo era una lucha constante. Pero ahora una felicidad lo embargaba cuando iba al trabajo. Ya no era una lucha, ahora una sonrisa cubría su rostro, y la razón de esa felicidad era por una chica que comenzó a trabajar con él. Ahora se volvió costumbre que cuando César llegaba a su casa iba directamente a contarle a su gato sobre cómo era ella y que hacía, y a pesar de que el cuento sobre la chica todos los días era distinto, había algo que no cambiaba, terminaba con la misma frase de ―Pero está vez no le pude hablar‖. —¿No te cansas de repetir lo mismo? Ya me sé esa frase de memoria —dijo una voz misteriosa. César asustado se volteó a ver de dónde salió esa voz. Tal vez alguien se había metido en su casa desde hace días y él no se había enterado, pero lo único que vio fue a su gato que lo observaba fijamente.

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—¿Qui-quién anda ahí? —preguntó titubeando, el miedo le ganaba— Sal ahora por las buenas antes que llame a la policía. —No creo que te tomen en serio si llamas la policía diciéndoles que tu gato te habló —dijo Chein sin despegar la mirada de César. Él le regresó la mirada y retrocedió rápidamente unos tres pasos para luego salir corriendo de casa. ―¿En serio mi gato me habló?‖, pensaba él constantemente. Caminó un poco por las calles tratando de convencerse que el cansancio le había hecho una mala jugada, pues llevaba cinco años con su gato y este nunca le había hablado por lo cual no podía creer lo sucedido. Al volver más tarde a su casa, pues no le quedaba alternativa, lo primero que vio al abrir la puerta fue a su gato durmiendo como de costumbre. Eso lo tranquilizó un poco y fue a buscar agua para beber. —Por fin llegaste, me tenías preocupado —dijo Chein dirigiéndose a la cocina donde estaba César. Un grito se escapó de su boca mientras el vaso de agua estallaba contra el piso. —Es-esto ti-tiene que ser una mentira, ¿En serio me estás hablando? —preguntó en dirección a su gato sin esperar una respuesta a cambio. Su semblante volvía a ser pálido y su cara denotaba confusión. —Es obvio que te estoy hablando, no es parte de tu imaginación —contestó el felino mientras se montaba en el mesón de la cocina buscando estar a la altura de su dueño—. Para serte sincero, mi intención nunca fue que supieras que hablaba —decía muy tranquilo. —Pero, ¿¡Co-cómo?! —preguntó César exaltado y confundido . —No creo que lo quieras escuchar ahí parado, así que ven —dijo Chein bajándose del mesón para caminar en dirección a la sala. Unas horas más tarde Chein le explicaba el porque los gatos hablaban, dándole detalles de la promesa que habían hecho sus antepasados gatunos para no interferir en los asuntos de los humanos. —Entonces, ¿por qué tú rompiste esa promesa? —preguntó César con intriga. Ya estaba más tranquilo e intentaba entender lo que le decía su pequeño amigo peludo. —Digamos que me tenías un poco exhausto con tus cuentos de siempre —respondió Chein—, aunque lo que realmente me molestaba era que siempre llegabas a interrumpir mis ricas siestas. —Perdón —dijo César un poco apenado, porque sabía que era verdad—. No tenía con quién más hablar, y pensaba que tú no entendías lo que te decía.

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—Es por eso que quiero ayudarte, no puedes seguir sin tener ni un amigo o persona con quién hablar, aparte de mi, un simple gato —dijo en tono serio—. No puedes siempre contar conmigo, seamos sinceros los gatos tienen una corta vida a comparación del humano, por lo que no te duraré para siempre. Era verdad lo que Chein decía, César entraba en razón de lo que su gato decía. Él tenía 37 años pero prácticamente no los había vivido, siempre había estado encerrado en su mundo, aislado de la civilización. Desde ese momento su manera de ver al mundo cambió, sin mencionar el secreto que sabía sobre los gatos. Después de esa conversación con Chein, César tomó la valentía de hablarle a la chica que tanto le gustaba y de conocerla mucho más. También intentó ser más sociable y se dio cuenta que habían personas que compartían sus mismos gustos. El César del mundo de monotonía y soledad estaba cambiando y ya era un César que experimentaba las cosas nuevas que le deparaba la vida.

Frafy.

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Imagen: Pixabay

Retrato R

ecuerdo verlo entrar por el patio central, desaliñado, rústico con aquellos jeans vaqueros;

me daba terror que me descubriera mirándolo. Sentí como mis manos dibujaban sus finos rizos y como el color negro hacia contraste para darle un sombreado más varonil. De repente se acercó a mi lado, sin titubear. —¿Qué onda, Luisillo, haciendo las mamonadas con tu cuadernito? —dijo él, tumbando el cuaderno y los colores, marchándose mientras ríe—. Que pendejo. Madura, wey. ¿Como puede ser tan bestia? Me sentí la oveja de un gran rebaño. Gracias a Dios no se dio cuenta que hacía un dibujo de su perfil entrando al cole. Me daba vergüenza que me miraran y me hicieran estas cosas diariamente, me agotaban mentalmente. Pero no paraba de pensar en cómo entregarle el dibujo. Su carácter, sus 80 kg de rabia con un 1.78 de alto, me daban escalofríos. Agarré valentía. —Toma, Jerry, para ti. Espero que no te ofendas —me acerqué un día y le dije. Al entregársela él quedó callado y silencioso, me agradeció y luego escondió el papel. Sentí tanta felicidad, emanaba de él un aura súper rebelde que me hacía estallar por tanta simpatía. Yo era muy callado y tímido, me enamoraba el silencio, como sonaban las diferentes pisadas y como el matiz de mis dibujos le daban toque a cada estructura o textura de lo pálido de su piel.

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A los días siguientes se me acercó, se le notaba el rostro rojo e impotente. ―Cuando no él, siempre molesto y difuso‖, pensé. —Luis, guarda tu papel, no lo puedo tener —dijo molesto. Al cabo de unos instantes llegó su grupo de amigos con alto potencial de bullying y Jerry cambió su forma de ser —Vamos, le daremos una paliza al patico este —dijo Elf, un patético maltratador. Me arrastraron por la camisa y me sacudieron el bolso. Todos los cuadernos me los tiraron y uno de ellos orinó encima de mis dibujos, y pudo percatarse del más elaborado y uno de mis favoritos… Por supuesto, el de Jerry. Quedaron perplejos y hubo una masa de risa, burlas, acoso y Jerry no hizo más que seguirle la corriente. Me empezó a gritar, a mí, como si no reconociera que le había entregado todo mi esfuerzo en cada detalle de aquel dibujo, quedé espantado. Me dije a mí mismo que más nunca alguien me haría sentir tan ofendido y el ser más despreciado sobre la tierra. No encontraba explicación de cómo su transformación de conducta le dio un giro de 180° grados a todo esto, si me había aceptado tan sereno el dibujo. Con pena lo aceptó y estaba muy agradecido, aquí debía haber algo más. Jamás lo quise ofender ni crearle un malestar. Pero con cada golpe que me daba me hacía entenderlo menos. Ese día en la noche llegué a casa hecho sollozos, secándome la sangre. Mi mamá aún no llegaba y empecé a reflexionar, tuve tanto miedo, por mí, por mi futuro, la soledad me abrumaba... No entendía por qué me pasaba esto, ¿acaso tan podrida está la sociedad? Respiré hondo y me alojé en mi cuarto, con todos sus retratos. Él mirando el celular, él haciendo tareas, él riendo, él molesto, él incomprendido de la vida. Gracias Jerry... El director de la secundaria Ave María, en el patio central el 10 de noviembre del 2008, lamentándose, notifica el acto autolesivo intencionado con resultado de muerte del estudiante Luis P. en su ciudad natal D.F México a las 22:30 pm. —Chinga su madre, se suicidó —dijo Jerry. Del que jamás se volvió a saber.

Sofiigard.

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Imagen: Creative Commons

Tobías y Sara* H

abía una vez en Israel, un pueblo llamado Nínive donde vivía un joven llamado Tobías,

llegó a cierta edad siendo soltero, habitaba con sus padres y sus hermanos. Un día Tobías toma la decisión de decirle a su padre que se iba a ir para otro pueblo en busca de trabajo, a lo que el padre le responde: —Vaya, hijo, que el Señor Dios te ayude y bendiga tus caminos. ¡Y recuerda, hijo, si alguien trabaja para ti, no le retengas el salario, no le hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti! —Haré cuanto me has mandado —Tobías respondió a su padre y emprendió su camino. Después de haber caminado un par de horas se encuentra con un hombre y le dice a Tobías. —¿De dónde eres joven? —¡Soy israelita! —respondió Tobías— Y ando en busca de trabajo, ¿y tú cómo te llamas? —¡Me llamo Rafael! —¿Conoces el pueblo de Media? —pregunta Tobías. —Si —responde Rafael—, he ido a Media con frecuencia y he sido huésped de mis parientes allá, hay dos jornadas de camino y ese pueblo queda en la montaña. Espérame, yo te

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Cuento inspirado en el Libro de Tobit

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acompañaré. Hay un pariente mío que necesita un joven para trabajar y hablaré por ti. Si cumples los requisitos te prometo que tendrás trabajo. Te veo de buena personalidad para el trabajo. Y mientras iban de camino hablan de sus vidas, y Rafael le pregunta a Tobías: —¿Muchacho, eres casado? —¡No, amigo, soy soltero! —Que bien porque mi pariente tiene a Sara, su hija, que espera en algún momento poder casarse. Lo ha intentado con varios pero el día de la boda se le mueren los esposos y no llega a consumarse el matrimonio. Eso despertó una curiosidad en Tobías y replicó: —Yo seré el próximo ja, ja, ja. —Usted no sabe, amigo —insiste Rafael—. ―Los caminos de Dios no son sus caminos‖ y si eres soltero lo más ideal sería que hablara con Raquel, su padre, y se la pidiera para que fuera su esposa, y tendrían una familia que sería una bendición. A la mañana siguiente llegaron al pueblo de Media y visitaron donde Rafael había dicho para el trabajo. Y llamando Rafael al pariente suyo le dice: —Le presento a Tobías, un joven que anda en busca de trabajo. Si es de su gusto entrevistarlo puedes hacerlo, él está dispuesto a trabajar. A lo que responde su pariente: —¡Hola amigo! ¡Bienvenido! Desde este momento se queda trabajando con nosotros. Te daré un sueldo de una dracma por día, y en lo demás tendrás el mismo trato que mis hijos. —¡Muchas gracias, siempre estaré a sus órdenes! —contestó Tobías. —Ahora pasaremos la noche donde mi pariente Raquel —insiste Rafael. Al llegar a donde Raquel, Rafael habla de Tobías, y se lo presenta a Raquel, el padre de Sara y a toda la familia… Tobías no sabía cómo hablarle al padre de Sara que le diera su hija para contraer matrimonio pero su temor a ser descartado había comenzado, entonces Tobías llama a Rafael y le consulta qué debe hacer si le habla a Raquel de su hija. —¡Anda muchacho sea valiente lucha por lo que quieres! —contesta Rafael Así fue que Tobías entró en el comedor para cenar y aprovechando el momento empieza hablar con Raquel y a participarle que se siente enamorado de su hija Sara y que quiere casarse con ella, pero su papá impresionado por los anteriores acontecimientos para contraer matrimonio, y piensa para sus adentros ―¿Que hago? No lo sé‖ —Déjame pensarlo y te avisaré, porque hay un inconveniente que se presenta cuando Sara contrae matrimonio, se mueren los maridos, así que nada hay en secreto para su bien. 19


Al día siguiente Tobías visitó a su amigo Rafael y le contó lo que le había dicho el padre de Sara, de su amor con su hija, a lo que le responde Rafael: —Muchacho, deja el miedo, que lo que es de Dios desvanece, ten fe que todo saldrá bien, yo sé que Raquel es un hombre justo y bueno, él te va ayudar ya lo veras. Y así fue, llamo Raquel a Tobías y le dijo: —Prepárate para que te cases con mi hija, dentro de una semana se realizara el matrimonio. Al enterarse el papá de Tobías con quien se iba a casar su hijo, ya conociendo la historia de Sara, se preocupó tanto que mandó a llamar a un vidente, el cual le recomendó que consiguiera la hiel de pescado, y la quemara cuando se estuvieran casando y cuando se fueran a dormir, porque eso era contra los demonios que tenían a Sara loca y no la dejaban casarse. Entonces llegó Tobías donde su padre y él le notificó su preocupación, y por lo que había solicitado los servicios de un vidente. Aceptando Tobías lo que su padre había hecho se llevó su hiel de pescado para el día de su compromiso, y cuando se estaban casando ya tenían preparado para quemar la hiel de pescado en la habitación que iban a dormir. Después que se casaron cuando se fueron a dormir era la hora del suspenso de que se le morían los esposos, pero todos oraban y le pedían a Dios que no pasara nada. Al otro día, temprano, ya Raquel había mandado a hacer el hueco de enterrar a Tobías por si amanecía muerto, porque no estaba seguro de nada, y cuando envió a una de sus criadas a tocarla la puerta de la habitación a Sara ella respondió: —¡Para la gloria de Dios, todo está bien, Tobías duerme tranquilo! —¡Gracias a Dios! —decían todos los invitados a la boda.

Viole.

