LA LEYENDA DE SAN JORGE (IV) Ricardo Díaz de Rábago Verdeguer Cura-Párroco
H
ace ya cuatro años, en que después de décadas de escribir sobre nuestras fiestas y San Jorge, me llamó la atención la ausencia total, en nuestro programa de fiestas, de algo tan significativo y unido a San Jorge como es su leyenda, cuando es una realidad intrínsecamente unida a San Jorge y a su presencia en el mundo, de forma especial en el mundo del arte (pintura, escultura…): San Jorge, el dragón y la doncella.
de los “bolandistas” y los últimos descubrimientos arqueológicos. Pero no es este nuestro tema.
Es verdad que sí hemos escrito, sobre el dragón y su presencia en la historia, y en el mundo de las religiones. En las vivencias de los pueblos, sus historias y leyendas. Tengamos en cuenta que las imágenes procesionales de San Jorge, las láminas y grabados propios de Banyeres, son de San Jorge con el dragón. No lo era en cambio la que existía en la ermita del conjurador, Sant Jordi “El Vellet”.
“Pertenezco a una familia de noble abolengo. He sido militar; con la ayuda de Cristo conquisté las tierras de Palestina; pero he renunciado al señorío que me fue reconocido sobre ellas, a mis títulos y cargos y a mi oficio y a todos los bienes que poseía para sin trabas de honores y de riquezas, servir directamente a Dios del cielo.”
Ante ello, y de forma concreta, me esforcé en que quedara constancia en nuestro programa de fiestas de la leyenda, centrándome en la más famosa y mejor documentada: la Leyenda de Oro, la Leyenda Áurea, de Jacobo de la Vorágine.
Con motivo de la persecución a los cristianos hubo intentos de que abandonara su fe:
Comencé por precisar el término “leyenda”, me centré en la Leyenda Áurea, entre las varias existentes, para situarnos ante la de San Jorge. Esta tarea está plasmada (de forma resumida) y publicada durante los tres últimos años. Pero lo escrito en la Leyenda Áurea sobre San Jorge no se limita solo a la leyenda, sino que la segunda parte de la misma se centra en su persona y su martirio. Y a decir vedad, lo que “impresionó” profundamente y lo hizo sobresalir entre los cristianos no fue la leyenda, sino su testimonio y su martirio. Por eso pasó, para el pueblo, a la categoría de la leyenda, a la que acceden muy pocos personajes de la historia. Es verdad que la transcripción de su vida y su martirio en la Leyenda de Oro tiene una carga de elementos grandilocuentes y engrandecimientos propios de la época, difícilmente transportables a nuestro tiempo, si los sacamos de su contexto y su momento de redacción. No obstante, creo que es bueno dejar también constancia escrita de lo que en ella se dice de su martirio, sin adentrarnos en el rigor histórico, ni aplicando criterios actuales, sino como testimonio de un tiempo y momento concreto. Cosa distinta es la historia y la hagiografía. A nivel histórico y rigor científico sobresale la obra magna
Así pues, publicamos, para constancia escrita en nuestro programa de fiestas, y por ello en nuestras casas, un “extracto” del martirio de San Jorge en la leyenda. La leyenda coloca en boca del mismo San Jorge:
“El gobernador (Daciano) trató de hacerle ver la conveniencia de que abandonara su fe.” Cosa que no consiguió pasando a la tortura, pensando conseguirlo de esta manera, y luego al martirio: “Al no conseguirlo ordenó que le dieran los siguientes tormentos: Que le ataran a un potro, que le rasgaran las carnes con garfios de hierro, que le aplicaran teas encendidas a sus costados… A Jorge pareció que cuanto había padecido a lo largo de la jornada carecía enteramente de importancia. Convencido Daciano de que por el procedimiento seguido por aquel hombre no podría conseguir lo que pretendía…” Intentó un tratamiento con pócimas y brebajes, y tampoco lo consiguió. “Al día siguiente, Jorge fue atado a una rueda que giraba en una órbita llena de espadas de doble filo…” Al no conseguir, por estos medios, lo que se pretendía se pasó a la persuasión:
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