PARTE I
oro, José Antonio, El puente de los suspiros y su infaltable La flor de la canela. Con maestría, Reyes Malqui explotó el sonido estereofónico para hacer lucir la intimidad del arte de Chabuca y Avilés. Su uso delicado de reverberación genera una cálida espacialidad en la cual flotan ambas voces, que pasean elegantemente de lado a lado, envolviendo palabra y música todo el universo, una vuelta a la vez. Como lúcidamente apunta Manuel Solari Swayne en la contraportada: «La cantante y el guitarrista, en este o en cualquier caso están al mismo nivel. No se trata de lo que, injustamente[,] se llama “acompañamiento”. Sino, por el contrario, de que ambos hacen música» (Granda & Avilés, 1968, contratapa). Chabuca decía siempre que «las mejores notas que hace Avilés son las que no hace» (Luna, 1988, 3:58-4:05), alabando el acertado criterio del músico para manejar la tensión del silencio. A su vez, para Avilés, Chabuca era «una de las mejores intérpretes con que haya contado nuestra patria» (Luna, 1988, 4:18-4:27). Ese equilibrio alcanzado por el dúo que conformaron la autora y el guitarrista por más de 15 años quedó inmortalizado en un álbum que demostró ser una obra maestra. Los nombres de Chabuca Granda y Óscar Avilés, del mismo tamaño e importancia en la portada, lo explicitan. Así, en julio de 1968, «en un ambiente genuinamente criollo, con [...] música de todos los barrios e invitados muy especiales» (Serrano Castrillón, 1994, pp. 194-195), Dialogando… fue presentado por Alejandro Miró Quesada en la casa de los hermanos Manuel y Victoria Angulo.
VOZ Y VENA El año 1968 sería muy productivo para nuestra artista: luego de Dialogando..., se llevó a cabo la realización de un nuevo disco, Voz y vena de Chabuca Granda, producido por Carlos Zavala para Sono Radio, bajo la dirección técnica de Alfonso Pereyra y grabado por Víctor de la Cruz. El álbum, de corte más bien clásico y menos aventurado que el anterior, incluyó las pistas La flor de la canela, El dueño ausente, Coplas a Pancho Graña, Ese arar en el mar, José Antonio, Fina estampa, Zeñó Manué, Quizás un día así, Rosas y azahar y sus Coplas a fray Martín, interpretadas todas por la propia Chabuca y acompañadas por un marco musical verdaderamente de lujo: el argentino Martín Torres y Rafael Amaranto en las guitarras y arreglos, y Vicente Vásquez y Carlos Hayre en la guitarra y el contrabajo, respectivamente. El disco fue rápidamente editado en los mercados español y mexicano, que reclamaban escuchar las obras más conocidas en voz de la propia autora. Además, el 4 de octubre de ese mismo año, firmó Chabuca sus Coplas a Manuel Barnechea, inspiradas en la bucólica relación entre su querido amigo —conocido cultor de la marinera, cuya hacienda en San Luis de Cañete había albergado grandes jaranas (Chocano, 2012, pp. 199, 205)— y sus tierras, que le fueron expropiadas.
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