Número 11
Verde primigenio
Patricia
Richmond Dormitaba sobre el asiento trasero... SE PARÓ JUNTO A MÍ y me invitó a subir a su coche. Le conocía de vista, aunque no sabía quién era. El aspecto del campus a esas horas era siniestro, hacía mucho frío y mi facultad estaba en el rincón más apartado de la universidad, por lo que acepté que me llevara hasta la parada del tranvía, en la entrada del recinto. Me senté a su lado y me sorprendió un olor extraño. Aunque miré disimuladamente, no vi nada que explicara el tufillo. Llegamos a la parada, me dijo que le daba apuro dejarme allí sola y me propuso llevarme a casa. Me dio repelús, sobre todo por el aroma rancio que me estaba mareando,
pero se lo agradecí. Durante algunos minutos estuvimos charlando sobre lo que habíamos estado haciendo en la universidad hasta tan tarde: él, corrigiendo exámenes de paleografía; yo, trabajando en mi tesis sobre mecánica de fluidos. Después, ya no pude aguantar más y le pregunté por el hedor. Eres tú, me respondió. Le miré estupefacta y me olí la ropa. No, no era yo, aunque él asegurara que la peste había entrado al coche conmigo. Entonces la descubrimos: una masa de un verde fosforescente dormitaba sobre el asiento trasero. Paró el coche. Recordé que me había 29