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Aduánate, 1(2021)
Por una igualdad de género real Manuel Toro Arcos Los niños no lloran, las niñas no juegan al fútbol, los niños no llevan falda, las niñas son más débiles... Son frases que a día de hoy se siguen escuchando, y aunque puedan molestarnos más o menos, hacen ver que esta desigualdad entre géneros lleva arraigada durante generaciones en nuestro país. Un país en el que los hombres de referencia son aquellos fuertes y que no expresan sus sentimien tos, mientras que a las mujeres se las nombra como «el sexo débil» o «lloronas». A lo largo de este artículo, me gustaría centrarme en el género más oprimido durante años, la mujer, y en los aspectos que continúan causando esta desigualdad de género existente. Desde un primer momento, en casi cualquier ámbito de la vida cotidiana, la mujer es considerada «inferior« al hombre, menos en aquellas tareas llamadas «de mujeres», es decir, el trabajo doméstico y la maternidad. A continuación, paso a citar algunas situaciones en las que la mujer diariamente puede llegar a sentirse inferior o discriminada con respecto al hombre.
•Salario: este es un hecho que perjudica gravemente a la mujer, ya que por ejemplo, en nuestro país, en el año 2018, el salario promedio de una mujer era un 20% menos que el de un hombre. A día de hoy, después de dos años, las cifras siguen siendo prácticamente iguales. •Cargos directivos: la mayoría de cargos en la dirección de cualquier empresa son llevados a cabos por hombres, lo que imposibilita en cierta medida que la mujer pueda alcanzar este tipo de puestos. Este hecho se conoce como «techo de cristal».