Ed Atkins
The Trick Brain [El cerebro trucado], 2012
Un trick brain es un truco para engañar al cerebro. En esta pieza Ed Atkins nos propone un ejercicio para dejarnos seducir por el modo en el que las palabras y los sonidos alteran la percepción de lo que vemos en las imágenes. La obra toma como partida el material rodado por Fabrice Maze en el apartamento de André Breton en el 42 de Rue Fontaine en 1994, a petición de su hija Aube. Este material fue retomado en la película André Breton, malgré tout. Sur la dispersion de l’atelier con motivo de la subasta del contenido del mismo en 2003. El apartamento contenía obras de arte provenientes de diversos lugares del mundo, insectos, conchas, piedras o artefactos, además de más de 3.500 libros y 500 carpetas de manuscritos. Esta reunión desjerarquizada de objetos pretendía asaltar los sentidos, provocar sentimientos de atracción y repulsión, estimular la visión y perturbar la mente física y emocionalmente. Breton les había otorgado un poder cuasi-mágico y los cambiaba de sitio según sus intuiciones o estados de ánimo, lo que la convertía en una suerte de autorretrato del escritor. La colección, que había permanecido prácticamente intacta durante casi 40 años después de la muerte de Breton, fue inventariada por la casa de subastas Calmels-Cohen en ocho volúmenes y 30
In this piece, Ed Atkins invites us to surrender to the seductive appeal of words and sounds that trick our brain and alter how it perceives images. The film’s point of departure is footage shot by Fabrice Maze of André Breton’s apartment at 42 rue Fontaine in 1994 at the request of the artist’s daughter Aube. That archive material was resurrected in André Breton, malgré tout. Sur la dispersion de l’atelier when the contents of his studio were auctioned off in 2003. The apartment contained works of art from round the world, insects, seashells, rocks and artefacts as well as more than 3,500 books and 500 folders of manuscripts. This disorderly jumble of objects was deliberately designed to assault the senses, elicit feelings of attraction and repulsion, stimulate the vision, and physically and emotionally disturb the mind. Breton had imbued them with semi-magical powers and re-arranged them at will, according to his moods or intuitions, thus forming a kind of self-portrait of the writer. The collection remained virtually intact for nearly forty years after Breton’s death, but eventually it was inventoried by French auctioneers Calmels-Cohen in eight volumes and broken up into 83 lots. Due to the French government’s inability to take charge of his legacy, this disaggregation
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