El compromiso social en la práctica artística A modo de preámbulo… voy a escapar un poco del tema de la migración. Mi intervención se trata más de un posicionamiento que del desarrollo de un tema específico vinculado a la migración. El asunto que trataré gira en torno al compromiso social que, desde la práctica artística ―o des-
Sol Henaro
de el ámbito del arte contemporáneo en mi caso―, abordamos a favor de la defensa de los derechos humanos. El concepto de ciudadanía activa apareció como detonador para articular mi posicionamiento, dado que creo, aspiro y convoco a un compromiso ético-político que no distinga fronteras desde dónde operar políticamente, es decir, me interesa sostener esa dimensión permanentemente en los diversos espacios que implica la vida, llámese ámbito personal, doméstico, laboral o ciudadano… Los posicionamientos políticamente “radicales” que sólo se mantienen en retórica y que son sostenidos por sujetos que en su ámbito cotidiano llegan a poner al descubierto que: subalternizan al otro, que no dan la cara, que roban ideas, que mantienen relaciones verticales y modos de aproximación violenta, que utilizan el arte y la cultura como vehículo para la gentrificación, y todos aquellos que insisten en relaciones asimétricas, pierden para mí toda potencia y credibilidad. La imposibilidad de unir discurso y proceder cotidiano la leo como una situación lamentable. Discurso sin acción (micropolítica) es un sinsentido. Con esto quiero decir que antes de preguntarnos por los derechos humanos, la interculturalidad, la migración o el género desde lo macro, necesitamos revisar nuestras propias prácticas cotidianas, nuestros modos de operar y vincularnos
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