OPTOMETRÍA
IMAGEN ÓPTICA )) PERIODISMO CON VISIÓN
LA EVALUACIÓN DE LA VISIÓN BINOCULAR EN LA PRÁCTICA OPTOMÉTRICA DIARIA Dr. José de Jesús Espinosa Galaviz, FCOVD, FCSO jespigal@hotmail.com CEDEI, Instituto de la Visión Montemorelos, Práctica privada, Ciudad Victoria
Introducción
Dentro de nuestra especie, la visión es el fenómeno perceptual más valioso, y dentro de las habilidades visuales, la visión binocular es la de mayor importancia. El uso de la visión cercana en nuestros tiempos es abrumador, sobre todo en ambientes urbanos. Nos hemos enfocado en aspectos visuales relacionados con el excesivo uso de las pantallas. Sin embargo, y sin demeritar el problema del ojo seco, no damos la suficiente importancia a la evaluación de la visión binocular. Por ello, este artículo intenta resaltar la importancia de la evaluación de la visión binocular en la práctica optométrica diaria. Se define la visión binocular como el uso coordinado de los dos ojos para obtener una imagen mental simple en profundidad. A pesar de la aparente simpleza de la definición debemos tomar en cuenta que nuestra visión binocular es el resultado de millones de años de evolución y que a pesar del desarrollo de nuestra inteligencia y del desarrollo tecnológico, ésta sigue siendo muy similar a la de nuestros antepasados hace 4 millones de años. Muchos antropólogos están de acuerdo en que hubieron ciertos factores que detonaron el desarrollo de los homínidos hace millones de años. Los principales factores son (sin implicar ningún orden): 1) la posición erecta del cuerpo; 2) el pulgar oponente; y 3) la visión binocular. En su libro El Mono Desnudo, Desmond Morris explica que la conservación de rasgos infantiles (llamado “neotenia”) es una característica del mono desnudo (llamando así a nuestra especie). Esto ha hecho que el desarrollo humano sea tan complicado. A diferencia de la mayoría de los primates, nosotros tenemos una infancia muy larga. Nuestro cuerpo y nuestro cerebro están muy inmaduros al momento de nacer. Tan es así que René Spitz dice que: “…el hombre es un ser altricial, nidícolo, que nace solo y desamparado…”
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AÑO 23 • VOL. 23 • MAY-JUN • MÉXICO 2021
No podemos hacer nada al momento de nacer, es más, ni siquiera podemos ir a la fuente de alimentación, sino que necesitamos ser llevados. A diferencia de una gacela, por ejemplo, que a los pocos minutos de vida ya necesita ponerse en pie y tener una visión que le permita escapar de los depredadores, nuestra especie posee una visión muy inmadura, las imágenes son borrosas y sin color apenas. De tal manera que Spitz concluye: “…dado que el cuidado del niño es conferido a los padres, es muy posible que un sistema visual maduro nunca haya formado parte de la evolución humana”. Las ventajas de nacer con un cerebro y un cuerpo inmaduro son muchas. Por un lado, el cerebro aprende con una rapidez asombrosa, casi al mismo ritmo que el cuerpo se va adaptando al entorno. De tal manera que podemos decir que el cerebro “se espera” hasta ver que adaptaciones deberá hacer para tener mayor éxito en su etapa adulta. Poco a poco nuestros ojos se van desarrollando, la agudeza visual mejora, y las conexiones, ya existentes, comienzan a funcionar enviando millones de mensajes al cerebro. Para Gesell, el ojo humano es virtualmente un vestíbulo al cerebro, y la visión estereoscópica con sus elaboraciones corticales es la joya de la corona de la evolución orgánica. Cada ojo tiene más de cien millones de fotorreceptores. Cada ojo transmite tanta información al cerebro como el resto del cuerpo. Puede enviar un millón de impulsos por milisegundo. Para todo el organismo, incluyendo los ojos, el influjo tiene un máximo de tres millones de señales por milisegundo. Lo anterior nos habla al mismo tiempo de la grandeza de nuestra visión y de la fragilidad. Por esta razón, nuestro trabajo como optometristas debe comprender el evaluar y, en su caso, tratar las disfunciones que se puedan desarrollar. Pasaremos ahora a la parte clínica.