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Imagen: Ana Primera

El Secreto S

u nombre era Demián, un chico apuesto de 20 años de unos 1,80 m de alto. Siempre tan

amigable y respetuoso con todos, su trabajo de delivery y carrera de administración le absorbían el tiempo. Siempre usaba sus converse blancos, casi marrones del sucio que tenía, con unos Jeans negros y camisa de su equipo favorito de fútbol del Real Madrid, tampoco le podía faltar sus auriculares negros, con que escuchaba música mientras trabajaba. Una tarde fue a entregar un delivery al este de Caracas, donde vivía una señora de unos 38 años llamada Estela. Al llegar a la zona, Demián saca la pequeña, pero pesada caja y se dispone a tocar la puerta, pero justo antes de hacerlo se abre y aparece una señora con muchos tatuajes en el brazo. —Buenos días, joven. Lo estaba esperando —dijo ella. —Muy buenos días, señora ¡Ehm! —mira la hoja para buscar su nombre— Señora Estela, es un gusto servirle, ¿cómo se encuentra? Espero disfrute su pedido. —¡Muchas gracias! Estoy muy bien, pero tú te ves muy cansado, ¿quieres entrar a tomar un vaso de agua? Pase —le dijo, sin dejar de mirarlo a los ojos y llevando su mano al hombro de Demián. Justo cuando Demián iba a aceptar la invitación se percata que en el fondo de la sala está otro joven que desde lejos le hace seña que no entre, que se vaya. Esta acción le pareció extraña. El

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chico tenía los mismos rasgos de Estela, parecía ser su hijo. Pero no tomó en cuenta la acción del joven y entró a la casa. La señora va a la cocina a buscar el vaso de agua y deja en la sala a Demián con el joven. —Hola, mi nombre es Martin —dijo con desagrado a su desobediencia de haber entrado a la casa. —Hola, Martin, gracias por la sugerencia, pero muero de sed. ¿Eres su hijo? Te pareces mucho a ella. —Pero qué metiche… Y sí, soy su hijo, el único —dijo con orgullo. —Disculpa, amigo. Qué triste ser único hijo —respondió lamentándose. La señora Estela regresó con el vaso de agua y un sobre amarillo en el que a simple vista se notaba que llevaba una cajita por dentro. Demián tomó el vaso de agua, y salió de la casa —Bueno, gracias por ser tan amable, ha sido un gusto servirle —dijo él. —Toma, Demián, esto es para ti. —¿Qué es eso, señora? ¿Y por qué para mí? —respondió intrigado. —Es uno de los regalos que siempre me llegan en anónimos. Normalmente los regalo y éste es para ti, ábrelo cuando estés en casa. —Nuevamente gracias, Dios le multiplique, que esté bien —dijo apenado—, adiós, Martin. Es un placer. Al finalizar la tarde Demián llega a su casa, entra en su cuarto sin saludar a nadie y con la intriga de lo que contenía el sobre, desesperado rompe el papel y saca la cajita, y junto con ella un papel que decía ―EL SECRETO‖. Demián abre la caja. Dentro había unos diamantes y rubíes pequeños incrustados en una barra de chocolate. Perplejo por lo que sus ojos estaban viendo, no puede creer de tan semejante regalo que le han dado. Muchas cosas pasaban por su mente y solo exclamaba: —¡LOS MILAGROS EXISTEN, LOS MILAGROS EXISTEN! Emocionado deja la cajita abierta en la cama, va a la cocina a tomar un poco de agua, para asimilar el semejante milagro que le ha ocurrido. Pero cuando llega al cuarto, se percata de que su perrito se había comido el chocolate junto con los diamantes y rubíes. Ahora tenía que esperar a que el perro hiciera popo, pero al pasar las horas el perrito había muerto. Esto le parece extraño. Triste por la muerte del perro, no halla qué hacer para recuperar los diamantes por lo que tiene que operarlo, abrirlo el mismo, porque a esas horas de la noche ningún veterinario estaría abierto. En su desesperación pensaba que los jugos gástricos del perro iban a deshacer los diamantes. 22


Demián con mucha tristeza decide abrir al perrito y con las manos ensangrentadas saca el primer diamante, luego otro, hasta que logra sacar 7. Puso al perro en una bolsa y lo llevó al basurero. De regreso a casa solo pensaba en que no podía contarle a nadie de todo lo que había sucedido, debía callar y usar bien ese recurso. Al pasar las horas, Demián que había hecho la operación al perro, comienza a sentirse mal y decide acostarse a dormir. Y sin nadie darse cuenta deja de respirar, eran los diamantes los que contenían un mal.

Nevada.

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La chica perfecta E

sa chica que todos envidian, esa chica que debes conocer. Aquella chica que llevaba una

vida perfecta, pasó de ser amada por todos a ser odiada por todos. Esta es la historia de Lily Roberts. Lily creció rodeada del amor y cariño de sus padres y familia. Fue consentida y mimada con todo lo que una chica quisiera tener. A medida que iba creciendo encantaba a todos con su belleza, inteligencia y carisma. En su adolescencia fue descubierta por una agencia de modelaje con la que empezó a modelar y poco a poco fue haciéndose más popular. Lo que la llevó a convertirse en una celebridad en las redes sociales, donde compartía su vida como modelo y estudiante de secundaria, y también su pasión por la moda y el arte. A sus 16 años todo parecía ir perfecto en su vida. Hasta que un día todo se arruinó. Alguien en redes sociales publicó cosas horribles sobre ella. La acusaron de ser una chica falsa que trataba mal a todos y acosaba a la gente. Por muy increíble que parezca, mucha gente creyó esas barbaridades. Muy pronto las miradas de admiración se convirtieron en miradas de desprecio. Su imagen de ―chica perfecta‖ se había arruinado. Los mensajes de odio y las amenazas que le mandaban, causaron que empezará a sufrir de ataques de pánico. Ya no podía concentrarse en la escuela, sus notas bajaron y los trastornos alimenticios que ya padecía también empeoraron.

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Un día, Lily no pudo soportarlo más y salió huyendo en plena clase. No podía soportar todas las mentiras que decían sobre ella. Sentía que no podía respirar más. Quería desaparecer del mundo. Cuando creyó que estaba lejos de todos, se detuvo y se derrumbó en el suelo. —¡Lily! —la llamó alguien que la había seguido. Era Henry, su compañero de clases. —Ya no puedo más —dijo Lily, y enseguida empezó a llorar. —Sé que lo estás pasando muy mal, pero lo puedes superar, yo estoy contigo. Pronto todo estará bien —le prometió Henry, mientras la rodeaba con los brazos para abrazarla y tranquilizarla. Lily no creía que las cosas mejorarían pronto. Había perdido muchos amigos y ya muy poca gente le hablaba. Pero ella agradeció el ánimo que Henry le daba. Él era una de las pocas personas que se habían quedado a su lado. Después de clases, Henry la acompañó hasta su casa para asegurarse de que llegara bien. En el trayecto hablaron sobre el problema de Lily. —Debe haber una forma de arreglar las cosas —le dijo Henry. —¿Pero cómo? Todos me odian. —Debemos descubrir quién es la persona que te hizo esto. El día que encontraron al culpable, Lily se encontraba de camino a la escuela. Su acosador la estaba siguiendo pero por suerte la policía estaba cuidando de ella y fue de esta manera que lo atraparon. Finalmente, Lily pudo desmentir todas las cosas que se decían de ella y denunciar a la persona que la estaba acosando. Durante el proceso, su familia y todos sus amigos la apoyaron y le dieron las fuerzas para seguir adelante. —Yo siempre creí en ti. Estoy orgulloso de ti —le dijo Henry después de que aquella pesadilla que la atormentaba acabara. —Gracias por creer en mí —le respondió Lily con una sonrisa. Ya no le importaba ser la chica perfecta. Por fin, Lily podía decir que estaba feliz consigo misma y que se amaba de verdad.

Nath.

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Ruleta Rusa E

stas letras plasman el sentimiento de una atracción no correspondida o simplemente un

amor que podría llegar a ser mágico, pero el miedo al rechazo impide dar ese primer paso. Hero, el hombre secreto de mis deseos y mi orgasmo matutino. Siempre lo observo hacer ejercicio por todo el vecindario a través de la ventana de mi habitación. 1,84 cm de altura, cabello lacio color negro, su cuerpo tonificado lleno de varios tatuajes, pero mi favorito era el de su cuello, simbolizaba una pantera extravagante, y sus ojos grises… Dios, sinceramente tiene los ojos más penetrantes que pueden existir y una sonrisa insoportable, que tengo ganas de borrar de su cara angelical o de besar sólo para hacerlo callar cada vez que lo veo. ¿El problema? Hero, es hijo de la nueva esposa de mi padre por lo que eso nos obligaba a vivir dentro de la misma familia como hermanos, aunque no tuviésemos ningún vínculo de sangre. Decidí invitar a Hero a una pequeña fiesta que estaba organizando en mi departamento junto a mi esposo, era la primera vez que haríamos algo así, quisimos hacer algo diferente ya que siempre estábamos acostumbrados a la jornada laboral que arropaba la rutina y no podíamos dejar que eso afectara nuestra relación. Había llegado el día de la fiesta y el departamento estaba increíblemente decorado para la ocasión, whisky, golosinas, comida y más alcohol. Buscaba a mi esposo con la mirada para presentárselo ya que nunca se habían conocido, pero decidí esperar hasta más tarde. Así que me

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dispuse a conversar con Hero, quien se veía concentrado observando a algún punto de la sala sin ningún interés por acercarse a los demás invitados. —¡Hey! ¿Cómo vas? ¿Te gusta la decoración? -—le saludé animada. —¡Hola, Eva! Pues... si, la decoración está muy genial, idea tuya ¿no? Tienes buen gusto. Me extasiaba la idea de saber que a Hero le gustaba lo que hacía, absolutamente todo. —Me descubriste -—asentí a cada palabra que decía. —¿Crees que podamos conversar en otro sitio? —comentó un poco incómodo. —Sí, claro. No hay problema. Ven —respondí de inmediato sin hacer notar mi nerviosismo. Lo guié hasta mi habitación. ―Después de todo, cualquiera puede pensar que le estoy mostrando dónde queda el baño, ¿no?‖ pensé cerrando la puerta de la habitación tras nosotros. Ambos nos sentamos al borde de la cama y esperé a que él hablara, pero había sucedido todo lo contrario. Hero se acercó a mí inesperadamente ajustando mis botones de la camiseta como excusa para luego posar sus labios sobre los míos y unirlos en un beso pasional, nadie podía descubrir que ambos no estábamos presentes en la fiesta. Me separé luego, un poco sorprendida por lo que había ocurrido. —Esto es más fuerte que yo, Eva —me dijo mirándome a los ojos. Yo suspiro. Él se muerde el labio. —Más fuerte que nosotros —agregué. —Siempre nos hemos sentido atraídos el uno por el otro, pero ahora estamos en polos opuestos. —¡Ya me harté de este secreto! ¡De no poder ser yo misma! De estar con alguien, pero no es lo mismo contigo, es algo más. Me voy a volver loca si sigo ocultando todo lo que siento. Me siento como una esquizofrénica. No hay nadie mejor que tú, Hero. Y para sorpresa de ambos, mi esposo abrió la puerta de nuestra habitación. Había escuchado todo lo que solté hace unos minutos, estaba atónito e incapaz de pronunciar una sola palabra, sus ojos estaban a punto de estallar en lágrimas y quizás más de eso, odio. Joder, había dañado algo tan valioso para mí, pero comenzaría un abismo de felicidad.

Iseul.

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Sonidos de libertad P

ara Sandro todas las mañanas eran una buena oportunidad para redefinir la historia de las

cosas y reconstruir los hechos que habían marcado el tránsito de la humanidad. Él insistía en que no todo lo que la mayoría creía era necesariamente verdadero, siempre anhelaba escudriñar un poco más de lo acostumbrado por las personas comunes. Como buen historiador, su hábito predilecto era demostrar por los hechos cada suceso que parecía medianamente encriptado, y así dar por sentado nuevas perspectivas de la historia. Además, sus estudios como periodista, enfatizaban esta filosofía de vida. Este tenaz investigador, y elocuente orador, tenía la gentileza de creer en todo, pero al mismo tiempo podía deshacerse de algo o de alguien que no fuera coherente en su discurso. Entre carpetas, libros, lápices, resaltadores pasaba los días en su húmeda oficina, lo cual casi no le daba tiempo para otras actividades; su estado civil le servía como soporte para dedicarse por completo a sus insistentes estudios. Sus vecinos pensaban que las letras lo estaban volviendo loco. Sandro casi no lo notaba, pero la vida le iba pasando lentamente como el segundero del reloj, pues para este hombre su único propósito era dar a conocer las evidencias de una verdad que retumbaba en su conciencia día y noche. Su rutina estaba marcada por la responsabilidad, porque pensaba que estando en una ciudad como la histórica Roma, tenía que estar a la altura de las exigencias de la cultura y la historia que se

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respira en cada recoveco de esa metrópolis. Estos valores se evidenciaban en la puntualidad que ejercía sobre sí mismo al llegar de primero al centro de investigación, que al mismo tiempo era el periódico más importante de la capital italiana. Y aunque el estrés no dejaba de estar presente en sus días, el buen gusto lo caracterizaba. Corbatas, trajes de diseñadores reconocidos, zapatos para cada día y ocasión eran parte de la apariencia del erudito historiador y apasionado comunicador. Una mañana atípica y poco sugerida por la costumbre de sus días sintió un desánimo pronunciado dentro de sí. —Es verdad, los estudios me están quitando mi libertad —se dijo así mismo con preocupación. Decidió no ir al trabajo ese día. No fue fácil decantarse por esa opción. —¡Va en contra de mi sistema de valores! —exclamó estando recostado en la orilla del balcón de su casa. Como experto en procedimientos lógicos, deseaba saber por qué le había sobrevenido tal sentimiento de agobio. Sin embargo, no encontró respuesta. Por el momento su mente era un campo minado que en cualquier instante podía estallar y convertirse en un valle desolado de emociones. Se alistó, y salió a recorrer las calles de la ciudad, pero esta vez lo hizo diferente al resto de los otros días. Anduvo por muchas horas a pie y sin rumbo fijo. ―La gente alrededor camina como si cada uno lleva dentro sí un mundo propio que nada tiene que ver con el resto de los otros semejantes‖, pensaba Sandro mientras escuchaba música muy cerca de él. De pronto, un sonido estremeció sus oídos e hizo que detuviera su distinguido caminar. Al girar su rostro observó a un hombre de unos treinta años, con un estilo bohemio, algo descuidado, pero muy apasionado. No estaba solo, lo acompañaba una mujer y dos hermosos niños que no dejaban de aplaudir cada número que el curioso artista interpretaba. Al momento, Sandro se dio cuenta que se trataba de un músico callejero, pero con talento para estar en los teatros más célebres del viejo continente. —Un momento, hombre. Para de tocar —dijo Sandro con ímpetu—, soy una persona dado a estudiar las cosas que suelo ver alrededor de mí, y necesito que digas que ocurrió; tengo cuarenta años y jamás tuve una experiencia como esta, pues al momento de escuchar las melodías de tu guitarra y de tu voz, me atravesó una inexplicable paz que nunca había sentido. —Lo que acabas de escuchar, amigo, no es otra cosa que sonidos de libertad —le explicó aquel músico mientras se preparaba para seguir cantando.

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—Espera, necesito que me declares por qué causa tus notas musicales causaron tal efecto en mí, sin ni siquiera tocarme —insistió el historiador con más dudas que respuestas. —Señor, veo que está un tanto cargado, y eso no es bueno —dijo el músico—. Antes de darle detalles, es importante que abra su mente, pues mis palabras pueden no estar a la altura de sus demandas. —¿Cómo así? —preguntó Sandro— No le entiendo. —La música indudablemente es una obra Divina, y por proceder del Ser Supremo provoca efectos en el alma, que aunque no toquen a las personas, auspician momentos que se hacen indelebles en aquéllos que se atreven a creer, sin objetar argumento alguno, en el poder de la música y sus distintas expresiones —aclaró el cantante con voz alegre y esperanzadora, y añadió:—. Además, la música es parte de la historia. —¿Dónde aprendiste a hablar de esa manera? ¿Fuiste a algún conservatorio de música? — interrogó Sandro con excesiva curiosidad. —Hombre, hay cosas con solo un corazón sencillo te permite saber —afirmó el músico.

