Número 11
El niño sin sombra
Antonio
Bolant Se desencadenó una tormenta... ES LA PRIMERA VEZ que te cuento esto, mamá, y es que a veces necesitamos la ayuda del tiempo para acercarnos a lo inconcebible. Ya sabes que de niño solía jugar solo; encontraba fascinante desplegar mundos alternativos cuando la realidad se me quedaba pequeña. No me resultaba difícil burlar al aburrimiento, incluso durante las tediosas tardes de aquel inolvidable invierno. ¿Recuerdas cuando las pasaba sentado en el largo pasillo de casa con una pelota entre las piernas extendidas, siempre de cara al extremo opuesto donde las sombras ocultaban el recibidor? Después la empujaba, y la
veía rebotar en los rodapiés de las paredes que, con peristálticos empujoncitos, parecían conducirla hasta la oscuridad que tiznaba el final del pasillo. Sobre mí había una ventana que daba al patio de luces. A través de ella se colaba una tenue luz que apenas clareaba la penumbra de la zona donde me sentaba. Yo tendría unos seis años, fíjate si ha llovido, pero lo recuerdo como si fuera ayer, igual que tus alentadoras palabras cuando con orgullo destacabas mi valentía por tener que recogerla cada vez del oscuro recibidor. O eso es lo que pensabas que hacía, porque pasados unos segundos, cuando me quedaba solo, la pelota 57