Vivir en la frontera Soy originaria de Mexicali, una ciudad fronteriza ubicada en el noroeste de México y capital del estado de Baja California. Esta urbe establece hacia el norte sus límites geopolíticos con la ciudad de Calexico, en California, al este con el Río Colorado y al Sur con una línea que parte de
Karla Paulina Sánchez Barajas
la desembocadura de dicho río, llega al golfo de California y, corriendo al oeste, toca las caídas del desierto. Fundada en 1903, el origen de la palabra Mexicali viene del apócope México y California, y desde su formación fue habitada por personas de distintos estados de la República y de otros países. Por ejemplo, existe, desde las primeras décadas del siglo pasado, una fuerte presencia de la comunidad china en la ciudad, que se ha establecido en el barrio de la “Chinesca” de la zona centro. Desde sus inicios, las actividades principales fueron el cultivo de la tierra en el valle de Mexicali, el comercio y la industria. Algunas de las características de la ciudad son las temperaturas extremas que, dada su condición de desierto, durante el verano llegan a los 50 grados centígrados. El sismo de 7.1 en la escala de Richter que irrumpió en abril del 2009 nos recordó que la ciudad se encuentra en una zona sísmica que atraviesa la falla de San Andrés. Con respecto a su llamada “hermana gemela”, Calexico, la línea o muro fronterizo que las divide no impide la influencia cultural que ambas ejercen de forma recíproca, contradictoria, a manera de resistencia, de intercambio, de negociación. Mi historia personal, al igual que muchas de las familias que forjaron la ciudad de Mexicali, tiene sus raíces en la emigración. En la década de los cuarenta, mis abuelos paternos y maternos llegaron, provenientes de los altos de Jalisco, a estas tierras consideradas inhóspitas, llamadas
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