Mensajero.

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Te recordaré siempre, Amor S

entada con los ojos cerrados se encontraba Isabella recordando el día exacto en el que

conoció al amor de su vida, Gabriel. Ese día iba saliendo de la biblioteca, eran las 8:00 de la noche para ser exactos, llevaba un abrigo y gorro oscuro pues hacía una suave y fría brisa que movía su cabello largo y oscuro. Caminaba poco a poco a la parada de taxis que quedaba a una cierta distancia, pocos autos circulaban por la zona, no sentía tanto miedo. Pero eso cambió cuando sintió la presencia de dos personas caminando detrás de ella, trató de acelerar el paso, pero ellos eran mucho más rápidos. Su corazón lo sintió a millón como si fuera una bomba de tiempo y sin avisar explotaría. Corría y corría sin saber a donde ir, hasta que localizó un café. Sin mirar atrás, entró rápidamente al local, al hacerlo tropezó con una persona. Al levantar la mirada quedó paralizada por la persona que tenía ante ella. Nunca había visto a un hombre tan hermoso como él, era tan alto, fuerte y elegante, con una barba recién afeitada dándole un aspecto atractivo, sus ojos azules la observaban interrogantes. —Lo siento, lo siento —dijo nerviosa. —Tranquila, no pasa nada —dijo él con su voz dulce y varonil—. ¿Quisieras sentarte? — ella afirmó con su cabeza mirándolo, caminó con él y se sentaron en una de las mesas disponibles.

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—Un gusto conocerte —sonrió ofreciéndole su mano—. Me llamo Gabriel Berruti, ¿cómo se llama usted, linda señorita? —Me llamo Isabella López —tomó su mano y sintió una conexión especial. Soltó su mano y sonrió—. También es un gusto conocerte, Gabriel, gracias por no dejarme caer hace minutos. Sin planearlo, deciden pedir dos tazas de café y una tarta de manzana, su favorita. Allí sentados se conocieron hablando de sus metas, sueños, de todo un poco. Pasaban las horas y no se aburría de escucharlo, era tan inteligente, noble, caballeroso, tenían tantas cosas en común como el amor por la lectura, la escritura y los libros. —Así que, ¿quieres escribir un libro? —preguntó él con interés. Ella afirmó con la cabeza, en su cartera llevaba su cuaderno en donde escribía, con ilusión decidió mostrárselo. Con gusto él aceptó, tomó con sus manos el cuaderno y comenzó a leerlo. —Oh... —exclamó asombrado levantando la mirada del cuaderno— Esto que has escrito es precioso, Isabella. ¡Tienes mucho talento! —colocó con cuidado el cuaderno sobre la mesa y la miró fijamente con sus ojos azules— ¡Debes intentarlo! Claro que sí puedes cumplir tu sueño, estoy seguro que llegarás muy lejos —tomó su mano suavemente y añadió:— ¿Cómo puedes dudar de este hermoso talento que tienes? Ella sabía que lo había conocido hace unas horas, pero parecía que Dios lo hubiese enviado justamente en el momento indicado, como un ángel. Isabella le sonrió emocionada y feliz al escucharlo hablar así, la estaba motivando a luchar por sus sueños. —¡Tienes razón, lo voy a intentar! —le dijo aferrada a su mano viéndolo sonreír igual que ella— No pierdo nada con intentarlo, ¿cierto? Al salir del local, Gabriel se ofreció a llevarla a su departamento. Ella aceptó y subieron al auto para ir a dejarla a su destino. Unos minutos después el auto se detiene afuera del departamento anunciando su llegada. Él bajó del auto y le abrió la puerta para que bajara igual, se miran en silencio, no querían despedirse. —De verdad muchas gracias por escucharme y motivarme, Gabriel —levantó la vista para mirarlo ya que él era mucho más alto. —Fue un placer para mi, Isa —dijo él mirándola fijamente, lleva una de sus manos a su mejilla, acariciándola. Estaban tan cerca que con decisión rodeó su cintura y la besó. Los dos se entregaron a un dulce y especial beso. Esa noche fue el comienzo de una relación entre Isabella y Gabriel que gracias al destino se unieron. Ocho meses después, Isabella caminaba con su mascota para ir a visitarlo, ya habían pasado ocho meses de su partida y su mundo ya no tenía la misma luz. Habían sido momentos fuertes, 32


intentaba ser valiente como él la enseñó, pero había días en los que no era capaz. Recuerda aún el momento de su funeral, sentía que la mitad de su cuerpo estaba allí enterrada con él. Compró unas rosas azules, como sus ojos y las dejó en el florero que estaba junto a la lápida con su nombre, ―Gabriel Berruti‖. Gabriel fue un ángel que iluminó sus días, la apoyó en cada momento. Una lágrima corre por su rostro cuando acaricia la lápida con sus dedos, como si de esa manera pudiera sentir a Gabriel cerca de ella una vez más. —Te extraño —dijo entre lágrimas—. Quisiera que esto fuera un mal sueño, ¿ sabes? Pero me derrumbó darme cuenta que es real —dejó escapar un sollozo—. Quisiera que estuvieras aquí a mi lado, contigo viví los días más lindos, gracias a tí me atreví a escribir mi primer libro —sonrió un poco—. Mil gracias, amor, gracias por creer en mí y en mi talento, sin ti no lo hubiera podido lograr —suspiró mirando al cielo—. Te recordaré siempre, amor. Haré todo lo posible para que te sientas orgulloso de mí. Te amo, te amaré por siempre.

Gabriela.

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Imagen: Pixabay

Buscando al chico de la libreta L

as palabras escritas siempre fueron su fuerte. Se sentía más cómodo y seguro plasmando lo

que siente o piensa en una hoja en blanco que hablando con las personas cara a cara. Esto quizá fue lo que la atrajo a él. No era un chico muy alto, apenas llegaba al 1.60 mts, debido a esto y a su timidez pasaba desapercibido entre la multitud, aunque, muchas veces gracias a lo respetuoso, amable y caballero que era, resaltaba entre los demás jóvenes de 16 años en la secundaria. Un día fue al cine a ver una vieja película de culto mexicano llamada Macario, pero no contaba con que las entradas de un momento a otro casi se agotaran. Pocas personas detrás de él se encontraban un grupo de abuelitas que deseaban ver nuevamente aquel film. Eran 5 señoras y solamente alcanzaron para comprar las 4 últimas entradas, pues no quedaba ya ninguna otra entrada. El sin siquiera pensarlo dos veces, tomó su entrada y decidió dársela a las abuelitas para que todas ellas entraran juntas a ver la película. —Permiso, les hago entrega de esta entrada para que las 5 puedan entrar a ver la película juntas —dijo. Una de ellas buscó en su bolso para pagarle la entrada y estirando su mano con los billetes en ella le dijo: —Tome, aquí tiene lo que le costó y un poco más. —No puedo aceptarle eso, mi señora.

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—¿De verdad? —Claro que sí, no se preocupe. Más bien, disfruten la película. Las abuelas se alejaron contentas y entre ellas al entrar en la sala de cine se decían: —Ese si es un verdadero caballero. —Ya muy pocos de esos quedan. Por otro lado, una chica reunía en un gran frasco de vidrio dinero para cumplir su sueño de viajar por el mundo. Cada día era una lucha constante entre lo que deseaba su corazón que era cumplir su sueño, y su estómago, que la tentaba más de una vez en caer en la tentación de comprar los waffles que tanto le encantaban y que a veces gastaba más de lo que debía en ―darse un gusto‖ como ella lo llamaba, para luego arrepentirse por tener que pasar más tiempo para poder reunir para lograr algún día su sueño. A veces llegaba a pensar que si dejara por completo su adicción por los waffles en menos de un año tendría el dinero para poder viajar por el mundo, incluso dos veces. Aunque sabía que quizás exageraba. Ella siempre queriendo experimentar cosas nuevas, no creyó que de un momento a otro se arrastrara ante la monotonía de un tipo amante de los cómics y el anime, quizás en esto último exista algo algo de similitud entre ambos. Ella sentía un profundo amor por los idols Kpop. Anime y Kpop, dos iconos de gran importancia en la cultura asiática, esto era, a primera vista, lo único que de alguna forma los unía. Cada domingo después de misa, él recorría las adyacencias del Central Park de Nueva York. Uno de esos días que él, sin más capítulos de Shingeki que ver, ni otro cómic de The New Mutans que leer, decidió ver a un grupo de jóvenes Army que bailaban algo que se le asemejaba al opening de un anime. Al finalizar, una de las chicas, la más pequeña de todas, lloraba simplemente por el hecho de que había olvidado una pequeña parte de la coreografía. Él no se fijó mucho en sus lágrimas, ni siquiera supo en qué parte ella se había equivocado, él solo se perdió en el rojo de su traje, similar al de un ayudante de superhéroe muy conocido. ―De rojo se ve bien, combina con sus ojos y su piel‖, pensó al verla. Ella, como si ese pensamiento directamente le llegase a su subconsciente, lo miró, sonrió y repitió nuevamente la coreografía esta vez sin ningún error. Ella nunca fue tan segura de sí misma. Debido a su pequeña estatura y sus gustos peculiares siempre fue víctima de burlas por sus compañeros y alguno que otro conocido. Por eso aún sigue siendo sensible al no lograr las cosas a la primera. Sin poder ocultar su rostro sonrojado por aquella situación él se levantó del suelo y siguió su camino, esto sin percatarse que su pequeña libreta de notas se le caía. Ella, al terminar lo buscó 35


con su mirada pero solo encontró aquella libreta. Al abrirla leyó infinidades de pensamientos, poemas y escritos que la hicieron conocerlo, quizás hasta más que él mismo, y allí comenzó la búsqueda de aquel chico.

Davidtorre.

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Imagen: Yandrik Miillán

Le Voisin J

ohn es un músico de unos cuarenta y dos años, típico parisino con gustos por el vino, buen

perfume, apasionado por las mujeres latinas, eso sí, no más altas que él, pues mide un metro setenta de estatura. Desde que se divorció de su amor de la infancia y madre de sus dos hijos, ha estado explorando su vida, la que está llegando, y empieza a notarse poco a poco las hojas blancas en su cabellera. Buscando la mejor manera de mantener su actitud empática, sincera, mantenía unos valores muy acentuados, inculcados por sus padres a raíz de las vivencias de la guerra. Él sabe que las circunstancias lo llevaron a ser de poco hablar y esperar que los demás escuchen con regocijo sus pensares. Aunque John pelea diariamente para seguir siendo el mismo tipo amable y justo, aquel que es un poco obsesivo con el orden pero que enaltece su honestidad. Su amor por la música, y aquel pedazo de madera con un sistema bastante delicado, con teclas que parecen fichas de dominó, libera todos sus pensamientos negativos que arrastra sobre su pasado. Posando sus larguiruchas manos en su piano color marfil para explorar no solo la creatividad y perspicacia para emitir sonidos sino emanar esa generosidad y tranquilidad que otros vecinos de su residencia gozaran de tan majestuosa melodía. Sentado en el balcón, donde podía ver media ciudad alumbrada por el sol naciente junto a la torre Eiffel, se quedaba expectante al transcurrir la mañana con su taza de café en mano, John desayunando panqueques con frutas, pasando la resaca de la noche anterior, aquella que estuvo ocupada por trabajo y mucho whisky, mitigando así su frustración de perder su hogar, su estabilidad e incluso a sus hijos por hacer el bien a su ex esposa.

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―Eventualmente necesito exclamar mi soledad‖, pensó mientras veía qué combinación armaría con su cardigan vinotinto, diciendo en voz alta: —No la odio pero a veces cuesta tanto no hacerlo. Se supone que valen más los buenos momentos que pasamos, que los desaires John salió de su residencia esperando que algo bueno le sucediera. Mientras caminaba por la plazoleta del Louvre, forma de disfrutar el arte y contemplar lo que otros no ven, se adentra y se sienta a observar a La Gioconda, inmóvil como un guardia de la realeza, cierra sus ojos y abre su mente, donde comienza a tocar el piano para sus familiares difuntos. Escucha los aplausos, la ovación contagia a todos, mientras la gente lo observa con atención, mientras él disfruta su mundo con las personas que más piensa, sin permitir que nadie vuelva a ingresar. Al caer en cuenta que los parlantes de la sala lo habían obligado a transportarse en un sueño profundo, al abrir sus ojos, en una distancia considerable está JeanPierre tomando la mano de su esposa. Él es un hombre joven de estatura baja, un metro sesenta y cinco, con una visión de vida totalmente alejada a la de John pero coinciden en ser vecinos en el edificio L'Arc de Triomphe. JeanPierre desde que arrendó el apartamento 8, mostró particular atención, y no a nivel sentimental, por su vecino John, pues notaba ciertas actitudes extrañas y una de ellas era verlo todos los días hablando solo discutiendo con su ex esposa, sin que ella estuviese. Ese día cuando John daba su concierto imaginario en el Louvre, recibió aplausos en sus audífonos, mientras tocaba el piano, escuchaba una banda de rock alternativo latinoamericano, poco conocido en Francia, llamados Les Mesoneries. Cuando de pronto se escuchó: —Voisin1, soy JeanPierre. Disculpe, está gritando, todos lo ven, ¿se encuentra bien? —Voisin, excuse mi actitud, me retiraré de la sala, no quería incomodar a los presentes, creo que el concierto fue exagerado hoy —John responde temeroso y avergonzado, rodando los ojos de un lado a otro. John caminó a su casa para cambiarse de ropa. Vistió de camisa negra tipo guayabera, pantalón verde oliva y zapatos negros, llegando así al Café Beltrane, en Paseo Las Américas, apoderandose del piano negro, delante de un público inexistente. Pocos se detenían a verle, hasta una muchacha de rizos lo fotografiaba. Un joven lo escuchaba intentando conocer las piezas. Al terminar aplausos y un grito: —¡Voisin magnifique2! John lo vió y se acercó. 1 2

Vecino. Francés Hermoso, vecino. Francés

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—JeanPierre, ¿qué haces acá? Es bueno ver a alguien conocido JeanPierre, agradecido por las palabras de John, le da una palmada en el hombro —Voisin, usted es un gran pianista, con un talento increíble John, alegre por la deferencia, le estrechó la mano de manera amistosa. JeanPierre le pidió captar el momento con una foto, la cual subió a sus redes como forma de promocionar a tan noble artista, el cual necesitaba ser enaltecido. Pasaron así los días, John en su rutina de museos, piano, café, sushi, caminatas nocturnas cuando no tenía presentaciones, siempre con sus audífonos amarillos escuchando rock alternativo, con mucha debilidad por las bandas latinoamericanas. La promoción de redes le permitió a John presentarse en el mítico L'Ambroisie, invitado por el mismísimo chef Mathieu Pacaud. La presentación era expectante, nadie lo conocía pero su talento opacaba lo inédito de su nombre, entre los invitados estaban los dos hijos del pianista. Tras una noche llena de elogios, repleta de sus gustos predilectos, platos exquisitos, mesa a mesa observaba como la reservada para sus hijos en toda la noche nunca fue ocupada.

