PARTE II
Por último, una de las composiciones más celebradas de Chabuca Granda, Quizás un día así, vals cuya armonía en menor otorga imploradora cualidad a la primera sección y, cuando modula a mayor en la segunda, establece un afinado tono celebratorio que exalta el momento de la unión perfecta, lo más puro del amor y sus sagradas promesas. Esta profunda significación le valió el ser retomada ocho años después y asimilada dentro de la misa criolla que escribió la compositora para su hija, y que en seguida revisaremos. En 1968, Chabuca se propuso la composición de una misa criolla peruana. Tan solo tres años antes, el músico argentino Ariel Ramírez había compuesto una misa criolla argentina, con músicos como Jaime Torres y Juan Enrique «Chango» Farías, con quienes compartió tantas veces tablas Chabuca. Ciertamente, fue un reto atractivo para nuestra artista encomiarse a tan noble proyecto que, además de regalo para su hija, quedaría como su ofrenda para el Perú. Adaptó el texto de la misa con el mismo acierto con el que musicalizó todas sus partes, recurriendo a los variados ritmos de la costa peruana. El Introito estuvo marcado por un jubiloso vals al que sucedieron los más ceremoniosos Kyrie y Gloria, a ritmo de triste con fuga de tondero. Como se mencionó, el devoto vals de amor Quizás un día así, en cuya letra ofrece, a manera de consagración, su «Vida, alma, mente, sangre, / todo hasta la raíz», se resignificó para el Ofertorio. Para el Credo, escogió la autora el espiritual ritmo de la zaña8, mientras que, para el Sanctus, un ensalzado aire de marinera norteña. El Padre Nuestro se cantó al compás de una danza habanera, y una marinera se debatió en el Agnus Dei9, mientras que, para la Comunión, se destinó el tercer y último vals de la misa. Para concluir, un festejo regocijado invita a todos a dar las gracias por la ceremonia que acaba de celebrarse. Afianzaba la artista su dominio para pasear su genio fuera del territorio del vals limeño, seguridad que la llevaría a aventurarse pronto por las fronteras desconocidas que su inquieta poética reclamaba, a medida que maduraba e iniciaba el inevitable tránsito de su voz.
UN VALS MÁS ÍNTIMO Durante este periodo creativo, Chabuca mantuvo todavía el tenor de su primera producción en algunas canciones, como su vals Los augurios de San Juan. Su letra respira aún los mismos aires de 8. Baile oriundo del homónimo pueblo de Lambayeque, compuesto por tres partes en modo mayor (Tompkins, 2011, p. 112). 9. Para lograr la marinera, se valió Granda de la reprogramación de los versos del «Cordero de Dios», a fin de que cumplieran el rol de copla con sus respectivas seguidillas y los términos que le corresponden.
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