PRESENCIA DE RODOLFO ALONSO (1934-2021)
ALONSO, EL ARTE DE NO CALLAR POR NESTOR FENOGLIO Sobre El arte de callar, de Rodolfo Alonso (Alción Editora, Córdoba, 2003, 112 pp.).
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na lectura desprevenida (a veces, acaso la mejor lectura) de El arte de callar puede llevarnos hacia la antesala del silencio, una especie de despedida de un poeta que, como Rodolfo Alonso, fue construyendo una obra coherente, sólida y sin fisuras, en épocas en que la coherencia no abunda. Hay, desde luego, a poco de andar, preguntas por lo que fue y ya nunca será (el viejo ubi sunt aquí redefinido con elegancia y estilo, cualidades propias de este autor), mirada hacia atrás, reflexión y posición tomada sobre todo: un dulce asentamiento sobre el verso, el peso del disfrute maduro de la palabra, ni puro ímpetu ni fuego fatuo. «... ¿Y adónde se quedaron / tanta pasión y fuego, / tanto
Portada de El arte de callar de Rodolfo Alonso.
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ardor, tanto vuelo / provocador y propio? / ¿Qué los hizo dejar / de ser y, antes, ser?...». Abundando en esa primera y tentadora y también correcta lectura, la cita que abre el libro recoge ese conocido (y sabio) proverbio árabe que dice: «Si lo que tienes que decir no es más bello que el silencio, no lo digas». Sin embargo, Alonso no va hacia el silencio, sino que lo instaura como el agonista con quien dialogará a lo largo de todo el libro. El silencio será uno de los extremos hacia el que tiende la poesía y «lo que tiene que decir» el poeta es algo «bello», más bello que el silencio, si cabe. Alonso asume el reto. La lectura prevenida, en consecuencia, alude a lo que en realidad es todo El arte de callar: un enorme y lúcido tratado de arte poética (Alonso coparticipa de esa generación que, desde Poesía Buenos Aires, hizo de la reflexión sobre el propio hacer poético y de la traducción de los mejores autores de diversas lenguas sus banderas más celebradas), una manera de bucear en la experiencia poética, de indagar sin ingenuidad pero sin malicia en, parafraseando al título de la obra, el arte de decir. Así, equidistante entre la palabra y el silencio, entre decir y no hacerlo, Alonso abre polos antagónicos: hacia el silencio, versos despojados, limpios, desolados a veces, exactos si se permite el término, versos cortos que instauran una construcción vertical y que son una marca registrada de este autor, capaz de