Lanna Celerinos.

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Imagen: Pixabay

Mentira Imperdonable M

e encuentro en este cuarto oscuro, húmedo, tan caluroso como un horno, con un olor entre

una alcantarilla con agua estancada y huevos podridos, todavía me pregunto ¿Cómo es que estoy en este lugar? ¿Cómo todo pudo terminar así? Mientras cierro mis ojos, vienen a mí los recuerdos más importantes de mi vida. Cuando era niño siempre fui muy alegre e inteligente, me esforzaba en mis estudios para sacar las mejores notas de la clase, jugaba con mis amigos a cualquier juego loco que se nos ocurriera, cuando estaba en casa siempre hacía caso a lo que se me ordenaba he intentaba portarme bien, como un buen hijo. Vivía con mi mamá, papá, y abuela; luego por problemas en su matrimonio, el hermano de mi mamá, quien era uno de mis tíos, se mudó con su hija. Fue en ese momento cuando conocí a mi prima. Mi nombre es Alexander y ella se llama Alexandra, fue un factor que influyó para que de la noche a la mañana nos lleváramos tan bien que todos decían que éramos prácticamente como ―uña y mugre‖. Siempre andábamos juntos, comíamos, jugábamos, dormíamos, he incluso nos bañábamos juntos; siempre que ella se metía en problemas yo la defendía a capa y espada, no importaba quien se metiera con ella, cada vez que pasaba venía a mi gritando y llorando: —¡Ayúdame, mi querido primo! —¿Qué pasó? ¿Por qué estás gritando? —dije mientras fruncía el ceño

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—Esos niños quieren golpearme —dijo ella sollozando—, pégales. Vamos, golpéalos en el ojo. —Tranquila, yo te voy a defender —dije con valentía—. Pero, ¿por qué quieren pegarte? Ella se sorprende y desvía la mirada. —Es porque les dije la verdad —dijo Alexandra tartamudeando—, que eran feos y olían mal. —No puedes estar diciendo eso, deja de estar buscando pleitos con los demás niños —dije un poco molesto—. De todos modos voy a defenderte. Conforme fuimos creciendo nos fuimos distanciando poco a poco. Yo engordé por comer mucho y hacer poco ejercicio, llegando a pesar 100 kg, con una estatura de solo 1,68 m. Parecía una bola, por ello cualquier ropa me quedaba mal, por eso dejé de preocuparme por mi apariencia, solo me concentraba en los estudios y mis pasatiempos como: leer mangas, novelas ligeras, y jugar videojuegos. Pensé que como solo tenía 17 años todavía era joven, podía encontrar tiempo para hacer dieta y ejercitarme luego de graduarme e ingresar a la universidad. Por otra parte, Alexandra al cumplir 16 años con una estatura de 1,58 m ostentaba una figura muy curvilínea, grandes pechos, una delgada cintura y anchas caderas. Estaba muy bien desarrollada para su edad. Siempre lucía muy hermosa, cabello planchado con mechas de colores, maquillada, con las uñas de las manos pintadas, siempre vestía ropa y calzado de buenas marcas que estuviera de moda, con una personalidad muy extrovertida, narcisista y mandona. Un día tuvimos una gran discusión. —¿Por qué siempre eres tan egoísta conmigo? —pregunté enojado— Siempre te estoy ayudando, y metiéndome en problemas por tú culpa pero nunca me lo agradeces —Tú, una fea bola de grasa, ¿cuándo me has ayudado en algo? —dijo Alexandra de manera burlona— Solo eres un nerd estúpido, idiota y aburrido sin vida social. No necesito tu ayuda. —¡Yo soy él que siempre te encubre cuando vas a las fiestas y terminas tan ebria que no puedes caminar! —dije con un poco de ira— Cuando estás en las fiestas miento por ti y digo que estábamos estudiando, cuando empezaste a fumar y tú papá descubrió los cigarros, yo me eché la culpa para que no te regañaran. —Ja, ja, ja, ja. Gracias por ser mi idiota de los mandados, perdedor —dijo ella con sarcasmo —DEJA YA DE INSULTARME —grité, mientras le lanzaba una cachetada ¡PAAAASS! —BRUTO ANIMAL, ¿CÓMO TE ATREVES A PEGARME? —gritó ella— ¡ME LAS PAGARAS MUY CARO! 41


En ese momento pensé que simplemente era una amenaza vacía. A los pocos días llegaron unos agentes de la policía a mi casa para arrestarme y abrir una proceso de investigación por un caso de violación a una menor de edad. Este fue el resultado de que Alexandra junto con su madre fueran a la policía a levantar una denuncia en mi contra, en su testimonio ella dijo: —Alexander me forzó, me desnudó a la fuerza, luego me obligó chantajeándome que si no hacía lo que él quería muchas cosas malas iban a sucederme. Primero, me obligó a chupar esa cosa asquerosa con la boca, luego lo introdujo en mi vagina con mucha fuerza, yo grité de dolor y le supliqué que se detuviera pero Alexander no lo hizo, siguió y siguió hasta acabar, luego medio la vuelta e introdujo su pene en mi ano, grité muy fuerte por el dolor pero él nunca se detuvo. Cuando el caso llegó a tribunales de LOPNA, y ella dijo la misma mentira bien dramatizada, tuve que admitir que tenía un gran talento como actriz. La fiscal y la jueza estaban a favor de ella por ser mujeres, y que todas las pruebas psicológicas debían dar testimonio que lo que ella decía era la pura verdad. Por mi parte, solo contaba con una única evidencia en mi defensa. Esa era la única prueba médica realizada, donde se da testimonio que Alexandra sigue siendo virgen, sin ningún signo de penetración vaginal o rectal. Pero incluso cuando declaré en mi defensa: —Yo me declaro inocente de los cargos de violación, jamás he maltratado ni física o psicológicamente a Alexandra, queda demostrado por la prueba médica. Yo sigo siendo virgen, nunca he tenido relaciones sexuales. A la jueza no le importó la prueba médica, alegando que ―hay una verdad, y una verdad procesal‖. Cuando la jueza golpeó su mazo y dictó la sentencia… —Este tribunal considera al ciudadano Alexander como culpable, y se le sentencia a 4 años de prisión, pero al contar con la mayoría de edad la misma pena será cumplida en una prisión para adultos. ―¿Cómo una mentira puede arruinar mi futuro? ¿Cómo sobreviviré en prisión?‖, pensé desesperanzado.

Yagk.

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Imagen: Freepik

La caminata de Marco H

abía una vez un niño llamado Marco, su tristeza era un rastro que dejaba a su paso. Sus

padres, aunque amorosos, también eran testarudos. No entendían que Marco quería ser pintor, ilustrar la naturaleza y ser parte de ella. Por eso estaba tan fascinado con su tío, esa alma libre que vivía viajando y al cual tenía tanto tiempo sin ver. Marco, un niño de once años de edad, introvertido pero creativo sentía que el mundo de su familia se cernía sobre sí mismo. No podía decir lo que sentía y tampoco ser lo que decía su corazón. Sus padres lo amaban, pero no entendían esa forma tan colorida de pensar pues ciertamente siendo doctores de unos de los hospitales más importantes de la ciudad, el Hospital Édouard Herriot, no le veían muchos colores a sus vidas. Para ellos, Marco era un niño con grandes talentos que necesitaba ser traído de vuelta a su realidad. Una mañana de abril, Marco decidió ir al bosque. Tener un maravilloso bosque en la parte trasera de su casa era una fortuna, era nada más y nada menos que el famoso bosque de Lyon. ―Hora de caminar‖, pensó Marco mientras se dirigía a la puerta trasera de su casa. El día estaba soleado, y alguien había dejado algunas maletas en el jardín. ―¿A dónde se irá mi padre ahora?‖, pensó Marco mientras bajaba las escaleras hacia el bosque con su carita sin emoción alguna. El niño era la viva imagen de su madre, ojos color azul como el mar revuelto y las mejillas sonrojadas perennemente, su cabello color avellana brillaba con el sol y sus manitos

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pequeñas y frágiles sólo dejaban constancia de lo débil que era, con tan solo 1.45cm de altura emprendió su ruta a la parte más profunda del bosque. Orlando descargaba las últimas maletas de su camioneta Ford. Había dejado algunas en el jardín de la casa de su hermano. —¿Estás cansado? —preguntó su cuñada mientras le servía un café— Deberías dormir más. Orlando sonrió como siempre, su alma aventurera y su trabajo le habían enseñado a dormir poco. —Estoy muy bien no te preocupes, solo quiero hacer una cosa y es ver a mi sobrino favorito. ¿Dónde está? —Marco salió a caminar temprano al bosque —respondió ella. Orlando había empacado su cámara fotográfica favorita, se cambió su tenis y emprendió su ruta hacia el bosque, ya quería sentir el sol y tomar algunas fotos para su trabajo. Una de las cosas que más amaba en el mundo era a su familia y la fotografía. Con esta última se sentía libre y su espíritu aventurero lo reclamaba a gritos. Con apenas dos zancadas ya estaba dentro del bosque. Claramente era un hombre que se ejercitaba. A diferencia de su hermano, Orlando tenía una altura aproximada de 1.80 cm, sus ojos y su cabello color avellana combinaban perfectamente con su chaqueta Nike color neón. Mientras se adentraba en el bosque de Lyon solo podía pensar en aquel risco al que tanto le gustaba tomar fotos. ―Pues andando‖, pensó el apuesto deportista mientras caminaba, ―Tomaré las mejores fotos‖. Si, definitivamente la mañana era prometedora. Lo que jamás pasó por la mente de Orlando fue que en la punta del risco estuviera su sobrino Marco con la mirada más triste y ausente que haya visto nunca. —Nadie entiende lo que realmente quiero. Para qué nací entonces si no puedo hacer ni decir lo que me dice mi corazón. La vida no tiene importancia alguna si no eres feliz —repetía Marco una y otra vez mientras caminaba hacia la cima. Cuando llegó pudo sentir la corriente de aire por todo su cuerpo, y al llegar a la cumbre podía ver gran parte del bosque y el agua, agua tan calmada como siempre. Por un segundo pensó en saltar, pero se frenó y giró sobre sí, viendo los árboles pero no distinguió nada. Vio tan rápido que no pudo notar al hombre que corría para llegar hasta él. Y creyendo que estaba solo en el bosque y en su vida, decidió saltar y lo hizo, vaya que lo hizo. Orlando se lanzó tras Marco. Él había saltado en su adolescencia en repetidas ocasiones y no podía imaginar el cuerpo de su pequeño sobrino impactando contra el agua. ―Morirá en segundos‖, pensó Orlando mientras en el aire atrapaba en sus brazos fornidos a su sobrino Marco. 44


El niño estaba atónito, no solo por la caída sino también por ver a su tío Orlando junto a él. En cuestión de segundos habían entrado al agua. El tío recibió todo el impacto en su espalda mientras que Marco solo se preocupó del agua que había entrado por su nariz. Sin pensarlo dos veces, Orlando comenzó a nadar hasta la orilla. Marco estaba siendo remolcado por su tío, quien al ver a su sobrino seguro en tierra respiro lentamente. Marco lo vio, todavía no podía creer que él estaba allí. —No se realmente que pretendías —dijo Orlando—, pero solo te diré que te amo. Y yo moriría contigo.

Amatista.

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Imagen: Pixabay

El sacrificio* C

ada día comenzaba con la misma rutina de siempre en la vida de Elena: levantarse antes del

amanecer, hacer el desayuno a su familia, vestirse y salir a esperar a Damon al pie de la montaña tras su casa para practicar magia y hacer ejercicio, porque para seguir siendo la más atlética de la clase debía mantener sus 60 kg. Sí, a sus 16 años había descubierto que era una bruja. Una de las más poderosas que quedaban por Mystic Town y hoy, con 18 años tenía que seguir perfeccionando su don. ―Tengo que ser mejor que el vanidoso de Damon‖, pensaba mientras se acercaba finalmente a la colina sin verlo a él cerca. Conforme esperaba que él apareciera, la impaciencia la hizo comenzar a practicar uno de los hechizos más sencillos que había aprendido: hacer que las hojitas del suelo leviten. Hacerlo le recordaba el momento en el que se enteró que era bruja; quería utilizar su don para acabar con una de sus mayores frustraciones: su mentiroso padre. Si alguien actuaba mal, tendría que pagar y ella sería quien se encargara de eso. Un plan sin errores, hasta que se topó con Damon, quien le hizo saber que no podría hechizar a nadie hasta que no haya aprendido a controlar su magia. —¿Por qué no llega ya? —dijo para sus adentros, mirando impacientemente su reloj. Ya había pasado mucho tiempo desde la habitual hora de espera en la colina. *

Cuento inspirado en The Vampire Diaries

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Decidida a averiguar qué estaba tomándole tanto tiempo a Damon, bajó la montaña en dirección al parque y lo encontró tras uno de los muchos árboles, haciendo magia para curar una de las múltiples heridas que adornaban su rostro. —¿Damon? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué sucede? —comenzó a decir mientras se acercaba a él a toda prisa, sujetando su cara con ambas manos para estudiar bien sus heridas y descubrir cualquier otra escondida. —Están aquí… Vinieron por ti… Tienes que huir —comenzó a balbucear con mucha dificultad. —¿De qué hablas? ¿Huir a dónde? —dijo mientras comenzaba a curar sus heridas con magia— No seas ridículo. —Escúchame, Elena —dijo Damon mientras se sentaba a medias y sujetaba las manos de ambos juntos para obtener toda la atención de Elena—. Hay una razón por la que tu familia jamás te dijo que eras bruja, y esa razón es porque te está buscando. ¡Tienes que huir! Mientras decía esto, comenzó a gesticular con sus manos y susurrar en otro idioma un complicado hechizo que abriría un portal en el tronco del árbol más próximo para que Elena escapara, y con suerte, sobreviviera a quien quería hacerle daño por ser una bruja. —¿Cómo voy a sobrevivir con mis escasos conocimientos de magia? —dijo para sus adentros mientras veía como un remolino de luz se abría paso y expulsaba aire frío. Sin embargo, no pudo tener una visión clara de lo que aquel remolino le mostraba a causa de un dolor sordo en la sien que le nubló la vista hasta que la oscuridad la engulló. —Ya han llegado por mí —se dijo mientras que con su mano buscaba la de Damon para asegurarse, sin éxito, que él pudiera sobrevivir. —¡Por fin la hemos capturado! —exclamó una de las desconocidas y pesadas voces— Hoy es luna llena y por fin podremos hacer el sacrificio que rompa la maldición que llevamos. —¡Pobre chica! —exclamó entre risas otra voz totalmente desconocida— Estudiar 2 años de magia para terminar siendo sacrificada en un ritual. ¡Hilarante!

