vida up
Vivir para contarlo:
UNA CRÓNICA SOBRE EL EMPRE
Escribe: Doménica Obando
Seguro a ti también te han dicho que el Proyecto Empresarial (en adelante, Empre) es un curso extremo, muy exigente y de temer. Y sí, no lo niego para nada, pero estoy completamente feliz de haberlo vivido, porque mi experiencia con el Empre fue inédita, única en su género y gané más que todas las horas de sueño que perdí. Solo se vive Empre una vez en la vida, entonces hay que vivirlo intensamente. Fui parte de un grupo de cuatro personas que se fueron uniendo con los años de universidad. Lo iniciaron dos mejores amigos de la infancia que, desde cachimbos, juraron con sangre hacer Empre juntos. Sí, suena romántico, pero estas cosas pasan. Más adelante, hicieron amigos, conocieron nuevas personas y entre ellas a una que se hizo entrañable y se unió al equipo algunos años después. Finalmente, estaba yo, que me identifiqué con ese grupito de personas y supe que quería ser parte. Decidí ofrecerme
de una, como el chico que se declara a su primera novia, sin ninguna propuesta clara, pero con la firme intención de estar con ellos. Fue así como emprendimos la aventura. Éramos cuatro grandes amigos, cada cual con su manera de ser, sus virtudes y defectos, pero sobre todo historias diferentes, aquellas que nos hacían quienes éramos y que pasarían a constituir el equipo que fuimos. Nuestra pequeña sociedad de cuatro tenía muchas cosas en común, pero también compartía diferencias. Entre las generalidades, todos éramos amigos de hace algunos años, de Administración, nuestros códigos comenzaban por 2011, estábamos felizmente enamorados de alguien (o eso creíamos) y fuimos Bocetianos. Pero también llevábamos diferencias encima: una quería especializarse en Marketing, otra en Recursos Humanos, otro en Finanzas y el último sigue sin decidirse.