Imágenes: Gerd Altmann | Pixabay
Triste Melodía E
n su última pieza músical se escuchaba la melodía trágica de su muerte. Llena de tonadas en
las que plasmaba lo que sucedería aún sin saberlo, aún sin creer fielmente en esas cuestiones. Sin embargo, sus canciones anteriores podían lograr alimentar la felicidad y tristeza de su corazón, e incluso las del mío y de su público. Pero, de alguna manera, en su última obra se podía sentir que su momento llegaba e, inconscientemente, él lo sabía. Por supuesto, yo lo sabía con anterioridad, porque yo era el encargado de guiar su alma hacia el sendero de su nueva vida. 20 de agosto de 2010, fue la fecha en la que partió conmigo. El lugar del accidente era un desastre, lo que se supone sería su gran día de felicidad terminó en una gran fatalidad. Todo por la inconsciencia de personas que dicen tener humanidad. La irreflexión e imprudencia le cerraron los ojos a una gran persona, a un gran artista. Cegaron un gran futuro. La inconsciencia humana no tiene límites, y puedo comprobarlo prácticamente todos los días. Cuando encontré a Khalan se veía confundido y perdido, pero aún así calmado. Las personas piensan en las deidades como seres indescriptibles físicamente, y aunque podemos serlo, nuestra apariencia es un espejo del mundo humano. Mis 76 kilos y 182 centímetros que cada día visten botines elegantes y un traje rojo con una lycoris radiata en el bolsillo, siempre sorprende a los que alguna vez fue algo terrenal, las almas humanas.
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