PARTE II
en La flor de la canela, las notas que introducen el motivo son suficiente ejemplo; se trata de un tenso pasaje armónico que parte del acorde dominante y resuelve, dos compases después, en el primer grado de la tonalidad menor. Sobre estos acordes se construye la melodía de diez notas que corresponden a las sílabas del verso inaugural: «Dé|ja|me|que|te|cuen|te,|li|me|ño». Las tres primeras notas no son extrañas; se trata de la segunda, la tercera y la cuarta nota del arpegio ascendente mayor de dicho acorde dominante. La sorpresa llega justo después, con la nota la; aunque completamente dentro de la escala menor natural de la tonalidad de la canción, representa en este compás, y para este acorde, una tensión de novena bemol que remite a la escala árabe. Anuncia, así, el espíritu de la ciudad, que se representa en el sinuoso paso por donde «la flor de la canela» pasea su «morería» limeña. Rítmicamente, esta misma frase inicial guarda no menos misterios, resalta el percusionista Tony Succar: «Son diez notas —“Déjame que te cuente, limeño”—, cinco y cinco […]. Es una cosa loca que ella meta una melodía en cinco dentro de la estructura ternaria del vals, es algo mágico. Fuera de la letra hermosa, la melodía te lleva hacia una aventura única que la hace una obra maestra» (Succar, 2020, comunicación personal). Sin recurrir a acordes extraños al universo criollo, Chabuca sabía encontrar esas insospechadas notas que imprimieron novedad a su creación y que le valieron su confiada incorporación en los círculos más íntimos de nuestra música popular.
Fragmento de La flor de la canela. Transcripción basada en la versión grabada por Chabuca Granda en 1968 para el LP Dialogando....
VALS, AMOR Y TRADICIÓN A sus cinco primeras creaciones, siguió un breve hiato que acabó en 1956 con la composición de Bello durmiente, cuyo primer verso clama: «¡Te amo, Perú!». Resulta simbólico que sea un grito de amor el que da inicio a este periodo comprendido entre 1956 y 1960, dado que su obra compuesta en estos años estuvo dedicada, de una u otra forma, a distintos amores: Fina estampa y Gracia fueron escritas para su padre y su madre, respectivamente; Ha de llegar mi dueño y Mi ofrenda; Coplas a Pancho Graña y Señora y dueña, para su tan querido doctor y su hija e íntima amiga, «Mocha»; La novia tierra, para el otro miembro de la cercana familia Graña, Fernando, y su
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