Agna.

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Imagen: Pixabay

Catarsis B

romelia descansaba en las frondosas ramas de Bucare, el árbol ancestral de la montaña,

mirando el cielo nocturno cubierto de estrellas, y pensaba en la sinergia que poseía con ese lugar. Como si estuviese dentro de sí misma, sentía la paz de reconocer cada hoja, cada roca y cada ser de ese espacio, y a su vez, la abrumadora incertidumbre de no saber de lo que es capaz. Bromelia era una joven autóctona de la tribu de la montaña, su gente vivía en la región desde hace años. Nació en el seno de una familia de recolectores, su especialidad eran las frutas, bayas y demás alimentos que proveía la naturaleza. Le gustaba salir a explorar cuando le tocaba hacer su trabajo, y de tantos desvíos, conoció a Bucare, con quien descubriría gran parte de su rumbo. Recorría los ríos desde sus inicios hasta su desembocadura, con su cuerpo pequeño pero atlético lograba escalar pronunciadas montañas, su espíritu indomable y determinante le brindaban de la claridad necesaria para combatir las más contrariadas situaciones. Y en el camino de cada aventura, disfrutaba de la naturaleza y su profundo poder. Pero su cuerpo se encontraba extenuado, estresado por las constantes peleas con su gente y los forasteros. Lo último fue el incendio, unos exploradores habían iniciado el fuego en las cercanías de su tribu, y este se había extendido por gran parte de la montaña. Fue todo un desafío apagarlo.

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Bromelia sufría cada vez que debía enfrentarse a una situación de estas, porque una voz en su interior le hacía llenar de una ira profunda capaz de destrozar todo a su paso. Pero los consejos de Bucare eran precisos al respecto, el sentido de su existencia era la comunión con los extranjeros, hacerlos capaz de reconocer lo que ella reconocía, y a menudo, discutía con Bucare al respecto. —Es más fácil enseñar al lobo a comportarse, que acabar con toda la manada —declaraba Bucare—. El odio genera más odio. —Sería mucho más sencillo que no existieran —protestaba ella. —No puedes controlar la existencia, pero si como te comportas ante ella —dijo Bucare—. Aquí sobre mis ramas, puedo entender tu dolor, pero observa, joven, este mundo no se construyó con miedo. —Bucare era parte de ella, tras tantas conversaciones nocturnas, y de dormir en sus ramas, se conocían el uno al otro con mucha profundidad. —¿Por qué tu no haces algo al respecto? —le increpaba Bromelia. —Lo hago a través de ti —respondía él. —Estoy muy cansada, mi cuerpo no puede más. Nadie le dijo cómo comportarse con respecto a su cuerpo, nadie le mostró como socializar con las personas o como vestirse. Pero su instinto la impulsaba a seguir un camino, como si las células de su cuerpo supieran que hacer, aunque nunca lo hubiesen hecho. Y el estrés se manifestaba en un prominente dolor de cabeza que acabó en un deseo. El deseo de flotar en el aire, volar a través de las nubes, y presenciar el éxtasis de la existencia. Ese deseo revoloteaba su cabeza constantemente y se definía en ciertas partes de su cuerpo. Sentía la curiosidad de abrir su piel y descubrir que le hacía coaccionar ante el deseo de rozar con otro ser. Ese deseo se convirtió lentamente en un impulso, impulso que se manifestó en una presión eléctrica a través de su brazo hasta llegar a su mano, y hacer que la colocara sobre sus crecientes senos, y entonces comprendió… —Bucare, ¿qué pasa con mi cuerpo? —dijo ella. —Escúchalo —dijo él. Esa noche la luna se volvió líquida, y los ríos fluyeron con más fuerza. El incendio esta vez era provocado adrede en ese misterioso espacio, las estrellas se dilataban y los caminos conseguían su rumbo, la fricción era la ley relativa que convertía el mundo en una constante complacencia, y conseguía todo el sentido de su existencia. Bromelia despertaba en su habitación, se asomaba por su ventana, y sonreía. Dispuesta a iniciar un nuevo día, con nuevas energías, recargadas tras una ancestral catarsis. Lino. 49


Imagen: Tom Chrostek | Unsplash

Partenaire A

loysius no sabía que había salido mal la noche anterior. Siempre había sido bueno en

controlar sus impulsos, en escoger bien sus alimentos, en tomar solo lo que necesitaba y seguir con su camino. Pero anoche, anoche había sido diferente. La chica había dicho que sí de inmediato. No muchas personas se negaban, pero ella fue demasiado fácil. Solo necesitó utilizar esa sonrisa que Gus describía como ―espeluznantemente encantadora‖, pero funcionaba con todos y hablar unos minutos con esa voz aterciopelada que usaba solo para las noches de cacería. Ni siquiera tuvo oportunidad de quitarse la chaqueta cuando ya estaba saliendo con su acompañante a un callejón no muy lejos del bar. Eso debió darle una pista, pero el hambre era más fuerte. Aún podía sentir la dulce sangre de la chica entre sus dedos, su lengua, sus dientes. El primer sorbo había sido como beber directamente del sol. Calentando sus venas, su piel y cada fibra de su helado corazón. Sus manos, anteriormente frías y pálidas, tomaban un color casi rosado alrededor de la cintura de su víctima, manteniéndola cautiva e inmóvil contra él. No faltaba mucho para terminar. Solo unas gotas más y podría dejar a la chica de la misma forma en que la encontró: sana, solo un poco atontada, viva. —¿Te gusta mi sangre, Aloysius? —preguntó la chica en su oído. Aloysius la soltó desconcertado.

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No había forma de que esta desconocida supiera su nombre. Nadie lo sabía, solo Gus y era imposible que él se lo dijera a alguien más. —¿Quién eres? —preguntó, sintiendo como su mente comenzaba a nublarse y cada parte de su cuerpo empezaba a sentirse pesado— ¿Qué fue lo que me hiciste? —No importa quién soy, Aloysius —contestó la chica con una sonrisa ladeada en sus labios carmesí—. Tampoco importa lo que hice. Importa lo que tú hiciste. Por un momento pensé que no te encontraría, que sería otra noche perdida. Pero al parecer estoy de suerte, ¿no lo crees? La chica se acercó al vampiro con parsimonia, sacando una reluciente daga de uno de sus bolsillos. Aloysius solo podía mirarla, inmóvil, paralizado. No podía creer que después de más de 500 años saliéndose con la suya fuera a morir en un repugnante callejón detrás de un bar con música country de fondo. Si Gus pudiera verlo probablemente se estaría riendo. Aunque probablemente también trataría de convencer a la chica de su inocencia y se sacrificaría a sí mismo cuando eso no funcionara para salvarle la vida. —Pero apareciste —continuó la chica—, justo como te describen los locales. Un tipo atractivo, no muy fornido, estatura promedio, callado y tranquilo. Siempre con una chaqueta vieja, lentes oscuros aún en las sombras y cabello largo. Crees que pasas desapercibido, Aloysius… ¿Cómo me dijiste que te llamabas? ¿Louie? ¿Lo mismo le dijiste a mi hermana cuando la mataste? —No sé quién es tu hermana, pero te aseguro que no la maté. —No con tus propias manos, no. Pero se obsesionó tanto con el vampiro que se la iba a llevar a un mundo mejor, lleno de amor y felicidad y toda la mierda barata que le prometiste, que cuando no llegaste se quitó la vida. ¿Ahora si la recuerdas? Aloysius sintió un peso oprimir su pecho. Sophia Farmiga había sido su primera opción. Era una chica valiente y capaz, con mucha vida por delante pero pocos recursos para vivirla. Estaba ilusionada con vivir eternamente con todo aquello que nunca pudo tener. La iba a convertir en su Partenaire3, pero luego conoció a Gus Novikov y eso cambió todo. ―Lo siento‖, intentó decir, pero la chica ya había clavado la daga en su corazón.

... —Tienes que tener más cuidado con lo que comes, Al. La verbena pudo matarte, si hubieras bebido un poco más... Y con toda la sangre que perdiste… —murmuraba Gus, curando la herida en 3

Persona que interviene como compañero o pareja de otra en una actividad, especialmente en un espectáculo. Francés

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su pecho. No sabía cómo había llegado a casa, pero estaba feliz de haberlo logrado antes de la salida del sol y haber muerto calcinado— La próxima vez no estaré para salvarte. —Te di el día libre. —Sí, pero… ¿Quién cuidaría tu pellejo si no estoy yo? Aloysius sonrió. Había encontrado la persona perfecta para ser su Partenaire, al menos por un tiempo. Tal vez para siempre.

Lozz.

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Imagen: Pixabay

Desafíos de la Homosexualidad N

o recuerdo exactamente el día en que lo vi por última vez. Lo que sí recuerdo es su sonrisa

desenfrenada y un excéntrico cuidado por su aspecto personal, como quien busca impresionar a alguien y sentirse reconocido ante un mundo donde la homosexualidad es vista como una aberración, sin detenerse a pensar en el daño emocional que podría estar causando ante tal indiferencia. Solía notar en los pasillos de la universidad, e incluso en la biblioteca donde estudiaba con gran entusiasmo, las miradas concentradas en él como quien mirase un extraterrestre. Su actitud ante toda esta situación era sorprendente, pues su espigada figura de 65 kilos siempre lucía una imagen pulcra, jeans ajustados a sus contorneadas y largas piernas, una sudadera negra que hacía notar el gran deportista que era y un cabello perfectamente peinado y acicalado, sin olvidar esa hermosa barba incipiente que siempre cuidaba con esmero. Le gustaba centrarse en sus estudios de actuación. Amaba el drama, y lo que ello representaba en su vida era más de lo que yo pudiese imaginar, pero algo sin duda no andaba bien, pues sus ojos demostraban una profunda tristeza. Habrá algo que lo esté abrumando. ―¿Qué le sucederá?‖, pensaba siempre.

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En una tarde como cualquier otra, lo ví sentado en soledad en una de las mesas de la biblioteca, con sus ojos a punto de estallar en lágrimas y un fuerte nudo en la garganta que le impedía pronunciar palabra. ―¿Y ahora qué pasó? Esto seguramente es algún inconveniente con su orientación sexual‖, dije hacia mis adentros, ―¿Por qué mejor no intenta ser feliz sin tomar importancia a lo que piensen los demás?‖ Sin pensarlo, me acerqué a él y entre dientes susurró: —Esto es una completa locura Y sin más comenzó a llorar desconsoladamente. Se levantó para salir y comenzar a fumarse lo que parecía un cigarrillo. Lo tome del brazo y le pregunté: —¿Qué sucede? Quisiera, si me lo permites, poder ayudarte. —Es una situación muy compleja —dijo entre sollozos—, y ahora si me lo permites quiero fumarme un cigarrillo para aclarar un poco mis ideas. En su apuro, sobre la mesa había dejado olvidado su celular, lo tomé y comencé a seguirlo. En seguida se giró hacia mí. —¿Qué crees que estás haciendo? —Solo quería entregarte tú móvil —respondí—, lo dejaste olvidado en la mesa de la biblioteca. ¿Por qué eres tan esquivo? —le pregunté sin pensar. —Nada parece llenar las expectativas de lo que buscan en un nuevo talento y más con los estándares tan elevados que enmarcan esta sociedad —dijo, y añadió:—. ¿Acaso soy menos por mi orientación sexual? No entiendo por qué la constante discriminación hacia nosotros, como si fuésemos de otro mundo. ¿Es tan difícil poder aceptar que cada quien ha decidió sobre su vida y sus gustos? —Los estándares de la sociedad son solo eso, estándares. Debes aprender a aceptarte por quien eres y no acomplejarte. Hay situaciones que nos marcan de por vida y sino dímelo a mí, que cada día lucho por conseguir un empleo en donde reconozcan verdaderamente mis capacidades. Deja de hacerte menos —concluí. Al cabo de unos días, noté que alguien me miraba incesantemente como quien ha conseguido un tesoro invaluable. Lo saludé a lo lejos y para mi sorpresa, mientras me encontraba distraída, frente a mí yacían un par de hermosos ojos color café dorado, que me miraban fijamente. Un tanto desconcertada por aquel actuar, le pregunté: —¿Por qué haces eso?

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—Eres hermosa —contestó sin titubeos—, y eso nunca se lo había dicho a ninguna mujer. Además, me dejaste bastante desconcertado aquel día con todo lo que me dijiste. Gracias por aquellas palabras, fueron mi consuelo en medio de aquel momento tan amargo. Desde ese instante comenzó en mí un proceso de cambio, donde mi orientación sexual no me define como persona. Lo que sí es seguro es que aquella joven me ha dejado eclipsado y con ganas de explorar un mundo totalmente desconocido para mí. Es justo allí cuando se dio cuenta que su vida tomó un nuevo rumbo en busca de su verdadera identidad sexual.

Xienna.

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Imagen: Pixabay

¡Odeim no existe! —

E

l tiempo no espera a nadie —decía Yendiz—. Si no atiendes tus requerimientos

nadie lo hará por ti. Ser médium no es tan fácil como todos creen, tener que escuchar y comprender a cualquier cantidad de espíritus andantes por el mundo sin volverte loca, definitivamente es una gran responsabilidad. Ya era la segunda vez en el día que limpiaba su habitación, esa bendita manía de limpiar cada vez que necesitaba ordenar sus ideas, cambiaba de lugar las cosas con la esperanza de que el tiempo se detuviese y no tener que volver a ver a ese hombre que tanto escalofrío le causaba. Un cigarrillo y un café lo resuelven todo. —¡Me la paso el día resolviendo! Ya llevo 6 tazas hoy —la tos de fumadora retumbaba en la habitación blanca llena de plantas. Se hacía la hora de buscar a los niños al colegio, le pedía al universo que el tráfico fuese benevolente para poder llegar a tiempo. Toma su suéter gris favorito, se recoge un moño alto y baja corriendo las escaleras sin levantar la mirada del suelo, ¡siempre corriendo! Perdida en sus pensamientos choca fuerte con alguien que venía en dirección contraria, cuando levanta la cara para pedir disculpas sintió como una escalofriante sensación le subía desde los pies, su rostro se palideció, comenzó a transpirar y no pudo pronunciar palabra.

