LLEGO RASGANDO CIELOS, LUZ Y VIENTOS
nunca logró ser más que vicepresidenta del club de canto, debido a los castigos que le imponía la madre Violeta Cornwell, que consistían usualmente en no permitirle salir a escena y obligarla a cantar tras bastidores mientras alguna de sus compañeras hacía la fonomímica y se llevaba sus aplausos (Mundaca, 1983, p. 6). Asimismo, por esos años, hizo sus pinitos en el mundo del espectáculo al ser parte de La hora infantil, programa de Radio Internacional fundado por Corina Garland en 1935 y en el cual participó Isabel junto con Ricardo Roca Rey, primer locutor infantil de la radio peruana (Benavides, 2016, p. 118). Por si fuera poco, en su último año de estudios, en 1936, conoció a su primer amor: un «cantor de coro», ni más ni menos (Mundaca, 1983, p. 6). La vida no se hizo esperar y, al año siguiente, la joven Granda consiguió su primer trabajo en la Compañía Siderúrgica Brassert & Co., en donde se hizo conocida como «Miss Eficiencia» y trabajó hasta entrar, en 1943, a la Compañía Peruana de Radiodifusión, en la cual estuvo apenas tres meses, luego de los cuales renunció, pues no aceptó que se pagara indignamente a los músicos que ella quería invitar (Mundaca, 1983, pp. 6-7). Pero, mucho más importante aún, ese mismo año, 1937, tras acabar el colegio, inició su carrera musical profesional con el dúo Luz y Sombra, junto con Pilar Mujica Álvarez-Calderón, conocida como «Chamaca», con quien se presentaba por 30 y hasta 50 soles en Radio Nacional (Mundaca, 1983, p. 7). Así, si las leyendas han de tener un comienzo, podemos establecer que cuando la joven María Isabel Granda y Larco, con apenas 17 años, se dio a conocer como artista fue que nació Chabuca Granda.
UNA ARTISTA JOVEN Desde 1930, con Sánchez Cerro, primero, y el general Óscar R. Benavides, después, gobernó el Perú un «tercer militarismo», como lo llamó el ilustre historiador Jorge Basadre, el cual se prolongaría hasta la década de 1950, solo con un respiro que otorgó la «breve primavera» del abogado arequipeño José Luis Bustamante y Rivero, entre 1945 y 1948 (Contreras & Cueto, 2013, p. 271). Por esos años, la familia Granda y Larco se había mudado una vez más; esta vez, a tan solo unas cuadras, al número 530 de la plaza Bolognesi. El padre, Eduardo, había sido nombrado, en 1938, ingeniero jefe de la Sección Equipo, Maestranza, Inventarios y Fábrica de Malla, de la Dirección de Aguas e Irrigación del Ministerio de Fomento y Obras Públicas (Trazegnies, 1948, p. 159), cargo que desempeñó hasta su muerte. El arte de Chabuca, por su parte, continuó aflorando, y ese mismo
insomnio la acompañaría durante toda su vida y fueron las horas más apacibles de la noche las que consagraría para la creación de lo más íntimo de su obra.
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