A RT E EN L A B A R RA DE UN BAR
Tapear es en Almería un arte. Culto popular. Cultura en un pequeño bocado. Una exquisitez en porciones. De este talento culinario enorme que se sirve en plato pequeño sabe mucho esta tierra. Tiene hasta un camino para degustar delicias en miniatura: la Ruta de la Tapa, declarada de Interés Turístico Andaluz. Gastronomía en pequeño formato que ha convertido Almería en un destino de excelencia.
La capital de la tapa Su verbo, tapear, ha desplazado a otro que históricamente ha servido para la socialización y el disfrute: chatear. Este regalo para el paladar se degusta en la barra o en la mesa. En los bares y en los restaurantes. Tierra y mar fundidos en una deliciosa porción. Es afamada la plancha de Almería, en todas sus versiones. Pescados y mariscos, carnes y aves y, por supuesto, verduras y hortalizas. Se puede saborear pulpo seco, migas, fritaíllas, caracoles, tempuras de pescado y vegetales, olla de trigo, jibia en salsa, la emblemática chérica, el tabernero, rape con almendras, escabeches, mojama de atún, pescados fritos, gurullos, patatas a lo pobre... Delicias para cualquier época del año. Sabrosas y pequeñas. Una invitación a disfrutar de la potencia gastronómica almeriense. La ruta de la tapa es en realidad Almería entera. Pero conviene empezar por el Mercado Central, un bellísimo edificio de 1892 en el que es posible encontrar al natural los frutos de 200 kilómetros de costa y de la mayor huerta de Europa. Pescados y mariscos, frutas y verduras, salazones y condimentos. Y, por supuesto, la gamba roja y el tomate Raf. Luego, entre el Mercado, la Catedral y el muelle, en el casco antiguo de la ciudad, en las ramblas y los barrios, en el asfalto o a los pies de la arena se extiende un gran terri-
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