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Es tan alto, con ojos verdes que hipnotizan a cualquiera que los mire, con su piel oliva y cabellos castaños, era completamente impactante estar cerca de él. Esa emoción confusa entre temor y fascinación se adueñaban de ella tras cada encuentro. —Justo venía a verte —dice Odeim-, ¿a donde vas tan apurada? —le preguntó él con su tono de voz grave y vibrante. —Voy a buscar a mis hijos, ya se me hace tarde —contestó ella tratando de abrirse paso ante su presencia —¡Ah! Perfecto, entonces te acompaño —¡NO! ¡No es necesario! Puedo caminar, así rebajo la pizza que me comí de desayuno, no te molestes —No eres molestia para mí, ¡vamos! Te acompaño. ―No me escucha, ¿qué hace aquí?‖, pensaba ella mientras intentaba disimular la incomodidad que le causaba la presencia de Odeim Alos en su vida. Lo había conocido a través de una amiga, él buscaba a una vidente que le ayudara a comprender algunos asuntos de su vida en los que no encontraba respuesta. Fue muy puntual en la cita, vestía un conjunto deportivo de color negro que hacía resaltar sus grandes ojos verdes. En cuanto se tomaron de la mano, Yendiz pudo observar su oscuridad, era un hombre realmente peligroso, con deseos oscuros, lleno de vanidad y repleto de caprichos. Ella soltó su mano de forma intempestiva, le pidió que se sentara y comenzó a interpretarle los oráculos que dispuso para él; definitivamente es alguien que no debe estar cerca, su energía la hacía mirar su propio abismo, ese por el que tanto ha luchado para sanar. Desde entonces, él ha tomado la costumbre de acercarse hasta la casa de Yendiz en un intento por domarla. No cruzaron palabra en todo el camino, él intentó tomar su mano un par de veces a lo que ella lo rechazó de manera continua; ella tenía miedo de estar sola, muchas veces pensó en aceptarlo para llenar ese vacío que existía por el abandono del padre de sus hijos. Llegaron al colegio y al retirar a los niños ella se despide de Odeim pidiéndole que por favor no regrese a buscarla. —No puedo continuar siendo tu vidente personal Él, en un arrebato de locura le gritó: —No, Yendiz, no es a tu manera, es a la mía —la tomó fuerte por el brazo, la lanzó al suelo y ella se desmayó. Al abrir los ojos estaba de regreso a su habitación blanca como la nieve, todo estaba en orden, limpio, fresco, y a su izquierda estaba él. 57


—Buenos días, cielo Ella lo miró con detenimiento, le dio un dulce beso y le dijo: —Buenos días, Miguel Ángel —mientras pensaba ―Gracias a Dios todo fue un sueño y Odeim no existe‖.

Bessi.

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Imagen: Creative Commons

Mi Destino* H

abía una vez en una ciudad en Jerusalén, un buen hombre llamado Matías, este vivía junto a

su esposa y su familia. Cuando Matías hablaba de su hijo mayor se le iluminaban los ojos. —―Mi orgullo‖ se llama Néstor, como su abuelo —decía él—. Mi mujer, Martha, tuvo una niña y el más pequeño de mis hijos fue un milagro, porque llegó como un regalo del cielo, sin estar planificándolo. Su nombre es José. Esta familia vivía en esta ciudad de Jerusalén, y las carencias que ellos vivían en su diario caminar eran cotidianas. Néstor, al igual que su papá, se dedicaban al trabajo del campo sin descansar. Pero Néstor veía como su papá mimaba a José constantemente y eso fue creando un dolor real, tan real era que él no lo podía soportar ni comprender la actitud de su papá y se preguntaba para sus adentros ―¿Por qué papá no me puede ver igual que a José?‖ José era un buen hijo. Amoroso, obediente y dispuesto siempre a ser especial con su familia; tanto fue así que su padre un buen día observó que en él había algo ―diferente que no había en su hermano‖, por lo que su padre le hizo un regalo peculiar. Un corazón grabado en una madera. Una semana después, José le contó a su padre sobre un sueño que le mostró su destino. —Yo soñé y vi que un día tendré una fábrica de mi propiedad —dijo José.

*

Cuento inspirado en textos bíblicos

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El haber manifestado su sueño a su padre y a su hermano causó una rebeldía llena de impotencia y envidia en su hermano sobre el futuro de José, haciendo que Néstor pensará en hacer una trampa . —Lo mataré —se decía Néstor—, pero no lo puedo hacer. Él es mi hermano. ¡Algo más yo haré, veré que hacer con él! Néstor ideó un plan malvado y en una trata de blanca a su hermano ofreció. José fue llevado sin su familia saber nada. Era el comienzo de un camino muy largo que José caminaría pero que lo llevaría a su destino; ese sueño que había tenido de niño se le había mostrado pero aún no estaba preparado. Llegó a esa ciudad y fue entregado a un hombre que trataría de quebrantar su voluntad, pero Dios estaba con él.

...

Trabajaba en un bar todo el día y su jefe no tenía compasión por él, y la inexperiencia hacían mella sobre sí. Una noche en una pelea por defender a una mujer, sin pensarlo dos veces a un hombre mató. Cuando su jefe se entera le pregunta: —¿José que has hecho? ¿ Mataste a mi hermano? —Fue por defender a tu esposa de una violación hecha por tu mismo hermano. —respondió José. Se realizó un juicio que fue bastante injusto, sin derecho a defensa porque era un extranjero en esta tierra. Fue sentenciado a 17 años de prisión. ―¡Estoy acabado!‖, José pensó, ―Jamás saldré de aquí, no volveré a mi casa! Jamás se cumplirá mi sueño, todo terminó‖. En su estancia en prisión, José vivió los duros rigores de un terrible encierro, pero fue allí donde la experiencia comenzó a forjar a ese hombre. El director de la cárcel un día lo llamó y le dijo: —Veo algo distinto en ti, no eres igual a los demás Desde ese día, el director de la prisión le enseñó a José como organizar, planificar, evaluar todos los movimientos que se realizaban y lo dejó a cargo de la administración de las raciones de comida de la prisión. Así fue como José se convirtió en un gran administrador, pasando 17 largos años ya con una experiencia adquirida. Se encontraba listo para salir en libertad y así seguir su camino destinado.

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Un día José fue llamado por el director de la cárcel porque lo quería presentar al gobernador de aquel lugar, el cual tenía una gran empresa de la cual se pensaba retirar y por mérito propio, José fue elegido para administrar aquel lugar. José tomó las riendas y comenzó a prosperar. Al tiempo una sorpresa él se llevaría, su hermano Néstor llegó buscando una oportunidad para trabajar. Él no reconoció a José, pero José si a él. Pasaron algunos días cuando José no se pudo contener y a su hermano se dio a conocer y se hizo realidad su sueño. Si alguien te dice qué debes abandonar un plan y viene de Dios, siempre se cumplirá.

Meche.

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Y tampoco podré… E

ran las 03:00 p.m. cuando salí de mi revisión habitual con el fisioterapeuta. Desde que me

lesioné, mi vida no ha sido la misma. No puedo entrenar, ni competir y siempre tengo ese incesante dolor, es sumamente frustrante. De regreso a casa, me encuentro sola como siempre, mi vida se ha vuelto más miserable. Veo el celular, 05:30 p.m. y ni siquiera un mensaje de mi mamá. ―No debería de preocuparme‖, pensé para mis adentros ―Igual, ellos tampoco lo hacen‖. En la universidad siempre tengo que encontrar un momento para ir al baño a tomar el medicamento que me recetó el doctor, aunque hace una semana me ordenó pararlas por el miedo a que sufriera una adicción. Decidí ignorar su recomendación, ya que él no entiende mi dolor. Suena el timbre y salgo corriendo al baño antes de que se llene. En las tardes suelo ir al café que está al lado de la universidad para distraerme un poco. Y allí estaba ella, con su carisma peculiar. Le sonreía a un cliente mientras lo atendía y podía notar como se le formaban sus típicos hoyuelos en la mejilla derecha, siempre bromeábamos sobre eso. —Un latte vainilla, por favor —le dije sin mirarla a la cara siquiera. —Ehm. Un… Un momento, por favor. —Como sea. Lexie fue mi mejor amiga durante dos años, hasta que iniciaron rumores sobre su amor por mí hace dos meses. Yo no había tenido problemas por eso hasta que, en una práctica de gimnasia,

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pasaron un vídeo insinuando que ella y yo teníamos una relación. Gracias a ese vídeo me desconcentré y caí. Desde entonces estoy lesionada. A pesar de que sé que los rumores son falsos, decidí alejarme de ella sin darle explicaciones. Hoy amanecí con tanto dolor que decidí saltarme las clases, necesito más pastillas. Corro al baño a buscarlas, pero el sonido de la puerta me detuvo. —¿Qué haces aquí? —le dije a Lexie a punto de aventarle la puerta en la cara. —No me tranques. Dejaste tu tarjeta de identificación en el café y pensé en traértela. ¿Te sientes bien? Te noto extraña. ¿Puedo pasar? —No deberías. Estoy bien. Tengo cosas que hacer, es mejor que te vayas. Sin pensarlo cerré la puerta y fui en busca de mis pastillas.

LEXIE —Alguien llamada Allison dejó su tarjeta de identificación, ¿puedes hacerte cargo de eso? —me dice mi jefe. —Claro, yo me encargo. Después de pensarlo mucho, finalmente decidí tocar la puerta. Cuando abrió, pude notar algo extraño en su rostro, estaba opaco y tenía la mirada perdida. Le pedí entrar, pero me negó la entrada, necesitaba averiguar qué estaba pasando. Rendida me fui pero a mitad de camino recordé la llave que Allison guardaba en la maceta por si algún día llegaba a necesitarla. Fui corriendo y revolví la tierra, ¡bingo! Entré rápidamente.

ALLISON Llegué al baño y comencé a tomar las pastillas sin pensar, solo quería desaparecer todo el dolor. Alguna vez leí que cuando uno muere, su alma podía ver lo que sucedía en la tierra, no lo creí hasta este momento. Pude ver a Lexie llorar a mi lado pidiendo a gritos que volviera, hubiese querido pedirle perdón por haberme comportado tan mal con ella cuando no lo merecía. Quería abrazarla y decirle que todo estaría bien, pero mi cuerpo yacía en el suelo desde hace media hora y junto a él un frasco de pastillas vacío. No podía abrazarla, ni consolarla, y tampoco podré.

Aujo.

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¿Qué harás al volver? M

i nombre es Leire Armas, tengo apenas 20 años, vivo con mi abuela, mis padres fallecieron,

estudio artes y… saliendo de mi trabajo me atropellaron. Justo al recordarlo puedo sentir el dolor punzante en mi cabeza y en mi pierna. Trato de averiguar dónde estoy pero todo está muy iluminado y frío. Se me dificulta saber en qué lugar me encuentro, pero veo algo a lo lejos y tal vez allí pueda averiguar algo. Empiezo a caminar hacia ese punto y mi mente va a mil por hora, ¿cómo estará mi abuela? ¿Le habrán dicho lo que pasó? ¿Me habrán encontrado tirada en la calle? —¿No te han dicho lo aburrido que es caminar en silencio? —preguntó una misteriosa voz que interrumpió mis pensamientos. Esto no se podía poner más extraño. Junto a mí, caminaba el mismísimo Oscar Wilde, el dramaturgo inglés. Había leído demasiado sobre él y sus obras mientras trabajaba en la librería, pero ahora mismo estaba caminando junto a mí, fumando su cigarro. —¿Te apetece uno? —dijo ofreciéndome uno de sus cigarros— Al parecer caminaremos un buen rato, te recomendaría fumar al menos si vamos a estar en silencio, a no ser que seas de esas delicadas señoritas que no profanan su cuerpo con cosas tan ―mundanas‖. —Creo que se nota que no soy de esas y si lo fuera, no podría decirle que no a usted — acepté su ofrecimiento con una risa nerviosa. No eran mis cigarros mentolados preferidos, pero tal

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vez calmaría lo nerviosa que estaba, además me los ofrecía el mismísimo Oscar Wilde, no iba a decir que no. —¿Dónde estamos? —me decidí por fin a preguntarle— Y, espero no le moleste la pregunta pero, ¿qué hace usted aquí? —Cuando uno está muerto tiene demasiado tiempo libre —respondió expulsando humo por su boca con cada palabra—, y mi tiempo siempre me ha sido extremadamente valioso como para desperdiciarlo, así que decidí servir de guía para almas deambulantes como la tuya. ¿Almas deambulantes? Es decir que estoy muerta. Al oír esas palabras no pude evitar frenar en seco, me quedé petrificada por la ansiedad, pensando en todo lo que no hice, todo lo que no dije y que no podría hacer nada al respecto. El Sr. Wilde también se detuvo al ver que yo no avanzaba más. —No todo está perdido, jovencita, te sugiero que sigas caminando, así entenderás que está pasando —dijo el Sr. Wilde de espaldas reanudando su paso y haciendo señas para que lo siguiera. Fue entonces cuando noté que habíamos llegado al punto misterioso. Resultó ser una habitación de hospital, llena con ese ambiente estéril que a todos enferma emocionalmente. En medio de la habitación se encontraba una cama con mi cuerpo inerte en ella. Me resultaba ajeno el cuerpo lleno de golpes que estaba acostado frente a mí. Mi corto cabello negro estaba oculto bajo vendas, mis ojos estaban cerrados, mi cara y mis brazos estaban rasguñados y de las sábanas sobresalía mi pierna enyesada. —Entonces, ¿qué harás al volver? —preguntó el Sr. Wilde mientras se sentaba junto a mi cuerpo y le acomodaba un pequeño mechón de cabello que se escapaba de las vendas— Me da curiosidad saber qué harías con otra oportunidad. —¿Puedo volver? —dije sorprendida— ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo puedo volver? ¡Dime! —Ya no eres tan educada y tímida, ¿verdad? —se rió él mientras cruzaba las piernas y ponía su mano en su mentón— No estás muerta, solo inconsciente. Para volver solo debes convencerme, ¿por qué debería decirle al Altísimo para que te envíe de regreso? Y no me digas porque eres joven y tienes un futuro por delante. Ciertamente soy joven y tengo un futuro, pero no era lo que tenía en mente, volví a pensar en todo lo que no hice, en mi abuela y…en esa persona. —Quiero volver, quiero vivir como es debido, sin ataduras, dejar de pensar en el que dirán, decirle a mi abuela cuanto la amo, lo agradecida que estoy con ella y lo mucho que lamento no pasar tiempo suficiente con ella —aunque hablaba de forma calmada, lágrimas recorrían mis 65


mejillas—, quiero dejar de frenarme a mí misma, lanzarme y explorar, expresarme y decir lo que quiero… Quiero hablar con Eliana y decirle que ella me motiva a seguir estudiando, a salir de mi zona de confort y quiero decirle lo hermosa que es, que su sonrisa es lo más hermoso que veo en las mañanas. Si me permiten volver, mi futuro lo iré construyendo poco a poco, solo deseo vivir y amar, hacer sentir orgullosos a mis padres al hacerlo, donde quiera que estén. —Ya lo estamos, mi cielo —pude escuchar la voz de mi madre detrás de mí e inmediatamente corrí hacia ellos a abrazarlos con las fuerzas de todo mi ser. Mi madre estaba tan bella como la última vez que la vi y mi padre tenía esa sonrisa en el rostro que tantas veces recordé. —He de decir, jovencita, que me conmoviste y también a nuestro señor Dios —dijo el Sr. Wilde tratando de ocultar sus lágrimas con su cabello negro—, yo mismo no pude vivir a la plenitud que debía y al momento que quise hacerlo, se me juzgó por amar a otro hombre. Tú tienes la oportunidad y más te vale aprovecharla. Cuando estamos vivos, todos estamos en la cloaca, pero algunos miramos las estrellas. —Se nos permitió escoltarte al otro lado, hija—dijo mi padre dulcemente sosteniendo mi rostro como lo hacía cuando era pequeña—, pero necesito que sepas que ya estamos orgullosos de ti y te amamos con todo nuestro ser. Solo quiero pedirte que vivas, nada más. Estaba lista para irme y cumplir con mi palabra, pero no quería hacerlo sin despedirme de mi peculiar guía del limbo. Solo pude gritarle un ―Gracias‖ lleno de emoción mientras lo veía alejarse. Es bien sabido que Oscar Wilde es un hombre de gran tamaño pero muy sensible. Mis padres tomaron mis manos y me llevaron de vuelta, de vuelta a la vida. Entonces, desperté.

LaCroix.

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La culpa É

rase una vez, un joven que vivía en un pequeño apartamento a las afueras de la ciudad de

Los Ángeles. Su nombre era Santiago Valente, muy amable, responsable y organizado con sus clases de Ciencias Políticas en la Universidad de Los Ángeles. Permanecía en solitario por su trabajo desde hace un tiempo, pues su familia había agarrado sus cosas y guardado todo en sus maletas para decir que volverían en seis meses tras su plan de viaje de todos los años. El pueblo donde estaba era Pomaire, regularmente tranquilo y silencioso a todas horas del día y la noche. Pomaire estaba situado en medio de cuatro montañas que, en invierno, cuando nieva, se cubre con un manto de neblina, de poca visibilidad en los caminos y edificios. Santiago Valente a sus 35 años de edad tenía 84 kg y 1,70 m. Era un joven que no salía de su rutina diaria, pues todas las mañanas impartía sus clases, en la tarde llegaba a su apartamento a escuchar música, leer y acostarse a dormir en una cama matrimonial, y volvía despertarse en las noches. Era meticuloso, pero venía con vicios regularmente entre el alcohol y el cigarrillo. Todos los viernes por la tarde, el viejo amigo de Santiago, Samuel Catro, llegaba de viaje. Era un hombre mayor que rebosaba los 54 años de edad. El tiempo de ellos se reducía en hablar de la vida y experiencias del día a día. —Hola, Samuel ¿Cómo estás? —dijo Santiago con agrado.

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—Todo marcha bien en el bosque, logras una tranquilidad que no imaginas. Pude conseguir hacer una pieza para ti —dijo Samuel contento de ver a su amigo—, es un trozo de tronco con el símbolo de Derecho. —¡Está perfecta! Justo así es, muchas gracias —dijo muy agradecido por el presente. —¿Sigues en la misma rutina de profesor? —preguntó curioso. —Sí, doy clases todos los días en la mañana —respondió apresurado. —Sabes, deberías tomar unas vacaciones —dijo Samuel—. Es mejor que no te satures demasiado, pues imagina sí cometieras alguna imprudencia en tu trabajo. —Tienes más razón que canas en el cabello —dijo bromeando—. Mucho de algo es malo. —¡Mucho de algo es malo! —repitió. Santiago miraba con frecuencia por la ventana en las noches. —Una hermosa vista tras un lago casi helado por el invierno —dijo Santiago notando que ya no tenía más cigarrillos en la caja— ¡Coño, he olvidado comprarlos! —dijo con rabia— ¡Esperaré hasta mañana en la tarde! Pero Santiago tenía un vicio excesivo con el cigarrillo, por lo que se aventuró en una noche solitaria y fría sobre mantos de neblinas en los caminos hacia el kiosco de la tercera esquina, abierto a las 24 horas del día. A punto de llegar a su destino, Santiago chocó con un desconocido que corría a una velocidad muy rápida por la captura de dos policías. En ese momento, el desconocido exclamó hacia Santiago ―¡Sálvate!‖, y siguió corriendo. Después de ese evento, Santiago sintió curiosidad sobre la situación. —¿Pero a qué se refiere por salvarme? —dijo entre risas—, y sí ese fuera el caso, yo podría salvarlo de la prisión. Es un caso perdido, ¡mejor que no me llamen a resolver sus problemas! — afirmó. De regreso a su pequeño apartamento, Santiago situó su abrigo en el perchero, y se fue a tomar un vaso de agua natural a la cocina. Cuando volvió a su habitación desde su niñez, fijó la mirada en todas las cosas de su papá, como el escritorio de estudio, equipo de sonido, televisor, una biblioteca con muchos libros y pizarrón de tiza. Pero había otra cosa que ponía contento a Santiago: era el guardián de la habitación, el perro dálmata inteligente, tranquilo y alegre cuando llegaba de la calle. —Espera, Patch. Te daré comida ahora —dijo sonriendo. De un momento a otro, el olfato de Patch lo transportó al perchero. Santiago se dio cuenta del fajo de billetes y de algo brillante que sacó del bolsillo del abrigo.

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—¿Qué es todo esto? —se preguntó, ansioso por saber más sobre el asunto echado en la cama. 2.500 dólares en billetes y dos cadenas de oro— ¡Esto definitivamente no es mío! —afirmó mientras imaginaba al desconocido en el techo— No, no. ¡Esto es un error! ¡Definitivamente es un error! —volvió a afirmar. Al día siguiente, Santiago camino a la universidad. Era la primera vez que estaba apretado con el horario de rutina. Era un profesor disciplinado y responsable con su trabajo que nunca pensó en hacer lo contrario. Sin embargo, cuando estaba en la puerta de la universidad, se preguntó por la noche anterior. —Pero, ¿cómo hizo el desconocido para poner todo eso en mi abrigo? ¿Acaso lo tenía todo pensado? La Universidad de Los Ángeles, una prestigiosa universidad privada muy conocida en el pueblo donde vivía Santiago, con unaamplia infraestructura que permitía albergar diferentes niveles de pregrado, posgrado y maestría. Santiago servía en el nivel de pregrado en Derecho. —¿Qué ha pasado? — dijo un estudiante en voz alta, interrumpiendo la clase— Una noticia nueva en las redes sociales —siguió leyendo—. ―Robo a una artista en la noche de ayer y otra persona está involucrada en el hecho de puente‖ —Silencio la fila de atrás, vamos a continuar con la clase —dijo Santiago mientras pensaba porque había dejado pasar tanto tiempo para entregar a las autoridades las cosas de la noche anterior. Al culminar la clase de manera diferente de lo normal, Santiago caminó a las autoridades para hacer lo correcto. Pero antes de llegar, escuchó a un grupo de personas conversando del mismo robo de la artista con una hoja de periódico en la mano. Santiago no pudo hacer más que sentir una culpa por no haber entregado a tiempo las cosas robadas. —No tengo pruebas suficientes de lo que pasó en la noche, ni ningún testigo a mi lado —se dijo con preocupación—, ¿cómo voy a salir de esto? —meditaba antes de llegar a las autoridades, pero concluyó en volver a su apartamento y pensar mejor las cosas. Santiago creía que las leyes levantaban a un país, pero sin las pruebas suficientes, ni el respaldo del tiempo que había ocurrido, lo estaba acercando a un concepto de difamación. De regreso a su apartamento, pensó que lo mejor de todo era que tenía la casa sólo para él, y podía moverse fácilmente cómo y dónde quisiera, no quería que su familia supiera de esto. No había más nada de compromisos, o al menos, eso pensaba Santiago, hasta que recordó que solamente su amigo venía de visita. —Hola, dejaste la puerta abierta —dijo Samuel muy contento—. ¿Te pasa algo? 69


—Wow, que susto, Samuel. Salí muy tarde hoy de mi rutina diaria —se expresó muy deprisa. —¿Te enteraste de la noticia del robo de la artista? —le mostró las hojas del periódico. —Sí, si algo escuché. Vaya caso tan peculiar—dijo nervioso. —Sí, y no es sólo eso, hay una persona implicada en el hecho de puente. ¿Qué es el hecho de puente? —preguntó Samuel muy curioso. —El hecho de puente, es una modalidad de robo planificada entre dos o más personas— informó Santiago —, y yo soy el hecho de puente del que todos hablan, pero no es lo que parece. Santiago volvió a pensar en algo diferente en ese momento. ―¿Será qué por mi rutina me quedé callado, o se trata de alguna cosa que no puedo recordar?‖.

Paco.

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¿Y si te quedas un ratito más? O

tro día más de diciembre... Ya comenzarán los profes con los exámenes finales. ―Esto me

estresa muchísimo‖, pensó Amanda mientras se comía un chocolate camino a la universidad y sacaba su feo paraguas, viendo como caían pequeñas gotas en su pantalón negro, chaqueta roja de jean y zapatos azul oscuro. Amanda cruzó por el pasillo de la escuela de Psicología y entró a la clase de Psicometría, pero mientras se sentaba en su pupitre vio como un chico de cabello castaño se sentaba a su lado. ―Nunca he visto a este chico, capaz y se equivocó de materia‖, pensó Amanda, y siguió viendo su clase. Al salir del salón, el chico de cabello castaño la tomó por el hombro y le dijo: —Hola, chica, disculpa... ¿Tienes los apuntes de la semana pasada? No pude venir a la clase pasada. —Claro —respondió Amanda nerviosa, mientras se volteaba para mirar quién le había tocado el hombro—. Si quieres vamos a la biblioteca y te presto mis apuntes. Por cierto, mucho gusto, mi nombre es Amanda y nunca te he visto en la clase. ¿Eres nuevo? —No —respondió el chico, mientras carcajeaba, y añadió:—, soy de segundo año, solo que estoy repitiendo esta materia. Mucho gusto, me llamo Ethan. —Entiendo... Bueno vamos a la biblioteca —responde Amanda.

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Al llegar a la biblioteca, Amanda saca una libreta rosa mientras Ethan la mira con cara de asombro, ya que la portada de la libreta tenía un dibujo en acuarela. —¿Lo hiciste tú? -preguntó Ethan. —¿Hablas de la portada? Sí, la hice yo, me encanta pintar. —¡Guao! Lo haces excelente, yo solo sé tocar la guitarra —responde Ethan. —¡Qué bien! A mí me encanta la música, y los conciertos —respondió Amanda emocionada. —Toco en una banda de rock, si gustas puedes pasar al "Rock Bar" hoy a las 7:00 p.m. en la Séptima Avenida. —Claro, estaré allí —respondió Amanda con cara de felicidad. A las 7:00 estaba Amanda en la entrada del bar y vio como Ethan llegaba en un carro negro con un cigarrillo en la mano, gesto que hizo que Amanda entrara al bar con cara de odio. Tras presenciar el concierto, se encontró con Ethan. —¿Cómo estuvo el concierto? —preguntó Ethan, con el rostro lleno de sudor y alegría. —Estuvo bueno pero... Qué asco que fumes —respondió Amanda con cara de desagrado. —Ja, ja, ja... No te molestes. ¿Qué tal si vamos por unas malteadas? —pregunta Ethan. —Claro —respondió Amanda, y añadió:—, pero sin fumar, por favor. Esa noche tomaron un par de malteadas y al terminar Amanda comentó: —Ethan, estoy estresada con la universidad, solo hace que me de ansiedad, es horrible. A lo que Ethan responde: —Tranquila, dímelo a mí que los problemas del hogar me están consumiendo, y eso hace que no pare de fumar. El estrés familiar hace que ni siquiera quiera ir a clases, y mucho menos a casa —dice Ethan cabizbajo—. ¿Quieres ir a caminar un rato? —Vale. Vamos al parque. ¡Será divertido! —dijo Amanda. Así caminaron por el parque y no tardaron en besarse apasionadamente. Al llegar la madrugada Ethan sugirió ir a un hotel, puesto que sería difícil conseguir un taxi a esas horas de la noche. Amanda, algo reticente lo acompañó, y dejándose llevar por el furor del momento hicieron el amor a la luz de la luna. Así pasaron once meses, y ya Amanda e Ethan eran novios, pero Amanda sentía que a pesar de que Ethan era un buen chico, vivía metido en la música, el cigarrillo y su vida. Así que Amanda decidió enfrentar a Ethan y decirle lo siguiente: —Ethan, debes cambiar esa actitud, concentrarte en los estudios y olvidar tu vida de "rockero feliz". 72


—Déjame quieto. Si quieres irte, hazlo, con tal ya estoy solo —responde Ethan enojado. —No es eso, es modificar tu estilo de vida. ¿Y si te quedas un ratito más? —dice Amanda. —No quiero estar ligado a alguien que no acepta mi vida, puedes marcharte, y yo también lo haré. —Vale, si así lo quieres, así será —respondió Amanda, sumergida en un mar de lágrimas. Amanda se enfocó en la pintura para superar la ruptura con Ethan. Cambió su forma de vestir, incluso su corte de cabello, que ahora era un Bob color vinotinto. Al regresar a clases de segundo año de Psicología, Amanda caminaba pensando en lo feliz que era y como había cambiado su vida en todo este tiempo, cuando de repente al cruzar al pasillo de Psicología tropieza con un chico. —¡Auch! ¿Acaso no miras? —dice Amanda con cara de desagrado. —Hola, linda. Lo siento —era Ethan de nuevo, con un cambio de look radical.

KIMRA.

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El inicio y el fin L

os días pasaban volando, y el cambio en las estaciones se empezaba a notar, con las hojas

cayendo de los árboles y el cálido verano desvaneciéndose para darle paso al nostálgico otoño. Mi época favorita del año, el comienzo del fin de todo... Como cualquier otro día, me encontraba sacudiendo el polvo de la desvalijada biblioteca. El Dr. Hooter se encontraba sentado en el escritorio ubicado al otro lado de la habitación, envuelto en miles de papeles que reposaban encima de éste. Mi atención de vez en cuando se desviaba -por mucho que intentara no hacerlo- hacia su dirección. Su cabello rizado estaba recogido en una desordenada coleta, que sumado a su entrecejo fruncido, lo hacia ver de alguna forma adorable. Él me agradaba, para mi grata sorpresa. Había descubierto que debajo de toda esa armadura se encontraba un hombre que necesitaba algo de compañía, aunque al principio no había sido nada sencillo. En estos momentos disfrutábamos de una especie de tratado de paz por ambas partes, sin embargo, y conociéndolo como lo conocía, poco tiempo le quedaba de existencia. —Angelique… —a lo lejos escuché que me llamaba— si ya terminaste de observarme, ¿puedes traerme algo de beber?

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Mis mejillas se calentaron rápidamente, mientras mis manos soltaban el plumero y tropezaba al bajar de la empinada escalera. Odiaba ponerme así de nerviosa cuando él me hablaba, pero su voz... aquella voz era capaz de demoler montañas y abrir las puertas del infierno si quisiese. Enseguida rellené el contenido del vaso de cristal, el líquido ámbar flotaba y envolvía en un fuerte abrazo a los dos pequeños bloques de hielo. Se me antojaba desagradable, a decir verdad, pero sabía que era inútil discutir. —Aquí tiene —solté sin más. El vaso chocó con debilidad con la madera del escritorio mientras mis ojos recorrían las letras sueltas de aquellos papeles—. ¿Necesita algo más, Doctor? —Nada más, Angie. Empezaba a dar media vuelta cuando algo llamó mi atención. Ahí, justo en su espalda, una pequeña sombra rozó el hombro del doctor. Era tan tenue que necesitaba entrecerrar los ojos para verlo, pero sabía lo que significaba. Estaba acostumbrada a ello. —Doctor, ¿Usted conoce… —mi voz tembló al ver que se hacía más grande y oscura. Sus ojos oscuros se quedaron fijos mientras sentía como mi garganta se cerraba aún más— ¿Usted conoce alguna historia nueva? —Cuando una nueva alma llega al mundo, todos celebran su bienvenida, pero al irse todos quedan tristes y anhelando su regreso… —sus manos reposaban sobre el escritorio, desde mi posición podía ver perfectamente las pálidas cicatrices que las envolvían. La sombra, aquella penumbra crecía aún más, pero sabía que si lograba que siguiera hablando, lo que sea que le atormentara se iría aunque sea por unos instantes. Recogí unos cuantos papeles del banquillo que se ubicaba a mi derecha y me senté en él, la falda de mi vestido hizo aquel desagradable sonido -que me enloquecía- al hacerlo, crucé mis piernas mientras esperaba a que él continuara. —Pero… siempre hay un pero ¿no es así? —sus ojos brillaron con un aire de diversión— En fin, nadie toma en cuenta el trayecto. —Eso no es cierto —comenté un poco pensativa—, el trayecto o la vida, como queramos llamarlo, es importante. —¿Ah sí? —enarcó una ceja— Entonces, ilumíname. —Bueno… —dudé un poco— Estamos aquí ¿no es así? Todo lo que hacemos tiene un deber ser... Todos somos importantes de algún modo. —Angelique, Angelique... ¿No suenas algo redundante? —su voz aumentó unos cuantos tonos, mientras se levantaba y rozaba con un dedo unos cuantos papeles— Pensé que tus padres te habían dado una mejor educación. 75


—No metas a mis padres en esto —respondí enseguida—. Ellos me han dado lo mejor... —Lo mejor que pudieron, ¿no es así? —un mechón oscuro se soltó, cayendo sobre su rostro— Pero siendo sinceros, está no es la vida que te hubiera gustado vivir, deseas algo más... Todos lo hacemos. —¿Y qué si es cierto? —refuté— Todos debemos conformarnos. —Exacto, por eso nadie le toma tanta importancia al trayecto —su sonrisa creció aún más—. Solo nos importa el inicio y el final, ya que es lo único que sabemos que no podemos cambiar. Todos nacemos y todos algún día moriremos, más la vida, ese trayecto, es lo único que podemos modificar en todo esto, pero solo soñamos en hacerlo, muy pocos logran hacer algo relevante que traspase la barrera del tiempo y de la muerte. —Bien, pero… ¿Qué tiene que ver todo esto con la historia? —alcé una ceja. —Todo y a la vez nada, mi querida Angie —su sonrisa se borró de su rostro—. Está es la historia de como la muerte se enamoró de la vida.

Barbie.

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Imagen: Tanya Munroe | Creative Commons

Justicia de Bajo Mundo

H

arriet alzó lentamente ambos brazos en el aire, viendo en el reflejo de la ventana

panorámica de la suite presidencial del Encore Boston Harbor la silueta de aquel familiar detective parado en medio de la habitación, su revólver apuntado firmemente a la cabeza de cabellos cobrizos de la Madame de los Red Bats. Sus carnosos labios carmesí se dibujaron en una burlona sonrisa. —¡Vaya, detective! Se tomó su tiempo para llegar… —el leve acento francés en la voz de la joven líder criminal servía para acentuar el sarcasmo de sus palabras— ¿Se perdió dentro de la fiesta o encontró algo con lo que distraerse? Mis chicos y chicas suelen tener ese efecto. El detective frunció su ceño. —¡Callate, de la Porte! Tu lengua viperina no puede ayudarte esta vez. Estamos solos, me aseguré de ello. Date la vuelta y ven conmigo, tu reinado acabó. La pelirroja simplemente acentuó su sonrisa burlona —¡Oh! Pero si fue mi lengua precisamente lo que erigió mi reinado… entre otras cosas — puntuó antes de darse lentamente la vuelta hacia el detective. Su figura rigurosamente trabajada parecía brillar bajo las luces del candelabro eléctrico; sus músculos y abdomen tonificados a la perfección, el contraste perfecto contra sus amplias caderas y

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moderados pechos, todo esto cubierto por poco más de un conjunto de lencería de encaje, rojo por supuesto, con sus complementarios ligeros y stockings. La joven mujer alzó levemente una ceja perfilada, como si esperara una reacción del impasible detective. Al no ver nada discernible en aquella piedra hecha hombre sacó ligeramente su cadera izquierda hacia un lado, dejando que sus manos, con sus delicadas uñas pintadas de un negro de medianoche, cayeran sobre estas. —Sabes, hay gente que ha matado por una vista así, detective, al menos un cumplido estaría bien. ¿No crees? A aquel detective, Harriet lo conocía tan bien como la situación en la que se encontraba. Fredrik Alomar, un detective veterano tan determinado como serio, probablemente el último policía completamente limpio de todo Boston y el único que ha podido dar la talla, en su opinión. El hombre movió el pestillo de su revólver hacia atrás con un gesto más que practicado. —Manos donde las pueda ver, de la Porte —gruñó en un tono amenazador. —Oh, vamos. ¿De todo lo que hay frente a ti solo te interesan mis manos? —un firme paso hacia adelante y un barril de arma a menos de dos metros de distancia fue toda la respuesta del detective. Harriet se limitó a voltear sus grandes ojos esmeralda y a levantar sus manos nuevamente— Está bien, detective, no lo estoy juzgando. Para gustos colores, después de todo… Pero debería aprender a disfrutar de la vida un poco. La manera coqueta en la que decía cada palabra, en la que parecía hacer todo, solo servía para exacerbar al detective. —Qué extraño. Yo tengo el arma y por alguna razón tu crees que estás en control. — respondió el hombre, a lo que Harriet nuevamente mostró sus perfectos dientes blancos en una sonrisa amplia. —Es que, ¿no lo sabes, detective? Siempre que entro a una habitación, yo tengo el control. No importa cual sea —sus palabras sardónicas tomaron por primera vez un aire realmente amenazador, sus felinos ojos verdes se entrecerraron ligeramente para hacer énfasis. Fredrik se mofó, la primera expresión que le dió desde que entró en la habitación de Harriet, ―¡Ah! Entonces sí estamos llegando a algo‖, pensó la reina del crimen, más que feliz de jugar con el detective como una araña juega con su comida. Lo que el detective dijo después, sin embargo, le quitó la sonrisa completamente de la cara. —¿Si? ¿Estás tan segura de ello? Entonces, ¿por qué estoy aquí? Tu envenenaste la bebida que tenía en la fiesta, pues adivina qué: fallaste. No pudiste deshacerte de mí, de la Porte. Y no vas a poder zafarte de esto 78


El corazón de Harriet de repente se sintió pesado, por dos razones principalmente: la primera era que ella nunca usaría un método tan cobarde como un veneno; ese es el arma del verdaderamente débil, de aquel que no intenta luchar por lo que quiere y ella aborrecía a este tipo de gentuza. La segunda era, simplemente, que alguien de su banda había actuado a sus espaldas. Harriet se quedó callada como piedra, aturdida, y justo cuando Fredrik pensó que había ganado y sacaba las esposas de su cinturón, la suave y sensual voz de la joven mujer se hizo presente en un susurro sombrío del que destilaba una genuina tristeza. —Yo...yo jamás intenté envenenarte, Fredrik. Nunca se me ocurriría algo así —la mirada usualmente sagaz de Harriet se encontró en un momento distante y confusa. Esto le dió pausa al detective, quien bajó ligeramente su arma. Llevaba todo un año siguiéndole la pista a la matriarca de los Red Bats; todo un año siendo su sombra, burlando sus planes cada que podía y en todas sus conversaciones a punta de arma, cuchillo o matones con tubos de hierro, jamás en la vida la había visto siquiera melancólica, muchísimo menos triste y confundida. Esto le decía, de alguna manera, que aquella mujer no mentía. Parece que al fin y al cabo no tenía el control de todo como ella pensaba. El detective, sorprendentemente, se sintió mal por aquella mujer con el tatuaje de una silueta roja de murciélago sobre ambas clavículas, pero tenía un trabajo que hacer, al igual que ella. —Me tengo que ir. Esta transgresión no puede irse sin un castigo apropiado. Te veré luego, detective —concluyó la mujer mientras, despreocupadamente, se colocaba su vestido de gala negro. El click del arma detrás de ella la detuvo nuevamente. ¿Cuántas veces iba el detective a quitar el seguro de su arma para énfasis? —¡Oh, no! ¡Nada de eso! Puede que no hayas sido tú quien tratara de matarme esta vez, pero oportunidades no te han faltado y aunque no fuera asi, tienes una larga lista de otras fechorias: lavado de dinero, prostitución, casinos ilegales... Vas a venir conmigo ahora mismo o… —antes de que Fredrik pudiera terminar su declaración, Harriet le lanzó una mirada fulminante, tan llena de furia y de dolor que sus ojos dejaron de ser perfectos orbes de esmeralda y se convirtieron en llameantes hogueras de odio; pero no hacia él, no, Harriet jamás podría odiar a alguien tan determinado y bondadoso como el detective. Era odio contra la situación en la que se encontraban. —¿Si? ¿Y qué hay de los orfanatos y de las veterinarias gratis que he creado? Las has visto, sabes que son legítimas todas. ¿Quién sacó y prohibió el tráfico de drogas en toda la bahía? Te diré que no fue el querido alcalde, aquel títere del resto de las familias. Yo no cometo fechorías, hago lo que necesito para mejorar mi ciudad —Harriet tomó un paso determinado hacia la figura del detective, luego otro y otro más—. Y te equivocas, detective, yo no te quiero muerto. Me gusta 79


jugar contigo, pero de quererte fuera de mi vida lo hubiera hecho hace ya mucho tiempo. ¿O no viste el cable trampa cortado y la escopeta sobre el marco de la puerta cuando entraste? El detective giró su cabeza, viendo la trampa construida al lado izquierdo del marco, escondida detrás de las bisagras. De repente se sintió muy estupido al haber entrado como un tren de carga en la habitación. Cuando se giró, Harriet estaba a pocos centímetros de él, suficientes para susurrarle en un tono ambas partes tierno y seductor. —Créelo o no, Fredrik, pero te admiro un montón. Le haces mucho bien a esta ciudad, en realidad, necesita más hombres como tú. Hasta me siento honrada de ser tu obsesión este último año. Pero ahora mismo tienes dos opciones: puedes ponerle fin a tu obsesión, ponerme las esposas y llevarme a prisión… ¡Diablos! ¡Incluso puedes tomar el tiro que tanto deseas tomar ahora mismo! ¡Acaba con todo! —la reina de los Red Bats tomó el barril del revólver del detective, pero en lugar de forcejear con el arma, colocó el barril sobre su pecho, justo en medio de sus tatuajes. Con sus delicadas manos sosteniendo el arma con firmeza, dijo a continuación:— O, al contrario, puedes hacerte a un lado, dejar que este juego continúe por más tiempo, y darme la oportunidad de encontrar quién fue el bastardo que trató de matarte y que cree que puede meterse conmigo, y castigarlo por lo que te ha hecho. Te aseguro que a esa persona no le interesan ni los huérfanos, ni los animales abandonados, y muchísimo menos el cese al tráfico de drogas. Esa persona no es más que otra mierda mafiosa en esta ciudad llena de ellas. Debe pagar sus transgresiones. Tu decides. — concluyó, de manera contundente. No hubo más palabras entre los dos. El detective arrugó la cara y soltó un grito de frustración, luego, quitó el arma del pecho de Harriet y se hizo a un lado. Ella tenía razón, odiaba admitirlo pero todo lo que decía era verdad. Harriet se limitó a sonreír, esta vez de manera genuina. Ambos querían lo mismo, aunque por distintas razones, y esto era suficiente para ella. Salió corriendo de la habitación, pero no sin antes detenerse en el marco de la puerta y mirar atrás con ojos curiosamente tiernos hacia el detective y dijo de una manera suave y cálida, sin trazo de ironía o burla. —Voy a hacer las cosas bien, Fredrik. Te lo prometo.

Jean ORosso.

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Recursos Retóricos PARANOMASIA ―lo que se supone sería su gran día de felicidad terminó en una gran fatalidad‖..........................

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POLISÍNDETON ―Al entregársela él quedó callado y silencioso, me agradeció y luego escondió el papel‖............

16

ANÁFORA ―¡LOS MILAGROS EXISTEN, LOS MILAGROS EXISTEN!‖................................................

22

HIPÉRBOLE ―Sus ojos estaban a punto de estallar en lágrimas‖......................................................................... 27 ONOMATOPEYA ―Mientras le lanzaba una cachetada, ¡PAAAASS!‖.......................................................................

41

REDUPLICACIÓN o GEMINACIÓN ―Pero anoche, anoche había sido diferente‖...................................................................................

50

INTERROGACIÓN RETÓRICA ―¿Por qué papá no me puede ver igual que a José?‖.....................................................................

59

HIPÁLAGE ―Sumergida en un mar de lágrimas‖...............................................................................................

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PARALELISMO ―Mi época favorita del año, el comienzo del fin de todo‖..............................................................

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SÍMIL ―Más que feliz de jugar con el detective como una araña juega con su comida‖...........................

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